Tras liderar las alzas de tasas de interés durante la pandemia, América Latina se dispone ahora a bajarlas, aunque no demasiado pronto. No se trata solo de que tasas más bajas ayuden a una economía regional aún débil. Es que demuestran la importancia de contar con bancos centrales competentes e independientes.
Se prevé que Chile sea el primero de los cinco principales bancos centrales de la región con objetivos de inflación en bajar las tasas. El mensaje sorprendentemente pesimista que la autoridad monetaria con sede en Santiago emitió esta semana, en una decisión dividida de mantener tasas estables, convenció al mercado no solo de que es casi segura una reducción inicial en julio, sino también de que es posible una relajación más rápida hacia finales de año. Felipe Hernández, colega de Bloomberg Economics, estima que el banco podría recortar 200 puntos base en lo que queda de 2023, dejando la tasa de referencia en 9.25 por ciento. Los operadores anticipan una relajación aún más rápida.
Brasil debería seguirle, a pesar del tono más agresivo de lo esperado expresado esta semana por su banco central. El debate ahora es principalmente si recortarán la Selic en agosto o septiembre. Aunque la diferencia no es insignificante después de un año con una tasa de interés oficial en 13.75 por ciento, lo cierto es que los costos de endeudamiento bajarán en un momento en que las empresas brasileñas necesitan un alivio financiero.
En México, la mayor economía de América Latina después de Brasil, el panorama es algo más complicado: Aunque la inflación ha tendido a la baja, el indicador subyacente seguía cerca del 7 por ciento a principios de junio, casi dos puntos porcentuales por encima de la lectura general. El jueves, el banco central repitió que mantendrá la tasa clave sin cambios “durante un periodo prolongado”.
No obstante, la estimación mediana de los economistas en la última encuesta de Citibanamex es que Banxico, famoso por su postura de línea dura, recortará tasas en diciembre. El banco probablemente prestará mucha atención a la tasa real ex ante, actualmente ligeramente por encima del 6 por ciento teniendo en cuenta las expectativas de diciembre, para asegurarse de que el ajuste efectivo no sea excesivo, especialmente en un momento en el que Estados Unidos, por mucho el principal socio comercial de México, coquetea con una recesión.
La junta de Banxico, compuesta por cinco miembros, también tendrá que tener en cuenta un posible aumento de tasas por parte de la Reserva Federal de Estados Unidos, pero, en cualquier caso, el banco se flexibilizará antes que su homólogo del norte.
Colombia, que con un 12,36% tiene la inflación general más alta de estos cinco bancos, se mantiene a la expectativa. El ministro de Hacienda, Ricardo Bonilla, dijo esta semana a Bloomberg News que el recorte podría producirse en septiembre, y que una reducción de 200 puntos base es posible para finales de año. Por supuesto Bonilla, que vota en las decisiones del banco central como miembro de la junta, tiende a ser más moderado, dado que a su jefe (el presidente Gustavo Petro) no le gustan las tasas de interés altas. El momento y la velocidad de la relajación en Colombia dependerán en gran medida de los datos que vayan llegando.
Por último está Perú, que ha sido mucho más prudente en el aumento de tasas, pero aún no ha visto un avance significativo en la ralentización de la inflación. No da señales de posibles bajas de tasas y deja la puerta abierta a nuevos incrementos si fuera necesario. Sin embargo, mi colega Felipe prevé que el banco, dirigido por el legendario Julio Velarde, finalmente se relajará en el cuarto trimestre.
En general, en términos de inflación, las perspectivas son mucho más favorables para la segunda mitad del año. Los banqueros centrales son por naturaleza cautos y propensos a advertir sobre la necesidad de anclar las expectativas de inflación. Pero, de hecho, las tasas de inflación de la región están retrocediendo lentamente. En dos de las economías más pequeñas de América Latina —Costa Rica y Uruguay— los bancos centrales ya han empezado a recortar las tasas.
Durante la pandemia, los bancos centrales independientes de América Latina actuaron antes que la mayoría de sus homólogos en países desarrollados, adoptando medidas decisivas sin intentar apaciguar al mercado ni a los políticos. Aunque a los Gobiernos no les suele gustar que suban las tasas, los presidentes (con la notable excepción del brasileño Luiz Inácio Lula da Silva) han dejado casi siempre que los bancos centrales hagan su trabajo. Esto, junto con otras reformas financieras de los últimos años, ha facilitado el camino a través del periodo posterior a la crisis de 1929.
La gente es libre de debatir la eficacia de la política monetaria en la lucha contra la inflación, incluso cuando la preocupación por el aumento de precios resurge en Europa y Estados Unidos. Sin embargo, en un momento en que los bancos centrales más consolidados van a la zaga (sí, me refiero al Banco de Inglaterra), los de América Latina se han mostrado notablemente receptivos. Esto no es poca cosa en una región con un historial de pesadillas inflacionarias.