Hace más de dos décadas, con Donald Trump ya a la cabeza de un imperio de bienes raíces, un joven Justin Trudeau emprendía la aventura de explorar el mundo.
Viajó por Europa y África con amigos, escondiendo sus cervezas de los agentes de aduanas antes de abordar el tren Transiberiano a China. En el tren, bosquejó, leyó "Guerra y Paz" y se maravilló con los restos de la Unión Soviética. Fue un viaje decisivo, escribiría más tarde, que lo dejó alabando la diversidad y el compromiso.
Ambos valores serán puestos a prueba este lunes. El ahora primer Ministro canadiense de 45 años, calificado por Joe Biden como uno de los últimos campeones del liberalismo, viaja a Washington a su primera reunión con el nuevo presidente estadounidense, de 70 años, cuyas belicosas declaraciones y restricciones inmigratorias revelan una profunda distancia entre ambos líderes.
Pero los liberales estadounidenses que esperan que Trudeau surja como la antítesis de Trump no deberían contener la respiración.
Ya ha debido morderse la lengua y enfocarse casi exclusivamente en una relación económica que representa tres cuartas partes de las exportaciones canadienses. La visita a la Casa Blanca probará hasta dónde puede llegar Trudeau para encantar al presidente y preservar el comercio sin abandonar sus principios básicos.
LAZOS COMERCIALES
El líder canadiense tiene pocas opciones. Casi dos tercios de todo el comercio canadiense es con Estados Unidos, la mayor proporción del Grupo de los 20, el cuádruple de todos con la excepción de México.
Casi todo el petróleo canadiense va a Estados Unidos y la mayor parte de la manufactura del país está enfocada a cubrir la demanda estadounidense.
Los estadounidenses mantienen activos canadienses por 2.3 billones de dólares canadienses (1.8 billones de dólares estadounidenses), casi exactamente la misma cifra que poseen canadienses en Estados Unidos.
Un informe de Deutsche Bank, publicado este mes, en el que se analizó el potencial impacto de las políticas de Trump sobre los principales socios estadounidenses, determinó que Canadá estaría entre los más afectados y que el país se vería obligado a ceder unos 70 mil millones de dólares en comercio con Estados Unidos.
Hasta ahora, la estrategia de Trudeau ha sido evitar convertirse en lo que su embajador en Estados Unidos llamó "daño colateral" en una guerra comercial que consideran que está mayoritariamente enfocada en México.
RIESGOS Y PRESIÓN
La visita de Trudeau no está libre de riesgos. El presidente mexicano, Enrique Peña Nieto, ya canceló una reunión en la Casa Blanca a medida que las relaciones empeoran, mientras que Trump habría tenido una complicada llamada telefónica con Malcolm Turnbull, primer ministro de Australia, en parte por un acuerdo sobre refugiados.
La primera ministra del Reino Unido, Theresa May, alabó al presidente al declarar que "los opuestos se atraen" antes de decir que su prohibición de viajes era "divisoria y errónea".
A nivel local, la popularidad de Trudeau ha disminuido en los últimos meses.
Está bajo presión por parte del izquierdista Nuevo Partido Democrático para que denuncie a Trump.
En parte lo hizo al publicar en Twitter, después que Estados Unidos impusiera restricciones migratorias, que las puertas de Canadá están abiertas para refugiados, junto a una foto en la que da la bienvenida a una familia siria. Otros lo llaman a centrarse en los negocios en Washington.
"Va a ser muy importante que Trudeau no muerda algunos de los anzuelos que tiene en algunos comentarios en Twitter", dijo Gerry Ritz, exministro de gabinete del opositor Partido Conservador. "Creo que debe aceptar recibir parte de esos golpes y simplemente olvidarse".
Sin embargo, lo que Trudeau llamó un viaje en tren que cambió su vida, lo convenció de que la experiencia compartida "puede minimizar cualquier diferencia". Esa creencia podría definir su viaje a Washington.