Anualmente, desde 1978, banqueros centrales, ministros de finanzas, académicos y financieros de todo el mundo se reúnen en el simposio de política económica Jackson Hole, organizado por la Reserva Federal de Kansas City. Este año, las discusiones se centraron en los cambios estructurales que ya experimentaban las economías avanzadas antes de la pandemia del Covid-19, sobre cómo el virus SARS Co-V-2 exacerbó dichos cambios y los retos que enfrentan las políticas monetaria, fiscal y financiera para dar aliento a las economías.
Antes de la pandemia, varios países ya experimentaban un menor crecimiento potencial a causa de una menor productividad y una fuerza laboral que crece a un menor ritmo. Para aumentar la productividad, Ufuk Akcigit, profesor de la Universidad de Chicago, sugirió la implementación de políticas que favorezcan la competencia y la difusión de tecnología para aumentar el dinamismo y reducir la concentración de ideas. Mientras que, Tharman Shanmugaratnam, presidente de la Autoridad Monetaria de Singapur, señalo que se requieren políticas enfocadas en inversión en capital humano a lo largo de la vida laboral, una eficiente asignación de trabajadores y un marco normativo que les de capacidad de negociación salarial.
Así mismo, antes de la pandemia, la política monetaria ya enfrentaba los retos de tener menos espacio de acción, debido a una reducción en la tasa de interés neutral, y una menor efectividad al debilitarse la respuesta de la inflación a la actividad económica. Sin embargo, se evidenció que en los próximos años la política monetaria mantendrá un sesgo expansivo.
Jerome Powell, presidente de la Reserva Federal, presentó la revisión a las metas de largo plazo y la estrategia de política monetaria de Estados Unidos actualizando el marco vigente desde 2012. La Reserva Federal estableció el objetivo de empleo máximo como una meta integral e inclusiva y se comprometió a reportar los déficits, en lugar de las desviaciones que también incluía superávits, de dicho nivel objetivo. Este cambio evitará que, ante un aparente superávit de empleo, la política monetaria tenga un sesgo restrictivo. Adicionalmente, se cambió el objetivo de una meta de inflación de largo plazo por una meta de inflación promedio de 2%. Este segundo cambio, establece explícitamente la posibilidad de estar en niveles de inflación superiores a 2% para compensar por periodos en los que se esté por debajo.
Philip Lane, miembro del Comité Ejecutivo del Banco Central Europeo (BCE), señaló que, para contrarrestar los riesgos deflacionarios, su política seguirá teniendo un sesgo expansivo, pero se mantendrán observantes de presiones inflacionarias. Indicó que el BCE aplicó un programa de compras de emergencia frente a la pandemia, complementado con operaciones de refinanciación a largo plazo con objetivo específico y la reducción en los requerimientos de colateral. A casi seis meses de la implementación de las medidas, la evidencia sugiere que el paquete de políticas contribuyó a: estabilizar los mercados, proteger la provisión de crédito y dar apoyo a la recuperación económica a través de menores tasas de interés, compras netas de activos internacionales y créditos a las empresas.
Andrew Bailey, gobernador del Banco de Inglaterra, hizo hincapié en la importancia de la velocidad de las intervenciones. Con una estrategia de "ir Grande" e "ir Rápido" el Banco de Inglaterra intervino en el mercado financiero comprando activos para evitar un colapso en el mercado de crédito a hogares y empresas. Para asegurar tener capacidad de respuesta en el futuro, señaló que es importante que los bancos centrales usen sus hojas de balance de una forma contracíclica y expedita para que la intervención sea efectiva.
Tiff Macklem, gobernador del Banco de Canadá, habló de la comunicación de los bancos centrales enfatizando la necesidad de pasar de transparencia con los mercados a un mayor compromiso con el público escuchando y hablando directamente con los ciudadanos para mejorar la capacidad de tomar decisiones y fortalecer su legitimidad como instituciones públicas.
La pandemia ocasionó un aumento en la incertidumbre que a su vez amplificó la caída en la economía, ralentizó la recuperación y restó efectividad a las políticas. El cambio en la actitud ante el riesgo tendrá efectos de largo plazo. Sin embargo, el efecto más importante ha sido sobre la capacidad de producción y la afectación desmedida en ciertos sectores, como en los servicios, afectando el flujo circular de pagos y generando una falla en lo que Keynes llamaba la "demanda efectiva". En casos como este, la política monetaria pierde efectividad ya que una reducción de la tasa de interés no logra eliminar las distorsiones y estimular la demanda colapsada. Michael Woodford, profesor de la Universidad de Columbia, indicó que, para restablecer la demanda, se requiere de una política fiscal a través de transferencias a los sectores afectados.
Los materiales y videos de las sesiones están disponibles en la página electrónica del organizador.