New York Times Syndicate

Una ciudad autofabricada emerge en campo de refugiados

Zaatari da cobijo a 85 mil sirios que huyeron de la violencia y poco a poco se está transformando en una pequeña urbe que marca el rumbo que para muchos deben tomar los campamentos de refugiados.

CAMPAMENTO DE REFUGIADOS DE ZAATARI, Jordania. Un joven vendedor sirio se detuvo en la peluquería de Ahmad Bidawi para una afeitad, se escuchaba la música en el aire enfriado por el ventilador. Afuera, en lo que se ha convertido en la principal franja comercial de uno de los campamentos de refugiados más grandes del mundo, trabajadores guiaban carretillas cargadas de leña y electrodomésticos a través de multitudes bañadas por el sol que pasan el rato enfrente de las tiendas.

La escena difícilmente podía haberse sentido más alejada del caos que se vive justo al otro lado de la frontera, del cual huyó Bidawi, como los demás refugiados. Siria está a solo unos kilómetros de distancia y desde el campamento se pueden sentir los bombardeos. Agricultor en su país y hábil en muchos oficios, Bidawi llegó con su esposa e hijos hace un año, sólo para ver morir a su hija menor en el campamento, asfixiada por el gas lacrimógeno disparado por guardias que sofocaban un motín. Todos en Zaarati tienen historias de horror sobre casas destruidas, familiares perdidos y malas épocas en el campamento.

Pero ahora, a un ritmo asombroso, Zaatari se está convirtiendo en una ciudad informal: una repentina metrópolis autofabricada de aproximadamente 85 mil habitantes con el surgimiento de barrios, aburguesamiento, una economía creciente y, bajo las circunstancias, algo cercano a la normalidad, aunque todos los refugiados anhelan regresar a sus hogares. Incluso hay una agencia de viajes que ofrecerá el servicio de transporte al aeropuerto, y entrega de pizzas, con un sistema de domicilios para los refugiados que los funcionarios del campamento están tratando de copiar.

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El cambio, acelerado por el caos regional y sirios con iniciativa, ilustra un impulso de civilización básico hacia la urbanización que evidentemente sucede incluso en lugares desesperados; personas que dejan su sello dondequiera que viven, haciendo propios los espacios que ocupan. Al mismo tiempo, la evolución de Zaatari indica más ampliamente una forma de pensar totalmente nueva sobre una de las crisis más apremiantes del planeta.


En junio, el Alto Comisariado de Naciones Unidas para los Refugiados reportó que el número de refugiados en todo el mundo en 2013 alcanzó los 50 millones, la mayor cantidad desde la Segunda Guerra Mundial, una cifra sustancialmente incrementada por el conflicto sirio. Sumemos a eso el millón de iraquíes desplazados durante los primeros meses de este año.

Estas enormes migraciones forzadas han acelerado las discusiones sobre la necesidad de tratar a los campamentos como más que centros poblacionales de transición, más que rediles que contienen humanos con tiendas de campañas para los errantes.

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Un número de trabajadores de ayuda y otros de pensamiento progresista están viendo a los campamentos de refugiados como potenciales incubadoras urbanas, lugares que pueden crecer y desarrollarse e incluso beneficiar a los países anfitriones, sitios ideados desde el principio para abordar las necesidades a largo plazo de esos países en vez de convertirse en lastres en esas naciones.


Ese pensamiento es impulsado por la realidad: las familias sirias e iraquíes, sin un camino claro hacia la paz, y sin otra opción, pues sus países se desintegran, se encuentran enfrentando el exilio extendido en lugares como Zaatari, a los que los refugiados están de hecho modernizando por la urgencia de atender a sus necesidades inmediatas.

"Se puede llamar a un lugar como Zaatari transitorio y no construir la infraestructura adecuada", como dijo recientemente Don Weinreich, socio en Ennead Architects en Nueva York. Ennead está colaborando con la agencia de refugiados de la ONU y la Universidad de Stanford en reimaginar cómo y dónde deberían planearse y construirse los campamentos de refugiados en todo el mundo.

"Pero el desarrollo orgánico, impulsado por los refugiados, es irrefrenable", dijo Weinreich. "La transitoriedad cuesta más a largo plazo. Ya sea que se aliente el crecimiento en la manera adecuada o se le combata, sucederá de cualquier manera".

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Eso es lo que hace a este extendido y desordenado campamento en el desierto jordano un caso de estudio tan imperioso en la construcción de ciudades; o como le llama Kilian Kleinschmidt, el funcionario de la ONU a cargo de Zaatari, “el proyecto más fascinante en el planeta en lo que se refiere al desarrollo de campamentos”.


No es que Zaatari sea como el centro de Amán. Es un lugar sucio, desolado y plagado de delincuencia. La mayoría de esos negocios y tiendas no están autorizados. Gran parte del sitio sigue siendo una ciudad de tiendas de campaña. Pero está muy lejos de ser un campamento como Azraq, el cual Jordania y la agencia de refugiados de la ONU abrieron a los sirios recientemente, o como los campamentos en Turquía, operados por el gobierno turco, que tienen instalaciones modernas pero están diseñados para suprimir el tipo de urbanismo elemental que ha modificado a Zaatari.

Azraq, ubicado a kilómetros de cualquier parte, es vigilado estrictamente, con refugios fijos de metal corrugado ubicados en un orden militar, pisos de tierra y baños públicos, y no tiene electricidad. Hasta ahora, unos 11 mil sirios han llegado ahí. El campamento está planeado para albergar a más de 100 mil.

Kleinschmidt enlistó las cifras para Zaatari: 14 mil familias, 10 mil letrinas y baños privados, 3 mil lavadoras, 150 jardines privados, 3 mil 500 nuevos negocios y tiendas. No lejos de la peluquería de Bidawi, Zaatari tiene una tienda de mascotas, una florería y un negocio de helados de fabricación casera.

Los refugiados compran pollos rostizados de un local de comida para llevar en la calle principal, llamada Champs-Élysées.

La transformación de Zaatari sucedió después de que Kleinschmidt empezó a dialogar con, y por lo tanto neutralizar, a los grupos tipo mafia que se habían apoderado del control del campamento. Al mismo tiempo, trabajó para enlistar a aliados entre los refugiados, alentando iniciativas populares. De hecho, empezó a tratar a Zaatari no como un campamento sino como una ciudad.

"Diseñados campamentos de refugiados; los refugiados construyen ciudades", dijo.

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Los refugiados de Zaatari roban la electricidad que alimenta a sus tiendas y lavadoras a un ritmo de 750 mildólares al mes, una carga insostenible para la ONU. Kleinschmidt convenció a los dueños de tiendas de instalar interruptores para que el sistema no colapse, y ahora está trabajando en un plan para instituir cuotas mensuales para los dueños de tiendas; formalizando lentamente la economía del campamento, un enfoque justo y políticamente inteligente.


Jordania recibe un millón de dólares diarios en ayuda internacional, y algunos jordanos, incluidos los dueños de propiedades, los bancos y los pequeños negocios, se benefician de la afluencia siria. Pero los jordanos pobres, que pagan sus servicios públicos, se quejan de que los sirios les roban empleos, hacen que suban las rentas, atestan las escuelas y drenan los recursos.

Esas quejas explican en parte la existencia de Azraq, que parece sobre todo concebido para evitar que los sirios escapen o se conecten a servicios públicos. Si crece como está previsto, sin duda sucumbirá de cualquier manera a las inevitables fuerzas de urbanización que están cambiando a Zaatari, que estará ocupado por varios años más, si no por los sirios entonces por jordanos.

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Instalar un sistema de agua municipal permanente ahí costaría lo que la ONU ahora gasta cada año en trasladar agua al campamento en camiones cisterna, y se invertiría en desarrollo a largo plazo.


Kleinschmidt, impulsando esta filosofía, está hablando con, entre otros, representantes de Google sobre el cableado del campamento y con la oficina de planificación urbana en Ámsterdam, que recientemente ofreció 10 mil bicicletas al campamento, una idea que llevó a algunos refugiados sirios astutos a abrir talleres de reparación de bicicletas aun antes de que llegaran éstas.

Ese tipo de espíritu emprendedor debería servir a la economía jordana. Un signo de que los funcionarios jordanos podrían estar adoptando este tipo de pensamiento a largo plazo es una reciente promesa por parte del Ministerio del Medio Ambiente de entregar miles de árboles al campamento.

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