LA HABANA.- Unificar las dos monedas que circulan en Cuba, así como los tipos de cambio vigentes, parece ser uno de los mayores dolores de cabeza del gobierno de la isla sin que nadie, oficial o extraoficialmente, se atreva a vaticinar cuándo terminará el tormento en esta etapa de transformaciones en la política económica e internacional.
El presidente Raúl Castro afirmó hace un año que "no habrá una política de choque" en la reforma y aseguró que la unificación respetará los ahorros de los cubanos en los bancos o debajo del colchón, mientras que el peso nacional (denominado CUP por sus siglas) será el sobreviviente.
Pero el tiempo pasa y la duplicidad agranda su huella desde que irrumpió en 1993, cuando el país vivía la crisis por la desaparición de la Unión Soviética, su principal mercado (que absorbía 85 por ciento de las ventas), así como sostén político. En ese periodo, cuando los cortes de electricidad llegaron a 16 horas diarias por la escasez de petróleo, el presidente Fidel Castro autorizó la libre circulación del dólar ––hasta ese momento su tenencia estaba penada con cárcel–– junto al peso para, entre otras metas, drenar el exceso de liquidez que se disparó por los comercios vacíos.
El mercado interno se partió en dos, con el surgimiento de tiendas estatales que empezaron a vender en la divisa norteamericana productos importados, con un impuesto de 200 por ciento ––aún se mantiene––, que obligó a buscar el billete verde hasta debajo de las piedras. "Ni me quiero acodar, yo sobreviví por los fulas (dólares) que manda mi hija desde Boston", recordó Miriam Batista, de 70 años.
La dualidad fue el eje de la primera reforma con categoría de mercado en la economía. Se permitió la recepción de remesas del exterior, Cuba se abrió al turismo en busca de monedas fuertes y se asoció al capital extranjero para producir níquel y extraer petróleo. Después se sustituyó la circulación del dólar por el peso cubano convertible (CUC), que se convirtió en uno de los referentes para fijar precios en los mercados minoristas de venta libre. En el depreciado peso nacional ––en 1959 estaba a la par del dólar–– cobra la mayoría de los empleados del sector público. Los cubanos necesitan 25 CUP para adquirir un CUC y ese tipo de cambio prevalece en un contexto signado por el alto costo de la vida y el desabasto.
Según constató El Financiero, en los mercados estatales de La Habana un litro de aceite de cocina cuesta 60 pesos nacionales (2.40 CUC, equivalentes a dólares por el tipo de cambio para transacciones empresariales) y 200 gramos de queso crema importado cuestan 5.40 CUC o 135 pesos nacionales. El salario medio mensual es de 584 pesos (23.36 CUC). El sector estatal mejor remunerado en 2014 fue el de la industria azucarera, con 963 pesos mensuales (38.52 dólares). El científico y de innovación tecnológica registró 811 pesos (32.44 dólares).
El mercado minorista estuvo dividido en dos durante 21 años hasta que en 2014 el Banco Nacional puso en circulación pesos de alta denominación (billetes de 200, 500 y mil) y el gobierno permitió las compras en los dos mercados en ambas monedas, dando facilidades a los clientes pero manteniendo el cambio a 25 por uno y el recargo de 200 por ciento por producto, por lo que el costo de la vida sigue al alza.
Se trata de un rompecabezas que los cubanos han tenido que aprender a interpretar para sobrevivir, aunque la salud y la educación sean gratuitas y el Estado mantenga subvencionados algunos productos de la canasta básica.
Pese a que han avanzado en la normalización de relaciones, La Habana sigue exigiendo a Washington que permita a sus empresas operar internacionalmente con el dólar, algo todavía penado, y cuando los cubanos acuden a las casas oficiales a cambiar el billete verde por CUC padecen un descuento de 11 por ciento.