En la Comisión Mexicana de Ayuda al Refugiado, donde los migrantes esperan su cita para solicitar asilo, los salvadoreños se mostraban escépticos este jueves sobre el plan que los presidentes de México y El Salvador tienen previsto anunciar como parte de un programa integral para frenar el flujo de migrantes hacia el norte.
"Esto está muy bien, que den trabajo, pero si no acaba la violencia no servirá", dijo a The Associated Press Carlos Vindel, un chofer de 24 años que junto con dos adultos y dos niños cruzaron el martes la frontera y llegaron a Tapachula. "Aunque haya proyectos van a seguir saliendo", afirmó Vindel, quien huyó porque los pandilleros querían que trabajara para ellos.
El hombre estimó que ahora que el nuevo presidente salvadoreño Nayib Bukele anunció que perseguirá a las pandillas, "se va a poner más crítico, va a haber más violencia porque las maras responden".
Miles de salvadoreños han emigrado en los últimos meses por la pobreza y la violencia en su país similares a la que viven sus vecinos de Honduras y Guatemala, los tres países que conforman el llamado Triángulo Norte.
Y aunque el flujo parece haberse reducido en los últimos días con el despliegue de la Guardia Nacional en muchos puntos de la frontera sur de México, el goteo de migrantes continúa.
El canciller mexicano Marcelo Ebrard indicó la víspera que 14 agencias de las Naciones Unidas están dispuestas a colaborar con el plan para Centroamérica en el que también se han comprometido a participar Estados Unidos y varios países europeos, aunque sin cifras concretas.
Pero toda esa ayuda puede llevar tiempo en dar resultados.
"La pobreza no va a cambiar", aseguró Marisol Martínez, que salió de El Salvador porque a su hija de 13 años ya la habían amenazado y temía que al chico de 14 pronto quisieran reclutarlo las maras. Los tres cruzaron a México con Vindel esta semana. "Me dio miedo... pero gracias a Dios lo logramos".
En lo que va del año más de 24 mil personas han solicitado asilo en México, casi la misma cantidad que en todo 2018.
Hasta que logran la primera cita para iniciar el proceso -que puede durar hasta 100 días- muchos como la hondureña Yesenia Hernández, su marido y sus dos hijos, tienen que dormir en la calle porque los albergues están llenos.
"Si hubiera oportunidades, trabajo, hospitales todo eso allá, no vendríamos", dijo Hernández, procedente de San Pedro Sula. "Y si no existiera violencia".