Hace unos días, el Servicio de Administración Tributaria, (SAT) adelantó unos datos preliminares en materia de recaudación de impuestos para 2021, que ponen de manifiesto un menor dinamismo, a pesar de la mayor inflación y del mayor crecimiento en el PIB real, versus los supuestos originales.
En efecto, el SAT informó que la recaudación de impuestos para el año pasado, alcanzó la cantidad de $3,561 mmp, registrando un ligero aumento de $28 mmp (0.8 por ciento) con relación a los $3,533 mmp contemplados en LIF, incremento modesto si se considera que la inflación y el PIB aumentaron en más de 4 puntos porcentuales versus lo proyectado.
En términos nominales, lo recaudado en 2020 reporta un incremento de 6.6 por ciento, mientras que el deflactor del PIB estimado para 2021 se estima haya cerrado en un 7.5 por ciento, lo que conduce a un crecimiento negativo en la recaudación de menos 0.9 por ciento para 2021.
Si se compara la recaudación como proporción del PIB, la recaudación en 2021 representó el 13.7 por ciento, mientras que en 2020 fue de 14.5 por ciento, registrando una reducción de 0.8 puntos porcentuales.
Analizando la dinámica de los principales impuestos, lo que se tienen es que el ISR acusa un crecimiento real casi nulo, y mientras que el IEPS se cae fuertemente, incluso en términos nominales, el IVA registra un crecimiento del 6 por ciento en términos reales, que amerita un análisis particular.
En efecto, en materia de IVA, lo que se tienen es que si incursionamos en la estructura interna del tributo, separándolo en IVA nacional y en IVA pagado por las importaciones, lo que se encuentra es que la totalidad del crecimiento real proviene de las importación, donde el IVA aumenta en casi un 30 por ciento nominal, con relación a lo recaudado en 2020, mientras que el IVA interno solo crece en 6.5 por ciento nominal.
Esta información es relevante, porque regularmente no se separa qué parte del crecimiento en la recaudación del IVA proviene de las importaciones, y el mérito recaudatorio se le otorga a la fortaleza del consumo interno, explicado por los mayores ingresos de las familias, tanto provenientes de las crecientes remesas, como por la derrama de los programas sociales gubernamentales.
Preocupa que en un entorno donde el valor nominal de la producción nacional creció en un 12.8 por ciento durante 2021, la recaudación de impuestos haya crecido en solo 6.6 por ciento en términos nominales, ya que la perspectiva para 2022, es de un crecimiento económico modesto, ante el desempeño negativo registrado en los dos últimos trimestres del año pasado.
Es decir, si con la economía creciendo al 5 por ciento real, el cociente de la recaudación a PIB cayó en 0.8 puntos porcentuales, no es difícil pensar en una mayor caída en este indicador, si la economía reduce a la mitad, su ritmo de crecimiento económico.
Es recomendable revisar los modelos econométricos para proyectar ingresos tributarios, ya que en los últimos años se han registrado importantes cambios estructurales (post pandemia) que han modificado las relaciones causales mediante las cuales interactúan estas variables, para obtener proyecciones más actualizadas y precisas.
Finalmente, es importante recordar que el año pasado aún se registraron ingresos extraordinarios no tributarios, pero la perspectiva de que sigan recibiendo está ya casi agotada, y los mayores ingresos petroleros se han canalizado a apoyos a Pemex, además de reducir el pago de sus derechos.
En resumen, será todo un reto hacer frente a los mayores gastos aprobados para 2022, sin presionar el déficit presupuestal ni aumentar más la deuda, conforme los lineamientos marcados a la hacienda pública.