Hiram Peón

Hiram Peón: La nueva esclavitud laboral

¿Debemos desechar el outsourcing?

La semana pasada hablamos de las tres preguntas que nos hacemos en los momentos críticos de nuestra vida son: quien soy, cuál es mi propósito en la vida y a donde me lleva.

Dijimos que nuestro estado navega con un nuevo capitán al timón pero con las mismas incógnitas. ¿Vamos bien? ¿Vamos en la dirección correcta? Nuestros aliados ¿son los adecuados? ¿Los cambios que se están haciendo son los correctos?

Entre otros temas se escuchan voces que afirman “acabar con el outsourcing es algo bueno”, y uno se pregunta “bueno para quién”.

Buscando una descripción del modelo de outsourcing encontré estos párrafos que no tienen mucha desviación en su concepción:

“Es el proceso mediante el cual una compañía identifica un proceso dentro de sus tareas que podría aumentar la productividad y derivar en optimización, involucrando a terceros que son subcontratados para ejecutar esa tarea o actividad.

En realidad consiste en delegar funciones a una empresa o equipo especializado, para aumentar la producción, acceder a mejores tecnologías (que no son originalmente de la empresa contratante) o abaratar los costos dentro de la organización.

Las tareas van desde mantenimiento de las instalaciones hasta procesos complejos y meticulosos como la contabilidad o el reclutamiento de talentos”.

Párrafos tomados de “rockcontent.com/es/blog/que-es-outsourcing/” publicado el 18 de marzo de 2019 por Rita Lisboa.

En el centro del tema vemos que una empresa identifica un proceso que alguien más lo podría realizar mejor. Esto significa que ese proceso se puede elaborar más barato, más eficientemente, con menos recursos, con mejor tecnología que la propia, etc. por otra organización.

Hasta aquí todo parece indicar que se está buscando la eficientización de los procesos para tener menores costos y como consecuencia tener más fuerza competitiva.

Con esto en mente, quitar el outsourcing, podría significar sacrificar una competitividad empresarial ganada a través de mucho tiempo, mucho esfuerzo y mucha coordinación.

Aparentemente, la desaparición del outsourcing, no es deseable.

Pero si la competitividad se obtuvo abusando de los colaboradores: dando menores salarios, eliminando la antigüedad, contratando solo por honorarios, privándolos de sus beneficios sociales.

Entonces se trata de un tipo de esclavitud moderna donde no existe la defensa de un sindicato y donde los empleadores abusan de su condición de poder ante una gran oferta de mano de obra y una pobre demanda de trabajadores.

Y esto se pone peor cuando es la propia empresa, y me refiero a la que requiere los servicios de outsourcing, quienes crean empresas fantasmas para prestarse a sí mismos esos servicios, desconociendo el valor del trabajo prestado y dejando en la indefensión a sus propios trabajadores, quienes son despedidos de la empresa para ser contratados, sin prestaciones, en la otra empresa fantasma.

La debatible es que, una vez más, ante la percepción social de un mal manejo de la herramienta, en este caso el outsourcing, la solución del gobierno, del gobernante, es desaparecer un sistema de trabajo que ha probado mejorar la competitividad de un país, para pasar a ser un enemigo del trabajo productivo, solo porque gusta al capricho de AMLO.

Mucho tienen que decir los sindicatos de las empresas y los directivos de Recursos Humanos que tuercen la ética empresarial según su conveniencia.

Mantengamos la esperanza. Hasta la próxima.

El autor es experto en comunicación corporativa y situaciones de crisis. Cuenta con un MBA del ITESM

Contacto:

Mail: hirampeon@gmail.com

Twitter: @Hirampeon

Hiram Peón

Hiram Peón

Politólogo de la Universidad Autónoma de Chihuahua con Maestría en Administración de Negocios del Tecnológico de Monterrey. Consultor de negocios y estrategias de comunicación.

COLUMNAS ANTERIORES

Hiram Peón: Una mano solida en el timón de Axtel
Hiram Peón: Vivir escuchando tu voz interna

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.