Han pasado aproximadamente dos años desde que Kim Jong-un lanzó un misil capaz de atacar a todo Estados Unidos, declarando su programa de armas nucleares "completo" y detuvo todas las pruebas de (Inter-Continental Ballistic Missile) ICBM.
En ese momento, el líder norcoreano también se convirtió en una amenaza para Estados Unidos.
El congelamiento de las pruebas de Kim Jong-un marcó el comienzo de una diplomacia sin precedentes con el presidente del país vecino, Donald Trump, que condujo a reuniones históricas en Singapur, Vietnam y la zona desmilitarizada que separa a las dos Coreas.
Pero al mismo tiempo, el líder coreano ha estado ocupado produciendo material químico para bombas y desarrollando una nueva tecnología de misiles que podría hacer que el próximo gran lanzamiento de un misil balístico intercontinental sea aún más preocupante para los planificadores militares del Pentágono.
Una serie de lanzamientos de misiles de corto alcance en los últimos meses ha mejorado la capacidad de Corea del Norte para fabricar misiles balísticos de combustible sólido, que son más fáciles de mover, esconder y disparar que varias de sus versiones de combustible líquido.
Lo anterior hace que sea más probable que el país asiático esté en camino hacia el desarrollo de un ICBM que use tecnología de propulsores sólidos, lo que potencialmente significaría que Estados Unidos tendría menor advertencia de un ataque inminente en cualquier lugar, desde California hasta Nueva York.
Sensación de urgencia
Trump ha ignorado las pruebas de misiles de Corea del Norte, que Japón y otros dicen que violan las resoluciones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, señalando a Kim que puede continuar desarrollando su programa de armas siempre y cuando no dispare otro ICBM.
Pero esa posición puede costarle al presidente de Estados Unidos: el líder coreano amenaza con aumentar las apuestas si el mandatario estadounidense no cumple con el plazo de fin de año para reducir las sanciones que ahogan la economía de su país.
Altos funcionarios de Corea del Norte han mostrado su descontento por el ritmo de las negociaciones nucleares con Estados Unidos y demandas para que la administración del presidente Donald Trump alivie las sanciones.
"Fundamentalmente, se han dado cuenta de que crear un sentido de urgencia en el lado estadounidense es una buena táctica de negociación", dijo Mintaro Oba, un exdiplomático estadounidense que trabajó en asuntos de la península coreana. "Creen que pueden sacar el máximo provecho de Washington ahora mismo al aumentar la presión y sugerir que las cosas podrían empeorar en 2020".
La cooperación entre Estados Unidos y Corea del Sur está a prueba por la demanda de Trump de que el aliado de mucho tiempo pague unas cinco veces más a partir del próximo año para recibir a las tropas estadounidenses.
Mientras tanto, Corea del Norte ha emitido recientemente declaraciones contundentes que hacen referencia a la campaña de Trump y apuntan a otra prueba de ICBM.
"Nosotros, sin que nos dieran nada, dimos cosas de las que el presidente estadounidense puede presumir, pero la parte estadounidense aún no ha tomado ninguna medida correspondiente", dijo un portavoz de la Comisión de Asuntos del Estado encabezada por Kim a principios de este mes. Agregó que Estados Unidos enfrentará una "mayor amenaza" si no hace nada.
Corea del Norte congeló todas las pruebas de misiles después del lanzamiento, el 28 de noviembre de 2017, de un ICBM Hwasong-15, que voló alrededor de 4 mil 500 kilómetros a la atmósfera, aproximadamente la distancia de Nueva York a Los Ángeles.
Luego, en mayo, reanudó el programa con venganza, disparando casi dos docenas de misiles balísticos de combustible sólido para convertirlo en uno de los años de prueba más activos desde que Kim tomó el poder en diciembre de 2011.
Los misiles balísticos de propulsión sólida, especialmente las versiones de corto alcance, pueden ocultarse en almacenes, desplegarse en un lanzador móvil y dispararse rápidamente.
Los misiles propulsados por líquido, por otro lado, pueden ser más fáciles de detectar mediante satélites espías que monitorean los vehículos que transportan el combustible y el oxidante necesarios para un lanzamiento.