Bloomberg Opinión - Spinetto

¿Quieren ayudar a Ecuador? Dejen de inhalar cocaína

Juan Pablo Spinetto remarca que la violencia que se vive no solo en Ecuador, sino en Latinoamérica, está impulsada por los niveles de consumo récord de drogas.

El video es realmente impactante: una banda de encapuchados armados asaltó en Ecuador el set de un noticiero en plena transmisión, tomó al personal como rehén y apuntó con sus largos cañones a periodistas que rogaban por sus vidas.

Las imágenes virales desataron una ola de comentarios en las redes sociales sobre la preocupante situación en Ecuador, un país que no hace mucho estaba entre los más seguros en América Latina, pero que ahora es una zona de combate, con bandas de narcotraficantes que desafían la autoridad del Estado después de años de deterioro institucional.

Por excepcional y aterrador que pueda parecer este episodio, habla de una realidad que se ha ido arraigando en la región, sin ningún control o solución a la vista. En 2023, se registraron más de 400 masacres en México; este año comenzó con un fatal episodio en el que el narco habría utilizado drones en un ataque contra lugareños. Incluso en Argentina, un país relativamente seguro, el nuevo gobernador de la provincia de Santa Fe envió a su familia lejos luego de recibir amenazas de muerte por parte de grupos criminales que operan en Rosario, un corredor clave para el tráfico de drogas hacia Europa.

A pesar de sus circunstancias particulares, el drama de Ecuador está intrínsecamente ligado al auge del consumo de cocaína en Estados Unidos y Europa, en momentos en que la prevalencia de su uso está en aumento y la oferta global alcanza récords. Hay una estadística que sigue sorprendiéndome: Colombia ahora planta más de cinco veces la cantidad de hectáreas de coca que en los sangrientos años de Pablo Escobar hace tres décadas.

La creciente demanda global —principalmente en los países ricos, pero también en otros mercados emergentes— es una razón clave por la que algunas democracias latinoamericanas están bajo asedio, y el daño se hace evidente no solo en la violencia épica y las zonas cerradas para la droga en grandes ciudades como São Paulo, sino también en la explosión migratoria en la región y la destrucción ambiental derivada del cultivo de drogas.

Después de décadas en las que la estrategia de represión no dio resultados, docenas de países y ciudades y estados de Estados Unidos han tomado medidas para despenalizar el consumo personal de drogas duras. Pero, como esa alternativa también enfrenta rechazo y replanteamientos, tal vez sea hora de aprovechar las tendencias de consumo consciente que se han arraigado en las naciones ricas y utilizarlas para iluminar el daño real que causa el narcotráfico en cada etapa de la cadena de suministro.

A pesar de todo el útil enfoque en la reducción del daño y el tratamiento, la desestigmatización de las drogas también puede cegar a los consumidores ante lo que hay detrás de la gratificación que obtienen.

La adicción a las drogas es un problema doloroso e intratable y, quienes lo padecen, merecen el apoyo y la solidaridad de la sociedad. Pero como otros han señalado, hay algo profundamente cínico en la mentalidad de los consumidores de drogas recreativas que se comprometen a llevar estilos de vida más sostenibles y se obsesionan con el origen de los alimentos que consumen mientras utilizan cada vez más cocaína, opioides y drogas sintéticas.

Solía discutir este punto durante mis años universitarios en Londres con amigos que eran a la vez vegetarianos en contra de infligir dolor a los animales y consumidores sociales de drogas, solo para recibir sonrisas culpables como respuesta. Hoy, en un mundo donde las duras reacciones políticas contra determinados productos y marcas parecen ir en aumento, no atar cabos es cada vez más absurdo.

La violencia que había en las cárteles ecuatorianas terminó por rebasarlas y extender a todo el país. (Johis Alarcon/Bloomberg)

Por supuesto, nada de esto exime a las autoridades de Ecuador y sus vecinos de su deber de elaborar políticas y estrategias sólidas para enfrentar a los cárteles, proteger a su ciudadanía y fortalecer sus instituciones. Para empezar, los líderes latinoamericanos deberían madurar y dejar de gestionar las relaciones internacionales como si fueran una especie de partido de futbol en el que solo juegan con compañeros de su equipo ideológico de preferencia. Incluso si Ecuador logra recuperar el control de la situación y vuelve a ser el país pacífico que era, otros países sufrirán con la reubicación de las rutas de tráfico. Es esencial una cooperación regional más profunda.

Pero América Latina no conseguirá controlar esta epidemia de violencia del narcotráfico hasta que se preste mayor atención al lado de la demanda de la ecuación. Eso incluye una campaña para generar mayor conciencia entre los millones de consumidores de cocaína en EU y Europa sobre que su consumo, ya sea recreativo o de otro tipo, tiene un gran costo social para las poblaciones pobres de los países productores.

Puede parecer ingenuo, pero los esfuerzos a largo plazo para cambiar la percepción pública sobre los peligros del tabaco condujeron a reducir fuertemente las tasas de tabaquismo en EU. Un buen primer paso en la misma dirección sería centrarse más en la complicidad de los países consumidores de cocaína en los estragos sociales causados en cada etapa de la cadena de suministro de las drogas.

COLUMNAS ANTERIORES

Sheinbaum puede darse el lujo de esperar a que se implementen medidas de austeridad en México
China ganará si Trump juega duro con Latinoamérica

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.