En el cementerio municipal de Coatzacoalcos los trabajadores corren de un lado a otro con palas y cemento. El lugar está lleno de hoyos, son las fosas que resguardarán los cuerpo de varias de las víctimas del atentado al bar 'El Caballo Blanco' al sur de Veracruz.
Al lugar llegan las camionetas de las empresas funerarias y de ellas descienden los féretros que, entre llantos y clamores, recorren en hombros el camino que les lleva a sus tumbas.
Los puños de tierra caen sobre las cajas de madera, luego vienen las lozas de cemento que separan el mundo de los vivos del de los muertos, después las flores, las veladoras, el nombre y las fechas que marcan el paso por esta tierra.
Xóchitl Nayely Irineo Gómez, Erik Hernández Enríquez y Ozuki Rodríguez Pacheco, fueron algunas de las víctimas a las que sus familiares les dieron el último adiós en el Cementerio Municipal de Coatzacoalcos.
Alrededor de los féretros algunos lloran, otros rezan y se abrazan para buscar y brindar consuelo ante la perdida del ser amado.
De acuerdo a lo que informaron algunos familiares, funerarias de Coatzacoalcos se solidarizaron con las familias de las víctimas y donaron sus servicios para que las víctimas tuvieran un funeral digno.
Sin embargo, con los entierros la violencia no queda atrás. Unos piden justicia ante el asesinato de 28 personas, otros piden apoyo del Gobierno para las parejas e hijos de las víctimas, ya que estas representaban el sostén de su hogar.