Este último año, Venezuela ha sido el enigma del coronavirus. Está rodeado de países donde la pandemia ha cobrado vidas sin piedad, pero en su mayoría Venezuela ha salido ileso. Si bien los datos del Gobierno no son del todo confiables, el COVID ha cobrado un leve precio en el país... hasta ahora.
Las cifras oficiales siguen siendo sospechosamente bajas, un promedio de 460 casos nuevos y cinco muertes al día en un país de 30 millones de habitantes, pero otros indicadores ya están mostrando alerta. Las UCI de repente tienen listas de espera y las clínicas están abriendo salas improvisadas. Incluso el presidente, Nicolás Maduro, dijo que hay un "aumento tremendo" en los casos.
"Si el envión actual de ingresos por emergencias que estamos viendo ahorita continúa, estaremos en una condición más crítica que ahora", dijo el epidemiólogo Julio Castro durante una reciente transmisión por internet. Se espera un pico en la próxima semana o dos, agregó.
El aumento se da tras al regreso a Caracas de miles de bañistas después de un carnaval de cuatro días a mediados de febrero.
"Yo la llamo 'la cepa carnaval'", dijo el Dr. Herman Scholtz, presidente del Centro Médico Docente La Trinidad en la parte este de Caracas, que tiene a 60 pacientes COVID, su capacidad máxima, frente a seis hace menos de tres semanas.
Un empleado de un laboratorio privado, que no está autorizado para hablar en público y realiza pruebas a un puñado de pacientes al día, dijo que los casos positivos casi se triplicaron la semana pasada.
Los casos graves ahora representan un tercio de todos los detectados, seis veces más que en noviembre, según el Dr. Félix Oletta, exministro de Salud, en referencia a datos oficiales. Añadió que los casos leves o asintomáticos probablemente pasan desapercibidos porque aumentan a un ritmo mucho más lento.
Durante un discurso nacional el domingo, Maduro dijo que estaba preocupado por Caracas, un día después de recibir la vacuna 'Sputnik V' de Rusia, y ordenó medidas de cuarentena adicionales.
Venezuela ha registrado un total de 143 mil contagios de COVID-19, casi con seguridad inferior a la cifra real, pero de todas maneras una fracción de las cifras de países vecinos como Colombia, que está a punto de llegar a los 2.3 millones. La vacunación comenzó hace casi tres semanas, aunque no se han publicado datos sobre la cantidad administrada.
Si bien un cierre oportuno y una cuarentena estricta probablemente moderaron el contagio al principio, el repunte invisible en los casos se suma a las graves denuncias de subregistro en Venezuela, donde las pruebas limitadas y una emergencia económica pueden haber ayudado a ocultar el impacto del virus.
El Ministerio de Salud no respondió a las solicitudes de comentarios.
La última vez que hubo un pico de infecciones fue en agosto, cuando el Gobierno reportó hasta mil 200 casos por día. Los médicos se refieren al aumento actual como una segunda ola.
En el Hospital Universitario de Caracas crearon una lista de espera para camas de cuidados intensivos por primera vez en meses, según los trabajadores de salud allí, que pidieron no ser identificados por temor a represalias.
Dado que solo los laboratorios estatales tienen permiso oficial para procesar pruebas de COVID, los resultados de los hospitales y laboratorios privados no se incluyen en la cifra oficial. La falta de kits de muestra en hospitales públicos significa que solo le hacen la prueba a los pacientes más enfermos.
"El Gobierno se está contradiciendo", dijo el doctor Germán Cortéz, presidente de Santa Sofía, una pequeña clínica privada en Caracas que también está a plena capacidad. "Si te guías por el comportamiento estadístico no es como para radicalizar la cuarentena. No se puede planificar sin información".
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