Legisladores en Costa Rica redactan un proyecto de ley con ChatGPT. Un juez en Colombia utiliza la misma herramienta para pedir consejo en un caso que tiene ante sí. Una presentadora de noticias desarrollada por inteligencia artificial dando reportajes en directo en México.
Como en el resto del mundo, tanto las maravillas como los absurdos de la IA son cada vez más visibles en América Latina. La diferencia es que la región se encuentra entre las más desiguales en lo que se refiere no solo a ingresos, sino también a tecnología. La cuestión tanto para las empresas como para los reguladores es cómo utilizar el auge de la IA para reducir esa brecha.
Aunque la adopción de teléfonos inteligentes en la región es solo ligeramente inferior a la de los países más ricos, cerca de 40 por ciento de los hogares latinoamericanos aún no disponen de banda ancha fija, según un estudio de 2022, lo que limita la disponibilidad de las conexiones a Internet necesarias para estudiar, trabajar o realizar transacciones en línea. La brecha digital es especialmente marcada entre las zonas urbanas y rurales y, aunque la disparidad viene de lejos, la preocupación es que la irrupción explosiva de la IA la amplíe rápidamente.
“Estamos ante una revolución, y los que formen parte de ella despegarán, mientras que los que no, corren el riesgo de quedarse muy atrás”, afirma Ángel Melguizo, economista que asesora a la UNESCO en materia de inteligencia artificial y socio de la consultora Argia, con sede en Madrid. Si no se hace nada, “estas brechas van a crecer”.
El reto es cómo diseñar políticas públicas para abordar el auge de la IA en naciones pobres a menudo acosadas por un liderazgo político inestable.
La región necesita fomentar una adopción digital más generalizada e inclusiva, afirma Luis Adrián Salazar, consultor internacional y ex ministro de Ciencia, Tecnología y Telecomunicaciones de Costa Rica. Propone fondos especiales, creados por los gobiernos, para financiar la reconversión de los empleos que se verán afectados por la IA. También sugiere una cumbre de jefes de Estado para debatir un enfoque unificado de la IA.
Si los líderes no abordan la disparidad digital, afirma, otras brechas -en la riqueza y la política, por ejemplo- podrían empeorar aún más, dando lugar a “un aumento de otras brechas sociales, incluida la violencia”, afirma.
Algunos gobiernos han avanzado en el diseño de una estrategia para la IA e, incluso con claras diferencias, cada vez hay más conciencia de la oportunidad. Sin embargo, en general los países latinoamericanos no salen bien parados en un índice creado por Oxford Insights, una consultora con sede en el Reino Unido, para medir la preparación para la IA.
Una inversión pública generalmente baja en ciencia y tecnología, combinada con el alto costo del financiamiento privado, dificultará el que América Latina sea líder en IA. Además, dada la tendencia de la región a ser compradora de alta tecnología en lugar de desarrollarla, existe el riesgo de que la adopción digital se convierta en otro escenario de la competencia entre EU y China en América Latina.
Existe un escenario más optimista. A pesar de los vaivenes políticos y las diversas crisis económicas, la industria tecnológica de la región ha seguido creciendo a buen ritmo. El año pasado había en América Latina 34 empresas tecnológicas valoradas en más de mil millones de dólares, frente a cero a inicios de siglo. Y algunos gobiernos están abiertos a experimentar con la tecnología, con la adopción de bitcoin por parte de El Salvador como principal ejemplo.
Pero no cabe duda: Los gobiernos, las empresas y la sociedad civil de América Latina necesitan una estrategia, y rápido, si quieren afrontar el reto de la IA.