A las grandes compañías de internet les encanta hablar de cómo están "perturbando" una cosa o la otra, pero, con todo, lo que las grandes compañías siempre han querido: centros de trabajo que conmemoren sus productos y valores.
Eso es un reto porque los programas informáticos son invisibles y el cambio es la mercancía de mayor valor de la alta tecnología. Tan insustancial como parece un cubículo, el sector de la tecnológica ha dado paso a largas mesas y amplios pizarrones en oficinas de espacios abiertos, donde todos tienen acceso a una señal común de Wi Fi. Los equipos de oficina crecen o se encogen en estos cuartos abiertos, y el trabajo y la información se mueven tan rápido como es posible.
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El aspecto de página en blanco de un enorme salón puede alentar la comunicación, pero tiene un importante inconveniente.
"Sin inspiración, un plan abierto va en contra de la creatividad", notó John Maeda, un exdirector de la Escuela de Diseño de Rhode Island, hoy socio de diseño en Kleiner Perkins Caufield & Byers, una firma de capital de riesgo. "Cuando inyectas los valores de la compañía, tratas de representar algo en medio de un cambio perpetuo".
Son cada vez más las compañías en Silicon Valley las que pagan a los constructores para que fusionen sus valores de velocidad, cambio y productividad con sus sentidos, rarezas y astucias corporativas. Es un gran cambio. Hace ya tiempo que Silicon Valley se enorgullecía de hacer las tecnologías que han cambiado al mundo desde un humilde garaje o el anodino parque de oficinas. Los nuevos espacios son más distintivos, conforme las empresas buscan construir un perfil del consumidor y quizá hasta una lealtad duradera.
Las compañías sueñan a lo grande. Apple planea construir nuevas oficinas en forma de anillo que serán tan distintivas como sus productos. Allá en Seattle, Amazon está construyendo nuevas oficinas de estilo urbano, utilitarias y funcionales, como su sitio web.
Cuando las empresas sienten que están cambiando tanto al mundo como lo hacen estas compañías, no solo necesitan oficinas. Necesitan monumentos.
Las oficinas centrales de Facebook en Menlo Park, en California, son un conjunto de 11 edificios que rodean a una plaza para transeúntes, estilo Disney, y un paseo de doble sentido. El complejo tiene una panadería que vende magdalenas y un sitio para barbacoas, una tienda de madera, una imprenta y un salón de juegos. Además, hay dos cafeterías, una tienda de dulces, puestos de tacos, hamburguesas, pizzas y ensaladas, así como tres pequeños restaurantes. (Pronto habrá un lugar de pastas.) Todo es gratis o está subsidiado.
La sensación de "calle principal de Estados Unidos" no es ningún accidente. Sheryl Sandberg, la principal directora operativa de Facebook, también forma parte del consejo de administración de Disney, y trajo a consultores de Anaheim, California, y Orlando, Florida, para perfeccionar el aspecto de Facebook. Como en el propio reino mágico, toda esta diversión está diseñada a propósito, en beneficio de la espontaneidad.
Nadie tiene una oficina, aunque, ocasionalmente, el director ejecutivo Mark Zuckerberg, realiza reuniones en un enorme cubo de vidrio, en medio del campus.
El lema no oficial de Facebook es "hack", un término de ingeniería que ha llegado a significar volver a hacer algo con la apasionada falta de observancia de las normas comunes que tiene el aficionado. Los "hackatones" de toda la noche en Facebook no son solo un eco de sacar un proyecto antes de los exámenes finales en la universidad: son esfuerzos para seguir experimentando, para probar algo nuevo antes de que lo haga alguna empresa emergente incompleta.
Hay máquinas que despachan nuevos productos periféricos, como teclados, sin ningún costo, si es que está cerrado el escritorio auxiliar.
Hay carteles por todas partes, incluidas las entradas para empleados, en los que se exhorta a cambiar, al "hacking" y a ser audaces. Los sentimientos típicos incluyen: "arriesgarse da energía" y "¿Qué harías si no tuvieras miedo?". El espíritu guía es la propia frase de Zuckerberg: "Ya se concluyó el uno por ciento del viaje".
En los edificios hay 6 mil personas. En el pasado, Facebook rotaba a unas mil al mes, reubicándolas a proyectos de corto plazo. Zonas de reuniones informales quedan separadas del plan abierto mediante paneles de contrachapado que cuelgan del techo, una referencia visual "bajo construcción", cuyo objetivo es reforzar el etos de la compañía.
"Están diseñados para cambiar la forma de pensar", dijo John Tenanes, quien supervisa los edificios de Facebook como su director inmobiliario. "Aun si la reunión no se desarrolla con mayor rapidez, queremos que la gente llegue con cosas nuevas".
En San Francisco, un elevador se abre a muros con tablones de un granero campestre. En caso de no tenerse la referencia, la computadora en la recepción está dentro de una falsa casa para pájaros: es Twitter, cuyo símbolo es un ave que sale y cuyo director ejecutivo fue alguna vez un cómico que improvisaba.
La ironía se ha deslizado hacia los valores arquitectónicos de muchas compañías en Silicon Valley, como si la joven realeza de la tecnología mitigara con bromas la vergüenza de manejar negocios milmillonarios.
En Twitter, no obstante, la ironía no se desliza; se lanza a la cargada como avestruz. Justo afuera de la cafetería, llamada "comedero de pájaros", una familia de venados de plástico, con colores de neón, está junto a los sillones, sobre los cuales hay almohadones con las palabras bordadas: "Home Tweet Home". Cubos suaves e irregulares sirven de zonas improvisadas para reuniones. Hay amplias estacas y varas en muros y techos, como si fueran nidos en construcción.
La compañía alienta las reuniones informales en esta escenografía de poca tensión, con la esperanza de que ayude a fomentar ideas nuevas. De vuelta en la zona de negocios, hay espacios de trabajo abiertos, junto con archiveros individuales con ruedas que se pueden mover a donde quiera que vaya a trabajar el empleado.
La zona más importante para comer, al otro lado de los elevadores, también se conoce como Plaza Principal. Twitter se diseña como "plaza principal mundial" debido a todas las conversaciones públicas que aloja, y le gusta la apertura del área no solo para reuniones ocasionales, sino también para las semanales donde Dick Costolo, el director general, preside desde una pasarela sobre los vecinos del lugar.
Pareciera que no hay una sola parte en Google en la que no haya obsesión por la información, y se muestra en el tipo de lugares para trabajar, ajustados y omniscientes, que se ha construido la compañía. Sus oficinas centrales, en Mountain View, California, tienen sus esculturas de dinosaurios y magdalenas, y bicicletas multicolores para el transporte interno. Sin embargo, no hay que engañarse: hasta lo que parece ser un capricho es resultado de la toma de decisiones cuidadosa, basada en datos.
Por ejemplo, las comidas gratuitas en Google, famosas por su calidad, son resultado de un detallado estudio. A los ejecutivos les repugnaba la falta de eficiencia de la cafetería común, en la que se pagaba; la gente dedicaba demasiado tiempo para ir a otra parte a comer, o buscar algún cambio si se quedaba. Aun si era desperdiciar un minuto, era lógico hacer que la comida fuera divertida y gratis.
Google trata de medir tanto como puede la experiencia de sus empleados. Cuando se coloca una toma de teléfono para el escritorio de alguien, el personal de instalaciones envía un correo electrónico en una hora para pedirle que califique la amabilidad y eficiencia. Cuando se colocan plantas en un marco enorme, en un muro insulso, se mejora el aspecto y se incrementa el oxígeno en el salón, según Anthony Ravitz, el líder del "Equipo Verde" en Google Real Estate, el departamento responsable de las instalaciones de la empresa.
Ravitz mencionó estudios de "biofilia" o amor por la naturaleza y sus efectos en aliviar los niveles de estrés.
"Estamos detrás del santo grial para el sector del conocimiento; cómo medir la productividad", dijo. "No solo se trata de cuán rápido puedes teclear palabras o qué tan bien hiciste una línea de un código. Se trata de cómo te sentiste al respecto y si tuviste la energía suficiente para jugar con tus hijos cuando llegaste a tu casa".
Para averiguar esas cosas, Google Real Estate es más un laboratorio que un departamento de mobiliario. No se trata de denigrar a la humilde silla: tras una evaluación ergonómica inicial, a cada empleado nuevo se le da la silla adecuada, que va a donde vaya si lo reubican. Durante la visita reciente de un reportero, Google Real Estate estaba probando cinco tipos de sillas para escritorio, tres para relajación, 10 sistemas de iluminación, dos sistemas de calefacción y cuatro formas de distribuir el calor.
"Si la gente está más satisfecha con la temperatura, está más cómoda y es más creativa", dijo Ravitz.