Las dos mujeres del personal de tropa del Ejército, vestidas con sus uniformes café y con zapatos negros impecables, platican desde las gradas del Campo Marte sobre los cambios que vienen.
Las citaron desde las siete de la mañana, tres horas antes de que llegara el Presidente, Andrés Manuel López Obrador, para la ceremonia oficial de Salutación que demuestra el respeto de las tropas por su nuevo comandante supremo.
"Lo van a integrar a la Guardia Nacional, creo que lo van a cambiar a Toluca", cuentan las militares sobre el futuro de uno de sus compañeros, con expresiones de resignación.
En el campo, cuando López Obrador llega acompañado de la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero y de Alfonso Durazo, secretario de Seguridad Pública, 21 salvas de cañón se escucharon para demostrar su respeto.
El nuevo jefe del Ejecutivo se para enfrente de la enorme bandera nacional que lentamente se izó en su honor. El saludo al lábaro patrio lo hace con la mano en el corazón.
Después recorre a cada uno de los batallones, subido en un Jeep militar y flanqueado por los nuevos secretarios de la Defensa Nacional y de Marina.
Los militares lo saludan con varios gritos de "¡buenos días, señor presidente!" y él respondía el gesto saludando con su mano derecha.
Desde el templete, muy serio, López Obrador les explica a la tropa, a generales y almirantes, que ahora, con su gobierno y con la Guardia Nacional, tendrá la responsabilidad de pacificar al país, les asegura también que deben cuidar los derechos humanos, pero también los reconoció en su labor.
Les dice que los mexicanos confían en ellos y que aunque han hecho "tareas ingratas" siguen teniendo el mayor respeto de la población.
El discurso se alarga, muy al estilo del nuevo Presidente, tanto que algunos miembros del Ejército comienzan a desmayarse. En total tres personas son vencidas por el intenso sol y dos de ellas son sacadas en camillas.
En el templete, López Obrador asegura que no se forzará a nadie, que la Guardia Nacional será una "convocatoria" y que se respetará sus salarios. Como suele decir el presidente, no se obligará a nada.
Pero al final, los miles de asistentes tienen que esperar quietos y en formación unos minutos hasta que se retire el comandante supremo.
Cuando se les da la orden, todos salen poco a poco. Y así, viéndolos por grupos y ordenados, parece que la integración será obligatoria…más que voluntaria.