Bloomberg Opinión - Spinetto

Optimismo de JPMorgan sobre América Latina es justificado

Juan Pablo Spinetto remarca que si bien están perdiendo ‘tracción’, las economías de Brasil y México (las más grandes de la región) desafían los pronósticos.

En apenas los dos primeros meses de 2024, América Latina ya ha demostrado su capacidad para superar las previsiones de crecimiento.

Las dos economías más grandes de la región, Brasil y México, se están desacelerando, pero no tanto como se temía inicialmente, y los países andinos parecen estar recuperando parte del impulso perdido durante la pandemia de COVID-19.

La inflación continúa enfriándose y las tasas de interés más bajas que se prevén deberían dar un impulso adicional a la actividad. Más importante aún, América Latina ha entrado en una fase positiva en la que la geopolítica y los flujos comerciales parecen estar jugando a su favor. Los economistas de JPMorgan Chase capturan esta oportunidad en un exhaustivo informe regional de 109 páginas publicado la semana pasada:

El crecimiento económico de América Latina ha superado las expectativas durante la mayor parte de los últimos años y la región parece estar bien posicionada cíclicamente. Sin embargo, la historia va más allá del ciclo y se adentra en lo estructural. Las perspectivas a largo plazo de América Latina deberían verse beneficiadas por la posible búsqueda de fuentes de suministro seguras, baratas y confiables derivadas de la reciente división geopolítica. La región es productora de materias primas y bienes manufactureros, con buenas relaciones con la mayoría de las regiones —y democracias relativamente sólidas— que pueden impulsar los vínculos comerciales y de inversión con el resto del mundo en los próximos años. Además de algunas reformas económicas aprobadas en los últimos años”.

No podría estar más de acuerdo. Los fundamentos económicos de América Latina están en su mejor momento desde el inicio del ‘superciclo’ de las materias primas hace 20 años. Además de las razones enumeradas por los expertos de JPMorgan, también citaría la población relativamente joven de la región, que ha adoptado la alta tecnología y ha aprendido a manejar un entorno burocrático. Además, tiene tierras disponibles lejos de probables conflictos globales (como el caso del empresario del mundo de la tecnología que recientemente compró un enorme terreno indómito, incluida una montaña de 5 mil metros en Argentina, como refugio seguro en caso de una guerra nuclear).

¿Cuáles son los pronósticos para la economía de Latinoamérica en 2024?

Y, sin embargo, pese a este entusiasmo y potencial incuestionable, las perspectivas económicas inmediatas del informe para la región son un argumento flojo: el Producto Interno Bruto se expandiría solo 1.6% por ciento este año y 2.3 por ciento en 2025, según los cálculos de JPMorgan. Otras estimaciones coinciden en términos generales: el Fondo Monetario Internacional pronostica aumentos del PIB del 1.9 por ciento y del 2.5 por ciento en 2024 y 2025 para la región, incluido el Caribe.

Las cifras no son lo suficientemente buenas. Si este es el momento de gloria de América Latina, se esperaría mucho más que tasas de crecimiento mediocres de 1.5 a 2.5 por ciento. La región necesita expandirse al doble de ese ritmo o más si quiere abordar sus deficiencias de larga data, desde la pobreza hasta la inseguridad y la desigualdad.

Hay razones particulares para la tasa de expansión relativamente baja de este año: Argentina probablemente sufra una profunda contracción hasta que (y si) la terapia de choque del presidente Javier Milei logre revertir el estancamiento del país; Brasil parece tener un exceso fiscal que frenará al país a pesar de su nuevo estatus como superpotencia exportadora; y México no parece estar aprovechando plenamente la oportunidad del nearshoring.

Luego, están los problemas de larga data que no son fáciles de solucionar: la región no está invirtiendo bien, o lo suficiente, en educación, innovación y tecnología; sus países se encuentran al final de los ránkings de corrupción; la delincuencia, la violencia y el débil Estado de derecho impiden establecer un sistema jurídico sólido que sustente sociedades de alta confianza. Todo eso converge en una productividad laboral que está rezagada en comparación con todas las regiones, excepto Medio Oriente y África del Norte.

¿Cuál es la oportunidad ‘de oro’ que la economía de México puede aprovechar?

Y, por supuesto, también está la política, caracterizada por constantes giros ideológicos y polarización. Independientemente de sus necesidades y creencias políticas, los Gobiernos latinoamericanos deberían desarrollar conjuntamente una estrategia seria para fomentar la inversión, promover la competencia y abordar las amenazas comunes de la región, desde el crimen organizado hasta la migración y el cambio climático. Las autoridades de política monetaria y los líderes empresariales deben ser mucho más ambiciosos y creativos si quieren aprovechar este impulso y lograr el dinamismo que la región necesita. Los esfuerzos por mejorar los negocios de un país deben trascender la ideología.

Abundan las oportunidades: Brasil y Guyana están en plena revolución petrolera; México es ahora el mayor socio comercial de Estados Unidos y podría profundizar su integración manufacturera con la mayor economía del mundo; Argentina debería impulsar sus ganancias de productividad agrícola como lo hizo Brasil durante las últimas dos décadas; la región tiene el espacio, la biodiversidad, el viento y el sol para ser una potencia renovable; el turismo puede ayudar a generar miles de millones adicionales en ingresos; la música y los deportes impulsan el poder blando de la región y la inteligencia artificial también puede ayudar a reducir la brecha tecnológica con los países desarrollados.

En concreto, se puede hacer mucho para promover la formalidad (casi la mitad de los empleos están en la economía informal, según la CEPAL de las Naciones Unidas) y la incorporación más rápida de las mujeres a los mercados laborales, lo que naturalmente impulsaría las tasas de crecimiento. Por muy cliché que parezca, América Latina tiene mucho que ganar con la integración regional, desde impulsar patrones comerciales hasta proyectos de infraestructura comunes y mejorar el transporte y los vínculos de conectividad nacional/internacional (todavía no se puede volar directamente desde Ciudad de México a Río de Janeiro, o desde São Paulo a Monterrey). Facilitar el acceso a internet de alta velocidad, particularmente en ubicaciones remotas, y reducir las distorsiones regulatorias también beneficiaría la competitividad.

Un nuevo informe del Banco Mundial aborda la cuestión del bajo crecimiento desde una perspectiva “territorial” original, mencionando algunas de estas sugerencias de políticas y muchas otras: “Para acelerar el crecimiento de una manera sostenible e inclusiva, la región necesita combinar su modelo de desarrollo impulsado por recursos por uno que aproveche mejor las habilidades y la mano de obra de su fuerza laboral urbana”, indica.

Por supuesto, nada de esto se hará de la noche a la mañana, ni tampoco hará que las tasas de crecimiento de este año o el próximo luzcan mejor. No obstante, es necesario que las urgencias de corto plazo den paso de una vez por todas al pensamiento estratégico de largo plazo. A América Latina se le ha repartido una buena mano, pero la prosperidad no llegará gracias a un golpe de suerte; para lograrlo, los líderes y la población de la región deben trabajar duro.

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