Es muy complicado no haberse enterado de la tragedia del Titán. En esta nota no pienso repetir todo lo que seguramente ya escucharon al respecto. Tan solo quiero complementar sobre algunos puntos que me tocó vivir de manera cercana en esa área de investigación y desarrollo tecnológico hace 15 años junto con algunos colegas.
Mi amigo Torfi, quien fue Director Ejecutivo y Director de I+D en la empresa Hafmynd. en Reikiavik, Islandia, lideró el equipo de GAVIA durante seis años. Durante su gestión, su equipo desarrolló GAVIA (Vehículo Submarino Autónomo, en inglés AUV). El GAVIA obtuvo diversos premios y en 2010, Hafmynd fue adquirida por Teledyne Benthos, Inc.. Torfi dirigió el desarrollo de software y coordinó el desarrollo del sistema AUV GAVIA para aplicaciones científicas durante el tiempo en que me platicaba de los enormes retos de seguridad e integridad que se requerían tanto para el control que debía ser tolerante a fallas como para mantener la integridad del robot, pues aunque no era tripulado, eran millones de dólares los que estaba detrás del diseño y experimentos los cuales consumían una cantidad importante de recursos para su seguimiento y recuperación.
Fue su experiencia y confianza las que me inspiraron a sumergirme en el campo de la robótica submarina hace más de 15 años cuando justamente a razón de ciertas iniciativas se puso de moda proponer la exploración submarina en aguas profundas. En México carecíamos - y seguimos careciendo - ciertamente no solo de empresas impulsoras de dichas tecnologías sino además de los posgrados que pudieran alimentar y sostener esa industria y así “engrasar” la triple hélice (gobierno-academia-industria).
A sugerencia de una instancia operadora de asuntos de energía, en 2006 nos encomendaron diseñar un plan estratégico para robótica submarina en aguas profundas. Ah! Y por ahí a algún funcionario se le ocurrió la locura de agregar que “además, pueda ser tripulado”. Se habían creado en paralelo programas que encendieron las expectativas para prometer el acceso a millones de dólares para el financiamiento en desarrollo tecnológico, lo que al menos, en exploración submarina en realidad nunca ocurrió.
Con altas expectativas nos dimos pues a la tarea de explorar el océano de posibilidades para poder elaborar una propuesta que fuera congruente con las expectativas de los actores políticos y sobre todo, sostenible y realizable en los plazos correspondientes. En el camino, nos tocó ver de cerca en varias iniciativas,
Una de ellas fue la de. Dr. Bill Stone quien con el plan ir a explorar la gélidas aguas de otros planetas y lunas, incursionó en un sin fin de desarrollos tecnológicos que comenzó a probar en Cenotes en México, en particular en el Zacatón (https://youtu.be/-Bn6Gel7yEs). La “naranjota” instrumentada con sensores se introdujo en el Cenote y creó el primer mapa 3D del mismo.
La incipiente tecnología LiDAR y el cómputo de la época, ya permitían conocer la estructura de aquel recinto geológico. Bill nos invitó a su casa-laboratorio en algún lugar entre Austin y San Antonio donde además de contar con un permanente buffet de comida Tex-Mex, uno se sumergía en el laboratorio de investigación. Cerca de ahí, en el Southwest Research Institute (SWRI) fue, justamente, donde se hacían pruebas de esfuerzo y resistencia de los materiales que componían no sólo los robots de Bill, sino donde se probaban diversas tecnologías, incluídas las del”Jake” and “Elwood”, los robots teleoperados que le permitieron a Cameron llegar a las profundidades del Océano para filmar el Titanic y el famosísimo sistema tripulado Alvin.
El Alvin es un submarino científico de inmersión profunda para tres personas, propiedad de la Marina de los EE. UU. y operado por el Woods Hole Oceanographic Institution (WHOI). Durante ya casi 60 años ha realizado más de 4,000 inmersiones y ha asistido en la localización de una bomba H, documentado fotográficamente los restos del Titanic y evaluado la vida en el fondo marino del Golfo de México después del terrible derrame de petróleo del Deepwater Horizon.
El SWRI ha sido parte de su rica historia, tanto antes de su lanzamiento inicial en 1964 como en el rediseño importante del submarino. La historia de Alvin es relevante no solo por la tecnología empleada en su construcción inicial, sino porque es una saga particularmente interesante de ingenieros de SwRI superando los desafíos asociados a la seguridad e integridad con una actualización tecnológica permanente. El “Alvin”, nombrado en honor a Allyn Vine, un físico y oceanógrafo que ideó el concepto del submarino, fue inicialmente comisionado el 5 de junio de 1964, con una esfera de personal de acero HY-100 y una profundidad de operación de 2,440 metros (8,010 pies).
En todos estos desarrollos, en los papers derivados de las investigaciones, en las patentes obtenidas por dichos proyectos, uno puede fácilmente constatar que meter un robot a explorar las profundidades del océano no es tan simple como aventar una canica a una fuente, sobre todo, si será tripulada por seres humanos.
En paz descansen las recientes víctimas de tan aberrante e inconsciente aventura.