CIUDAD DEL VATICANO.- A Floribeth Mora Díaz no le importa si la gente cree que está loca. Ella está convencida, al igual que el Vaticano, de que debe su vida a una milagrosa curación tras rezarle al fallecido Papa Juan Pablo II.
"Experimenté la piedad de Dios en mi propia vida y estoy agradecida", dijo el jueves Mora Díaz en una rueda de prensa en el Vaticano, mientras se intenta explicar lo que investigadores de la Iglesia creen que fue un milagro atribuido a la intercesión de Juan Pablo II con Dios.
"La gente puede decir que estoy loca y está bien. Yo digo que soy una persona loca sagrada porque estoy saludable ahora", afirmó. Mora, de 50 años, sufrió un aneurisma en abril del 2011. Tras una serie de exámenes en un hospital, entre ellos una tomografía, y una cirugía de tres horas, los médicos le dieron malas noticias.
"Me enviaron a casa y me dijeron que me quedaba un mes de vida y que había pocas esperanzas", dijo Mora, luchando contra las lágrimas.
Entonces comenzó a rezarle al fallecido Juan Pablo, de quien era muy devota y que había muerto seis años antes, en el 2005.
"Le recé a Juan Pablo y le pedí que le dijera a Dios que yo no quería morir porque amo a mis hijos y no quería abandonarlos", contó.
El 1 de mayo del 2011, aún enferma, se despertó a las 2 de la madrugada y encendió el televisor para ver la ceremonia en la Plaza de San Pedro en la que Juan Pablo era beatificado, el último paso antes de la santidad.
"Me dormí y cuando me desperté escuché la voz de Juan Pablo diciéndome '¡Levántate! ¡No tengas miedo!'", relató. Contó que se levantó de la cama, asombrando a su esposo, y le dijo "me siento bien".
Tras subsiguientes exámenes, incluidas nuevas tomografías, dijo que los médicos estaban "estupefactos y no tenían manera de explicarlo".
Un comité médico del Vaticano luego declaró que la curación era inexplicable desde el punto de vista médico.
Mora, quien dijo que no le preocupan los escépticos, será una de las principales participantes de la ceremonia de canonización del domingo, en la que Juan Pablo II, que visitó Costa Rica en 1983, será declarado santo junto al Papa Juan XXIII, que estuvo al frente de la Iglesia Católica entre 1958 y 1963.
Antes de su beatificación en el 2011, la Iglesia adjudicó a Juan Pablo II otro milagro, la curación de una monja francesa que sufría de Parkinson, una enfermedad que también afectó al Papa en los últimos años de su vida.