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Agua para sobrevivir: Así es como Dora ayuda a migrantes en el desierto

La salvadoreña Dora Rodríguez estuvo a punto de morir de sed cuando cruzó el desierto de Arizona y ahora se convirtió en líder humanitaria que ayuda a migrantes.

Dora Rodríguez, de 62 años, lamenta que muchos migrantes continúen muriendo. (ALLISON DINNER/Bloomberg)

Hace más de cuatro décadas, la salvadoreña Dora Rodríguez estuvo a punto de morir de sed cuando cruzó el desierto de Arizona y ahora es la primera mujer inmigrante a cargo de Fronteras Compasivas, una organización que deja agua en esta amplia zona fronteriza con México para salvar vidas de migrantes que se enfrentan a las inclemencias del clima.

“El propósito de salvar vidas al poner agua en el desierto es algo que está muy cerca mi corazón”, cuenta a EFE Rodríguez.

“Imaginar que un migrante está en las últimas en medio del desierto y de pronto se encuentra con una de nuestras banderitas azules que marcan el lugar donde hay agua, para mí es una vida salvada”, agrega.

Fronteras Compasivas se estableció hace 23 años ante el drástico aumento en las muertes de indocumentados en el desierto por el efecto “embudo” que refuerza la vigilancia en la frontera de California y Texas.


Desde entonces han establecido estaciones de agua en puntos “rojos”, donde las autoridades y forenses han registrado la mayor cantidad de fallecimientos.

Hasta el momento, el grupo cuenta con medio centenar de estaciones de agua que se identifican con una bandera azul que ondea sobre una estructura de unos 30 pies de alto (unos 9 metros).

Así se vive la deshidratación en el desierto

La desesperación de la deshidratación es algo que Rodríguez vivió en 1980, cuando a los 19 años estuvo a punto de morir en su tercer intento por cruzar el desierto.

“Fue una experiencia horrible, 13 de las 26 personas que veníamos en el grupo murieron, entre ellas una mujer embarazada”, recordó la activista que por entonces buscó refugio en Estados Unidos escapando de la guerra civil de su país.


“La primera noche nos quedamos sin agua, solo traíamos un galón de agua cada uno, nadie nos dijo que tan larga o que tan duro sería el camino. Inclusive había mujeres que llevaban tacones, porque se ‘querían ver bonitas’ para sus esposos”, recuerda.

Al cuarto día de camino, en junio, cuando las temperaturas superan fácilmente los 100 grados Fahrenheit (unos 38 grados centígrados), varios comenzaron a morir de sed, uno de los coyotes los había abandonado y otro en su locura provocada por el calor comenzó a violar a las mujeres.

“Recuerdo que me arrastré debajo de un palo verde (árbol típico del desierto), mi cuerpo estaba lleno de espinas, raspaduras, escuchaba quejidos, algunos rezaban pidiendo no morir y de pronto perdí el sentido”, relata Rodríguez.

Los sobrevivientes fueron rescatados por agentes de la Patrulla Fronteriza, que les dijeron que media hora más y hubieran muerto.

Cuenta que esta experiencia la motiva a dirigir Fronteras Compasivas y distribuir agua en varios contenedores para evitar más muertes como las de sus amigas más queridas.

“Cada vez que regreso al desierto a poner agua, tengo sentimientos encontrados, es muy duro, al recordarlas, pero también con la esperanza de que nuestro trabajo salve alguna vida”, indica.

Crisis migrante

La inmigrante, de 62 años, lamenta que muchos migrantes continúen muriendo, impulsado por la necesidad y la ausencia de un sistema que les permite ingresar de forma legal a Estados Unidos.

De acuerdo con la Oficina del Médico Forense del Condado Pima, cerca de 3 mil migrantes indocumentados han muerto en la frontera de Arizona entre 2007 y marzo pasado.

Como la nueva presidente de Fronteras Compasivas, Rodríguez busca establecer otra estación de agua en la región fronteriza de Yuma, donde en los últimos meses se ha incrementado el cruce de migrantes.

También gestiona un diálogo con los líderes de la reserva indígena Tohono O’odham para colocar agua dentro de la reserva, pero hasta el momento sin éxito.

Enfrenta además el odio al inmigrante que en su opinión se incrementó durante la presidencia de Donald Trump (2017-2021).

“Cuando salimos a poner agua o recorrer caminos en el desierto con frecuencia nos encontramos con grupos armados, milicias civiles que nos siguen con sus autos, o que luego con gritan insultos y nos dicen que estamos ayudando a los cárteles”, señala.

Cuenta que sus contenedores son estropeados con navajas o utilizados de tiro al blanco, derramando el vital líquido.

“Hemos colocado imágenes de la Virgen de Guadalupe tratando de evitar este vandalismo, pero desafortunadamente continúa inclusive hemos encontrado balas junto a los contenedores”, dice.

Lamenta que incluso encontraron un contenedor de agua contaminada con gasolina.

Teme que con el fin del Título 42 de expulsión expedita de inmigrantes en la frontera aumenten los cruces.

“Esto agregado a que el Gobierno del presidente Joe Biden está cerrando la frontera a varios grupos de inmigrantes, va a provocar que más personas traten de cruzar de manera irregular por los lugares más apartados, poniendo en riesgo sus vidas”, concluye.

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