Mucho se habla de institucionalizar la empresa familiar, pero… poco se habla de institucionalizar la familia empresaria. Y es que se asume que la familia, por ser una estructura social milenaria, no requiere “mantenimiento”, “procesos” ni “formación” permanente. ¡Grave error!
La familia empresaria, al igual que el negocio familiar, está en constante evolución en su estructura, dinámica, roles y valores. Justamente por ello, debemos asegurarnos de que sus activos intangibles distintivos—esos que la hacen única y que aportan valor al negocio familiar, se regulen, nutran y adapten (se institucionalicen) a lo largo del tiempo.
¿Cuáles son esos activos familiares intangibles que debemos cuidar e institucionalizar?
1. La Cohesión de la Familia Empresaria
Es el grado en el que los miembros de la familia se encuentran “conectados entre sí” y son capaces de valorarse, fomentar su independencia y a la vez ayudarse unos a otros (solidaridad). Una familia empresaria con un grado de cohesión sana (balanceado) tiene la capacidad de interactuar, apoyar y no estorbar; entiende y respeta la frontera entre negocio y familia; y comparte intereses y actividades.
2. La Práctica Activa de los Valores y Límites Familiares
La familia es el lugar donde aprendemos los valores y antivalores que ejercemos y que gestan nuestra personalidad, actitudes, patrones de conducta y formas de decidir. Una familia empresaria que no vive y transmite valores positivos (excelencia, laboriosidad, iniciativa, sencillez, austeridad), ni pone límites a las actitudes y comportamientos negativos de sus miembros, terminará padeciendo abusos y viviendo en el conflicto.
3. La Comunicación con Valor Añadido
La sana comunicación familiar fomenta la unión y el sentido de pertenencia. Quejarse, enjuiciar a los demás o reclamar no es comunicarse sanamente. Hay que escuchar y entender; estar abierto a cambiar la propia opinión y buscar el bienestar común. Lograr una mejor convivencia sólo es posible cuando estamos dispuestos a dar y recibir; a negociar; a solucionar—no a ganar a toda costa o a imponer mi visión.
4. La Confianza en los Demás
La desconfianza es un sentimiento de inseguridad que limita la empatía y dificulta las relaciones familiares (armonía). Y es que, si no confío hoy en los miembros de la familia, menos confiaré en ellos cuando dirijan el negocio familiar o me representen en el Consejo de Administración. Obviamente, la confianza se gana (con acciones), pero también es cierto que, para confiar en los demás, hay que confiar primero en uno mismo (auto-confianza).
5. La Actualización del Protocolo Familiar
No basta con tener reglas claras y por escrito, hay que vivirlas y revisarlas junto con su asesor familiar-empresarial continuamente. Las circunstancias cambian; las familias y negocios también. No darle “mantenimiento” a sus acuerdos familiares-empresariales implica volver a su inercia original. Es como ponerse a dieta, bajar de peso y luego olvidarse por completo de cuidarse… Obviamente, habrá un “rebote” [muchas veces peor que el estado inicial].
6. La Participación en el Consejo de Familia
El Consejo de Familia pone una frontera entre temas familiares y empresariales. Es el lugar donde aquellos miembros de la familia que no trabajan en la empresa pueden tener un rol (responsabilidad) para no quedarse “desconectados” del entorno familiar y donde se preparan eventos de convivencia y formación. Claramente, para que funcione, hay que participar. Si no hay interés, ni disciplina, ni minutas, no estamos haciendo la labor. ¡Cuidado!
7. El Impulso al Espíritu Emprendedor
Si todos los miembros de la familia empresaria esperan vivir del negocio familiar, no habrá negocio que aguante. La familia empresaria debe fomentar entre sus miembros la ilusión de crear y generar “nueva” riqueza; nuevos negocios. Lo anterior es clave para mantener la ambición, el deseo de superación y la iniciativa personal. Las grandes fortunas y los legados no duran perennemente: ¡precisamos cuidarlos y nutrirlos!
En conclusión: La institucionalización comienza en casa. Poseer una empresa institucionalizada no garantiza tener buenos consejeros y/o accionistas. Hay que trabajar en paralelo: ¡En la familia y en la empresa!... ¿Así o más claro?
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La autora es Socia de Trevinyo-Rodríguez & Asociados, Fundadora del Centro de Empresas Familiares del TEC de Monterrey y Miembro del Consejo de Empresas Familiares en el sector Médico, Turismo, Agroalimentario y de Retail.