Japón se ha distinguido por su altísima proclividad a incorporar automatismos tanto en el sector productivo como en sus perspectivas de atención a su población de la tercera edad. Hace 27 años visité por primera vez al país del denominado sol naciente y me sorprendió su indiscutible liderazgo en robótica. Previo a la pandemia, mientras recorría las calles de Tokyo, me sorprendió ver el uso tan frecuente de los traductores de idiomas que en tiempo real usaba la población, no solo para mensajes hablados sino incluso para la traducción automática de mensajes escritos en imágenes.
Este año recibí la amable invitación del AIST, el centro de investigación en Inteligencia Artificial más importante de Japón para ir a platicarles sobre cómo enseñamos robótica, ciencia de datos e inteligencia artificial en el Tec de Monterrey con miras a establecer programas de cooperación en dichos temas. Durante el evento me sorprendí al descubrir ser parte de una de las primeras comitivas de extranjeros que visitabamos dicho centro en un evento presencial.
Uno ve todavía en las calles a la gran mayoría de la población usando tapabocas, cosa no extraña para un país donde la población es sumamente precavida con el polen, las alergias y eventuales epidemias. Ya en Hong Kong y Shenzhen había descubierto dichas costumbres tan poco comunes - fuera de hospitales - en nuestro país.
La inocuidad en Japón ha venido consolidando su maridaje junto con la incorporación de la tecnología. En la cocina del hotel donde pernocté, deambulaba un robot transportando la vajilla dispensada por los comensales al momento que era transportada al interior de la cocina, evitando así que los meseros tuvieran que ingresar a dichos espacios. Poco a poco, la incorporación de robots comienza a llegar, literalmente, a todos los rincones de Japón.
Desde hace 3 años arrancó un proyecto a nivel nacional en Japón que busca ir preparando la tecnología para hacer una realidad la incorporación de robots al año 2050. Su visión contempla su incorporación en escenarios de acompañamiento a las personas, así como complejos exoesqueletos de apoyo a actividades físicas, de robots que puedan incorporarse de manera amable en actividades rutinarias, así como el uso de la tecnología para el soporte a la investigación científica y por supuesto, la integración de sistemas que puedan interactuar en ambientes hostiles tomando decisiones que puedan ser complejas para los seres humanos.
Los empresarios e inversionistas japoneses no solo exportan robots a todo el mundo; su modestia los ha llevado incluso a adquirir empresas de robótica, otrora íconos de la investigación aplicada en otros países. Tal ha sido el caso de la estadounidense Boston Dynamics, por parte de Hyundai y de Francia; como Aldebaran Robotics, por parte del gigante voraz, Softbank.
Visitando algunos laboratorios también constante la incorporación de robots de origen chino en los laboratorios de investigación de robótica e IA más avanzados, como fue el caso de un robot bi-manual encargado de dar soporte a prototipos de experimentos de análisis de cromatina de todo el genoma de tejidos con potencial clínico, financiado por la industria farmacéutica.
A veces me da la impresión que hay países que se empeñan en impulsar el futuro tecnológico a mayor velocidad a lo que nos podemos imaginar, sobre todo incorporando nuevas y mejores prácticas en su relacionamiento en todos los niveles de la sociedad.