LA HABANA.- "Se mira, pero no se toca" parece ser la divisa que aplican las decenas de cubanos que cada día visitan las tiendas de lujo en la popularísima Manzana de Gómez, donde se embelesan ante costosísimos productos nunca antes vistos, la inmensa mayoría fuera de su alcance.
En un recorrido por este centro comercial, ubicado en los bajos del Gran Hotel Manzana Kempinski, el único cinco estrellas plus de la isla, El Financiero pudo comprobar que los establecimientos permanecen casi todo el tiempo vacíos, mientras las personas se pasean por los alrededores y sólo alguno que otro se atreve a entrar para asombrarse o burlarse de los precios.
"Mira qué barato", le dice en clara sorna un joven a su amigo ante un anillo Roberto Coin de oro trenzado a 3 mil 685 cuc (la moneda convertible cubana, equivalente al dólar). Sólo una pareja de chinos se disponía a comprar unas sandalias marca Prada, a mil 119.25 cuc.
El hotel se inaugura hoy, y Airys Ruiz, dependienta de la tienda Mont Blanc, espera que entonces venda un poco más. "Hasta ahora solo he vendido algunos repuestos para bolígrafos, tres billeteras y un pequeño maletín de cuero negro a mil 025 cuc, que un turista mexicano compró hace una semana para guardar su laptop", dijo a este diario.
Ella, de 27 años, gana el equivalente a 20 dólares al mes. No conocía los productos Mont Blanc y está esperando que vengan ejecutivos de la firma para tomar un seminario de entrenamiento. Observó que algunos extranjeros hicieron la equivalencia de euros a cuc y, como las mercancías que allí ofertan no tienen impuestos, le comentaron que salían más baratas que en sus países de origen.
Las alrededor de quince tiendas ubicadas en la Manzana de Gómez pertenecen a las empresas estatales TRD Caribe y CIMEX. Las primeras se distinguen por las guayaberas azules que visten sus dependientes y por una especie de supervisoras que recorren los establecimientos para velar, entre otras cosas, porque no se anoten los precios ni se tomen fotos. Una de ellas, que no dio su nombre y se autodefinió como "una funcionaria del estado", dijo que los costos de los productos son similares a los de Centroamérica y el Caribe.
"Tiendas para ricos hay en todas partes, lo que pasa es que aquí llevan casi seis décadas diciéndote que todos somos iguales", aseguró Fernando Zamora, de 72 años, quien recuerda cómo antes de la revolución de Fidel Castro su padre lo llevó a ese lugar para comprarse un traje.
Hace algunas semanas los ahora brillantes pasillos del centro comercial se llenaron de habaneros que, sentados en el suelo o apoyados en las paredes, utilizaron la conexión wifi que se probaba en el hotel. "Ya eso se quitó, y cuando el hotel se inaugure y la conexión se restablezca nosotros velaremos porque estos pasillos estén como ahora, sin aglomeraciones de personas", aseguró un joven y trajeado custodio situado frente a la puerta principal de la instalación.