En memoria de Jorge Bustamante y Pablo Mulás, dos mexicanos preocupados por la seguridad nacional desde las migraciones y la energía.
El mundo se transformó drásticamente en la década de los 40 con la conclusión de la Segunda Guerra Mundial y la construcción del sistema de Naciones Unidas y Bretton Woods. Cambió también dramáticamente medio siglo más tarde con el fin de la Guerra Fría, el colapso soviético y el nuevo amanecer del dragón chino; algunos proclamaron incluso el fin de las ideologías.
Tres décadas más tarde el entorno global está experimentando una vez más un cambio mayor a partir de la pandemia, que ya cumplió oficialmente un año de haber estallado; sus implicaciones sanitarias, económicas, sociales, ambientales y de seguridad nacional apenas se están asomando por la ventana planetaria; sin embargo, ya se perfila en el horizonte una nueva normalidad y la exigencia de un nuevo orden y de una distinta gobernanza global y nacional para atender las demandas reveladas y las previsibles en el mediano y largo plazo.
¿Una gran reforma a la ONU? ¿Fin de la confianza en el mercado mundial para la satisfacción de las necesidades básicas de alimentos, medicamentos, vacunas, armamentos y otros bienes y servicios estratégicos? ¿Una renovada perspectiva desde lo local con previsión, interdependencia y seguridad de nuevo cuño?
Las preguntas están en el aire, en medio de un reconocimiento generalizado de apremios comunes y desigualdades crecientes entre las naciones y dentro de ellas. Los límites de la cohesión y la solidaridad local, nacional, regional y global están a la vista a la hora de la pandemia y las vacunas. También los límites de las instituciones democráticas, económicas, sociales y los límites ambientales del planeta. ¿Quién tira la primera piedra?
La ONU parece dispuesta a promover la reflexión y el diálogo global, con su secretario general, Antonio Guterre, listo para un segundo periodo, con capacidad, experiencia y una reelección prácticamente asegurada. ¿Tendrán Biden y Xi Jinping la voluntad, la imaginación y la capacidad de negociación, junto con las potencias regionales? Confiemos que sí. Esperemos también que México pueda cumplir su papel multilateral mediante su presencia activa en el Consejo de Seguridad 2021-22. Lo hizo antes en la lucha por el desarme, un nuevo orden global y la crisis centroamericana con Contadora. Lo hizo también de manera digna, frente al conflicto de Iraq y las locuras de Bush hijo. Puede tener ahora un rol creativo, si se lo propone, con alianzas apropiadas regionales y globales.
No se puede, sin embargo, desempeñar un papel exitoso en la arena internacional si no se empieza por casa. Esto lo saben EU y China y el resto de los miembros del CSONU y las potencias regionales, que no pertenecen al organismo de manera permanente por razones históricas -como India, Alemania y Japón- o por la ausencia de una necesaria representación regional -África y Latinoamérica.
Dos países que quieren ocupar un lugar activo en la arena global y que están pensando de manera renovada en su seguridad política, económica, social y ambiental en su aparentemente declinante o ascendente lugar en el mundo, son el Reino Unido y Vietnam respectivamente.
El caso del Reino Unido es muy interesante. A propósito de su escisión de la Unión Europea creó un grupo de alto nivel al que encargó la realización de un informe que acaba de publicarse bajo el título de ‘Revisión Integrada de Seguridad, Defensa, Desarrollo y Política Exterior’. El informe concluye que el momento actual de su salida de la UE y la pandemia, constituye una oportunidad única para reconsiderar su política doméstica e internacional, incluyendo la diversificación de su economía y de sus relaciones comerciales, tecnológicas y económicas para lograr ciertos niveles de autoabastecimiento en productos estratégicos y a la vez fortalecer sus relaciones en el Indo-Pacífico.
En el centro de su nueva estrategia está fortalecer su seguridad y resiliencia nacional de manera que la población del Reino Unido quede protegida frente a amenazas económicas, culturales, territoriales y de infraestructura y frente a vulnerabilidades sociales, ambientales, digitales relacionadas con otros países y con el terrorismo y el crimen serio y organizado (SOC). El informe plantea una serie de estrategias y acciones para reforzar la seguridad colectiva en todos los ámbitos, la gobernanza nacional y multilateral, y enfrentar el cambio climático, los riesgos de salud, así como la resolución de conflictos y la reducción de la pobreza.
El RU reafirma su compromiso con la seguridad europea a través de la OTAN. Sin embargo, explicita un cambio de enfoque. Reconociendo que se ha beneficiado del orden de la posguerra mundial, destaca la necesidad de adaptarse a un entorno internacional más fluido y competitivo y de reforzar “partes de la arquitectura internacional” para conformar un orden más cooperativo y promover la buena gobernanza y valores democráticos. Finalmente, destaca que ello será posible sólo si se logran desarrollo y sustentabilidad ambiental que exige la ciudadanía británica.
Vietnam está, en contraste con Gran Bretaña, en una posición ascendente.
El informe del Banco Mundial de hace un par de meses: ‘Del Covid 19 al Cambio Climático’ destaca que Vietnam ha sido uno de los países que mejor ha sorteado la pandemia, desde el ángulo sanitario (35 muertes acumuladas con 96 millones de habitantes) y económico (creció a 2.8 por ciento en 2020). Tras 30 años de crecimiento de su ingreso per cápita a una tasa promedio anual de 7 por ciento -solo superada por China- se propone recuperar ese ritmo a partir de 2021 en que se espera crezca al 6.9 por ciento.
Lo hará invirtiendo 35 por ciento del PIB y buscando un impulso balanceado entre mercado interno. Tres variables clave para el futuro de Vietnam: a) niveles crecientes de gasto público y privado en investigación, desarrollo tecnológico e innovación y desarrollo de empresas, patentes y marcas nacionales en ramas clave del horizonte tecnológico; b) impulso a inversiones y empleos verdes con fuerte énfasis en lucha contra la contaminación ambiental, que se quedó rezagada por la prioridad del crecimiento y obliga hoy a usar cubrebocas a pesar de no tener contagios de Covid-19; y c) necesidad de atender riesgos fiscales, financieros y sociales, algunos derivados de los programas contracíclicos aplicados durante la pandemia. (su banca comercial y de desarrollo es de las más activas del planeta en la promoción de inversiones).
El Banco Mundial ve a Vietnam como campeón de la recuperación verde, vinculando política doméstica y exterior, con una gran resiliencia gracias a su capacidad de previsión.
“La primera lección del Covid-19 es que la mejor manera de enfrentar un shock externo es prepararse por anticipado y moverse en una etapa temprana con respuestas audaces. Su experiencia bélica y ante crisis virales previas fue clave.
“La segunda lección estuvo en la mecánica de implementación: frente a la crisis creó una visión común compartida y supo tomar decisiones difíciles, experimentar, innovar y adoptar acciones con gran velocidad mediante un sistema integrado de incentivos y sanciones”.
Hoy aplica esos mismos principios a la reconstrucción y reactivación verde y a su nueva política exterior cerca de EU y muy cerca de China.
México puede aprender mucho de esas visiones contrastantes de Reino Unido y Vietnam, integradoras de seguridad, desarrollo verde y política exterior.
Podría encargar a un grupo de expertos independientes de alto nivel elaborar en los próximos seis meses una propuesta de agenda de política doméstica y externa que converja con las demandas de un mundo nuevo postpandemia -incluyendo la cuarta transformación-. La ventana de oportunidad está ahí. Cerrarla no ayudará a México. Abrirla puede hacer toda la diferencia. En mi artículo siguiente lanzaré algunas ideas.