HARBIN.⎯ Cuando llegó por primera vez a la ciudad de Harbin, en el noreste de China, en 1984 para asistir a la universidad, Bu Chong quedó asombrado al ver un imponente edificio estilo europeo en el campus con altas columnas, puertas en arco y elaborados relieves. "Soy del campo", dijo, "y nunca había visto algo así".
Para Gao Hong, una empresaria local, esas estructuras no son tan sorprendentes. Son características estándar del Harbin que conoció en su niñez, una ciudad construida a fines del siglo XIX como un puesto de avanzada en el Lejano Oriente de la Rusia imperial, una base para el Ferrocarril Oriental Chino en lo que alguna vez se conoció como Manchuria.
Pero los dos han atestiguado algo en común: la demolición de la antigua arquitectura para hacer espacio para ampliar carreteras y bloques de rascacielos de estilo uniforme.
"Al menos un tercio de estos edificios antiguos ha desparecido", se lamentó Gao. "La ciudad ha cambiado más allá del reconocimiento".
Consternados por la destrucción y empoderados por las redes sociales, Bu, Gao y otros residentes locales se han unido para preservar lo que queda de la arquitectura rusa de Harbin, que ha sido golpeada por las olas de la guerra, la revolución y, ahora, el nuevo desarrollo urbano.
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Una de sus causas actuales es el Puente Jihong, construido en los años 20 por ingenieros rusos y clasificado en 2013 como una "reliquia cultural inamovible" por la Administración Estatal del Patrimonio Cultural, lo cual significa que cualquier cambio debe ser aprobado por el gobierno central.
El año pasado, cuando el gobierno municipal de Harbin decidió que el puente tendría que ser retirado para hacer espacio para una línea del tren de alta velocidad, se topó con una fuerte resistencia de los residentes locales. Cientos firmaron peticiones y miles escribieron comentarios en internet demandando que el gobierno abandonara el plan. Algunos colgaron estandartes de protesta en el puente.
Bu, ahora profesor de arquitectura en su alma máter, el Instituto de Tecnología de Harbin, redactó una carta el verano pasado, firmada por muchos profesores y estudiantes, instando al gobierno municipal a preservar el puente.
"Difícilmente hay alguien aquí en Harbin que no conozca el Puente Jihong", dijo Gao durante el almuerzo en Lucia, un restaurante ruso. "Así que hubo una reacción enorme porque la gente tiene sentimientos increíblemente profundos en torno al mismo".
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La Administración Estatal del Patrimonio Cultural también intervino, rechazando el plan inicial del gobierno de Harbin de desmantelar el puente y trasladarlo a una nueva ubicación.
"Nuestra actitud fue firme", dijo Song Xinchao, el subdirector de la administración. "La importancia de este puente es: Es Harbin y la memoria común de su gente".
Según el plan que finalmente fue aprobado, el puente será mantenido en su sitio original pero sobre una arcada más ancha y alta para dar cabida a la nueva línea ferroviaria.
Esta no era la primera vez que Gao enfrentaba la posible destrucción de un emblema de la ciudad. En 2014, empezó a investigar y a escribir sobre las estructuras más antiguas restantes en WeChat, la plataforma de mensajes sociales. Un edificio de tres pisos, ahora una joyería, albergaba al Consulado de Estados Unidos. Otro, el hogar de un empresario ruso, fue confiscado en los años 30 por soldados japoneses que convirtieron su sótano en una prisión.
Eso se convirtió en un blog llamado "Descubriendo los misterios de Harbin", con historias sobre más de 60 sitios. Se formó un grupo de discusión en línea. Ahora tiene unos 100 miembros, muchos de ellos arquitectos, artistas y eruditos locales que en ocasiones se reúnen para considerar qué acciones pueden emprender para preservar la arquitectura y cultura distintivas de Harbin. Uno de sus sitios de reunión es el restaurante Lucia, cuyo dueño, Hu Hong, un arquitecto hijo de madre rusa y padre chino, es un miembro activo del círculo de conservacionistas.
La calle donde Hu creció antes estaba flanqueada por villas. Pero a partir de los años 80, con la introducción de una economía basada en el mercado y la especulación inmobiliaria, dijo, "empezó la demolición".
"Fue una apertura y reforma económica y la construcción empezó a escala masiva", dijo Hu, sentado en su restaurante, cuyos paneles de madera en el techo y las paredes fueron tallados por él mismo, una habilidad que dominó cuando fue enviado al campo a trabajar en su adolescencia en los 70. "Dijeron que necesitaban construir más departamentos, porque no teníamos suficientes viviendas, pero la calidad de esos nuevos departamentos es muy lamentable".
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El nacimiento de Harbin es diferente al de otras ciudades chinas. En 1898, ingenieros rusos y trabajadores procedentes tanto de Rusia como de China llegaron a construir el Ferrocarril Oriental Chino. Pronto fueron seguidos por judíos rusos que huían de las matanzas, y luego aristócratas expulsados por la Revolución Bolchevique y tropas de la Rusia Blanca que buscaban refugio tras ser derrotados en la guerra civil.
Para los años 20, más de 100 mil rusos se habían establecido en Harbin, junto con miles más que representaban a por lo menos 50 nacionalidades. La ciudad se convirtió en un importante centro económico, con anchos bulevares, iglesias ortodoxas con domos en forma de cebolla, villas, tiendas departamentales y hoteles. Los nuevos colonos establecieron hospitales, bancos y teatros, publicaron periódicos y fundaron compañías de ballet y orquestas.
Los chinos también fueron atraídos a Harbin, primero para ayudar a construir el ferrocarril y luego por los negocios. Algunos establecieron tiendas y fábricas y se volvieron emprendedores exitosos. Tomando prestados diseños de sus vecinos extranjeros, muchos construyeron casas de piedra con exteriores europeos y patios interiores estilo chino; un estilo que los residentes locales comúnmente llaman "barroco chino".
La primera remodelación importante de Harbin ocurrió poco después de que los comunistas llegaron al poder. Cuando Mao Zedong visitó Harbin en 1950, declaró que debería transformarse de una ciudad basada en el consumo en una dominada por la producción. El gobierno central hizo de Harbin una base industrial y construyó grandes fábricas y bloques de departamentos estilo soviético. Luego, durante la Revolución Cultural de los 60, un 80 por ciento de las alrededor de 50 sinagogas e iglesias de la ciudad fueron demolidas por Guardias Rojos, incluida la gran catedral ortodoxa, San Nicolás, construida en 1900.
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Es solo en los últimos años que el gobierno local, dándose cuenta finalmente de que la arquitectura singular de la ciudad podía atraer a turistas, empezó a renovar algunos de los edificios más antiguos sobrevivientes. Ahora, la ciudad se enorgullece de la Catedral de Santa Sofía, la cual ha sido preservada como museo, y los edificios rusos a lo largo del Bulevar Central. Una sinagoga ha sido convertida en sala de conciertos, y otra en un museo judío.
Pero para los conservacionistas locales, esos esfuerzos han llegado demasiado tarde y, en algunos casos, han sido mal planeados.
En el barrio de Lao Daowai, el gobierno municipal ha desahuciado a los residentes locales, ha derribado casas antiguas, las ha reemplazado con nuevos edificios que imitan un estilo antiguo y ha rentado las estructuras a empresas comerciales.
El proyecto, que tiene contrapartes en muchas otras ciudades chinas que han construido nuevas "ciudades antiguas", se ha topado con la burla de los conservacionistas locales que dicen que es absurdo que el gobierno tire la auténtica arquitectura más antigua y construya imitaciones.
"Es un fracaso, porque es falso", dijo Hu.
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Desahuciar a los antiguos residentes, y con ellos a los restaurantes y tiendas populares que ellos operaban, ha destruido el carácter del distrito, afirman.
"La gente se ha mudado y las tiendas se han ido", dijo Yin Haijie, profesora de sociología del Instituto de Tecnología de Harbin. "La preservación cultural no significa nada para los desarrolladores inmobiliarios y el gobierno. No se está considerando nada más que los intereses económicos".
Yin dijo que la ciudad carecía de buenos canales para que los expertos y conservacionistas locales se comuniquen con el gobierno. "Realmente estamos en desventaja. El gobierno es fuerte y la sociedad es débil", dijo.
En una tarde reciente, los trabajadores estaban perforando en las aceras de concreto del Puente Jihong. Los cuatro obeliscos y las cabezas de león talladas que han sido sus centinelas durante casi un siglo destellaban bajo el sol.
"Lo hemos intentado", dijo Gao. "Al final quizá seamos impotentes, pero seguimos haciendo nuestro mejor esfuerzo".
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