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Claudia Sheinbaum hereda ducto de gas que pone a prueba su plan ambiental

El oleoducto SGP, que recorrerá desde Texas hasta la Península de Yucatán para traer más de 3 mil pies de gas natural podría representar un reto para Sheinbaum, quien busca reducir las emisiones de carbono en un 35%.

El oleoducto SGP irá desde Texas hasta la Península de Yucatán y pasará cerca de arrecifes. (Toya Sarno Jordan/Photographer: Toya Sarno Jordan/)

Bajo las cristalinas aguas del sureste de México, un grupo de trabajadores están colocando un oleoducto con el que la presidenta Claudia Sheinbaum cuenta para apuntalar el desarrollo económico y sacar a millones de personas de la pobreza.

El Proyecto Southeast Gateway, de 4 mil 500 millones de dólares, entregará hasta mil 300 millones de pies cúbicos de gas natural por día desde Texas a la Península de Yucatán, cuando se complete el próximo año, alimentando plantas de energía y un corredor ferroviario transcontinental propuesto que pretende rivalizar con el Canal de Panamá.

Sin embargo, el proyecto que Sheinbaum heredó de Andrés Manuel López Obrador, también amenaza con socavar uno de sus otros objetivos clave: reducir las emisiones de gases de efecto invernadero del país.

El gasoducto, que consta de 715 kilómetros y lo está construyendo la empresa canadiense TC Energy de la mano de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) es el eje del ambicioso plan de Sheinbaum para diversificar la economía de Yucatán. Mientras que las playas de arena blanca y los complejos turísticos de lujo de Cancún y Playa del Carmen atraen a turistas adinerados, más de la mitad de los residentes del resto de la región viven con menos de 16 dólares al día.

El conducto, que pasa cerca de una frágil zona de arrecifes de coral y que también alimentará una refinería de petróleo y el proyecto del Tren Maya de López Obrador, hará que el país dependa de combustibles fósiles durante años, lo que significa un desafío al  compromiso de México con el Acuerdo de París de reducir las emisiones de carbono en un 35 por ciento antes de 2030 y su objetivo en virtud del Compromiso Global de Metano de reducir las emisiones de metano en un 30 por ciento para el mismo período.

Se trata de una tensión que está en el centro de la visión de Sheinbaum para México y, de hecho, para cualquier país que busque crecer económicamente y al mismo tiempo reducir su huella de carbono. Es aún más aguda debido al trabajo previo de la presidenta con el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas, que en un informe reciente fue explícito sobre la necesidad de realizar recortes profundos de emisiones en las próximas décadas.


“Uno de los problemas más críticos en el sureste de México es el acceso a energía confiable, y este gasoducto puede comenzar a cerrar esa brecha”, dijo Oscar Ocampo , analista de energía del Instituto Mexicano para la Competencia, una organización sin fines de lucro. “Esto encierra a México en los combustibles fósiles durante una generación. Pero la credibilidad de Sheinbaum en el tema climático dependerá de su capacidad para aumentar el desarrollo de proyectos renovables”.

Su plan depende de una campaña agresiva para sumar suficiente energía solar, eólica y otras formas de energía limpia para que México genere el 45 por ciento de su electricidad a partir de fuentes libres de emisiones para 2030, frente al 24 por ciento actual. Requerirá una revisión radical de las redes eléctricas que ya sufren apagones estacionales tras años de inversión insuficiente. El esfuerzo podría costar hasta 50 mil millones de dólares, lo que lo convertiría en la mayor construcción de infraestructura energética en un solo mandato presidencial en la historia de México.

Incluso si Sheinbaum logra agregar toda esa energía limpia, es probable que el nuevo gasoducto y las plantas generadoras de energía a gas se utilicen durante décadas, lo que aumentará las emisiones de México.

¿Cómo están las emisiones de carbono en México?

México contribuyó con el 1.3 por ciento de las emisiones globales totales en 2022, la segunda cifra más alta en América Latina después de Brasil. Y si bien, su participación en las emisiones globales es relativamente estable, las emisiones de México por la quema de combustibles aumentaron un 6 por ciento desde 2000 .

Eso hace que Sheinbaum, coautora de los informes del IPCC en 2007 y 2014, sea crucial para seguir de cerca en los próximos años, mientras intenta reducir las emisiones y elevar los niveles de vida atrayendo más empresas e industrias; sin embargo, su administración está considerando objetivos climáticos más ambiciosos de cara a la COP30 del año próximo en Brasil, según una persona familiarizada con el asunto.

El gasoducto, también conocido como SGP, puede ser la única opción viable en México para reactivar la economía de Yucatán.

Oleoductos dan impulso al ‘nearshoring’ en México

Los oleoductos han ayudado a impulsar la reciente campaña de “nearshoring” para alentar a las empresas a mudarse a México para que puedan estar más cerca de sus clientes en Estados Unidos. Eso incluye a Querétaro, que ha visto una afluencia de centros de datos planificados de Google de Alphabet, Amazon.com y otros. San Luis Potosí, sede de las plantas de General Motors y BMW, creció un 8 por ciento en el primer semestre de este año con respecto a 2023, ya que las empresas automotrices se apresuran a establecer operaciones.

En Yucatán, la demanda de energía ya está aumentando alrededor de un 7 por ciento anual, en comparación con un promedio de alrededor del 3 por ciento a nivel nacional, según datos de la CFE. Levy Abraham Macari, presidente de la cámara empresarial y turística Canaco en Mérida, dijo que el nuevo gasoducto podría impulsar el producto interno bruto de la región hasta en un 3 por ciento en sus primeros años de operación. También traería miles de empleos más que prometen reducir la pobreza en el estado.

“Es probable que varios cientos de millones de pesos fluyan a sectores con uso intensivo de energía, como la manufactura y la industria”, dijo Abraham. “Todos los elementos están reunidos para que Yucatán se convierta en un estado extremadamente atractivo para hacer negocios”.

La dependencia de México del gas barato de Texas no es nada nuevo. Alrededor del 60 por ciento de la energía generada en el país depende del gas, y más del 70 por ciento de esa cantidad proviene allá, según Fitch Ratings.

Las exportaciones de gasoductos estadounidenses a México crecieron un 8 por ciento el año pasado, según la Administración de Información Energética de Estados Unidos, y están aumentando a un ritmo récord. México importó alrededor de 6 mil 800 millones de pies cúbicos de gas por día en junio, según datos compilados por Bloomberg.

“Vemos la abundante oferta de gas a bajo costo en el sur de Texas como una oportunidad para que México, Canadá y Estados Unidos desarrollen su industria y crezcan juntos como bloque”, dijo en una entrevista Leonardo Robles, vicepresidente y director comercial de gasoductos naturales de México en TC Energy. Una vez que se complete la construcción este año y el gas comience a fluir en mayo, “el crecimiento en términos de empleos, desarrollo económico y social en Yucatán será significativo”.

¿Cómo ayudará el oleoducto a disminuir emisiones contaminantes y por qué los ambientalistas se oponen?

Aunque parezca contradictorio, el oleoducto podría en realidad ayudar a reducir las emisiones de dióxido de carbono en Yucatán en el corto plazo.

La medida permitirá a la empresa estatal de servicios públicos de México convertir dos importantes plantas eléctricas en Mérida y Valladolid para que quemen gas en lugar de petróleo y diésel, que emiten más CO2 cuando se queman. La CFE estima que la medida reducirá las emisiones en la región en un 27 por ciento, ahorrará casi 3 mil millones de dólares en los próximos 30 años en costos de combustible, reducirá las facturas para los consumidores y agregará 1.5 gigavatios de capacidad de generación a la red.

El SGP alimentará dichas instalaciones a través de una ampliación del  oleoducto Mayakan, cuya finalización también está prevista para el próximo año.

Los ambientalistas, no obstante, se oponen al gasoducto, pues advierten que, a largo plazo, aumentará las emisiones de México. Si bien el gas libera menos CO2 que el diésel o el carbón cuando se quema, es mucho más dañino para el clima cuando se filtra de pozos o tuberías. Cuando se libera sin quemar, el principal componente del gas natural, el metano, es aproximadamente 80 veces más potente que el dióxido de carbono a la hora de atrapar el calor durante sus primeras dos décadas en la atmósfera.

“Las emisiones de metano de los proyectos de gas natural son mucho más difíciles de rastrear que las emisiones convencionales de gases de efecto invernadero debido a las fugas de las tuberías y otros equipos de almacenamiento y transporte”, dijo en una entrevista Daniel Zavala, un científico que rastrea las emisiones de metano en el Fondo de Defensa Ambiental.

Sin duda, el plan energético de Sheinbaum muestra que considera al gas como una parte clave de la matriz energética más amplia de México, que está impulsando para cambiar a fuentes más ecológicas en medio de una revisión de las leyes energéticas de México que aumentaría el control estatal del sector. La mandataria ha prometido poner fin a la quema de gas por parte de Pemex y se comprometió a que toda la nueva demanda de energía en México será cubierta con energías renovables una vez que se completen los proyectos actuales.

Además de su proximidad a un frágil ecosistema de arrecifes frente a la costa de Veracruz, los ambientalistas sostienen que el oleoducto altera el sustento de las comunidades indígenas y pesqueras y amenaza los sitios de cría de tortugas marinas en peligro de extinción. También afirman que se dividió en dos proyectos separados en el papel para acelerar los estudios de impacto ambiental y el proceso de permisos.

Este proyecto ha violado sistemáticamente los procedimientos de impacto ambiental y consulta pública”, dijo Pablo Ramírez, activista de Greenpeace México. “Existen muchas otras alternativas para llevar energía limpia y accesible a Yucatán”.

Los grupos ambientalistas dicen que están evaluando sus opciones legales para bloquear la finalización del proyecto, pero las perspectivas parecen escasas.

TC Energy dice que ha tomado medidas en el diseño y la construcción del oleoducto para controlar estrictamente las emisiones de metano, y que gastó más de 50 millones de dólares en estudios ambientales, que incluyeron consultas públicas, para analizar más de 11 mil kilómetros de lecho marino y garantizar que el oleoducto no afectaría al arrecife.

El proyecto se dividió en dos fases para tener en cuenta diferentes consideraciones en la construcción de los tramos terrestres y marinos del gasoducto, según un portavoz de la empresa. Los estudios ambientales incluyeron un análisis holístico de sus impactos y el estudio se presentó para alinearse con todos los requisitos regulatorios en México y con los estándares internacionales, dijo el portavoz.

Para Robles, el ducto permitirá a la Península de Yucatán abordar lo que se conoce como el “trilema energético”.

“A medida que aumenta la demanda de energía, las soluciones deben ser competitivas en términos de costos para impulsar el crecimiento social y económico, y también cumplir con los objetivos de sostenibilidad para ayudar a reducir las emisiones”, dijo Robles. “La solución que tenemos a mano en este momento es el gas natural”.

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