Cuando se asciende en el ámbito laboral, uno de los mayores desafíos son las percepciones tanto para el líder como para quienes lo rodean. Hay un dicho que ilustra esta dinámica: “cuanto más alto te elevas, más divertidos son tus chistes”. Esta frase refleja la tendencia de quienes están en posiciones de poder a recibir un trato indulgente, lo que puede afectar negativamente la calidad de sus resoluciones.
Cuando asumes una autoridad, corres el riesgo de dejar de ser visto como un individuo y convertirte en un símbolo de poder. Esto transforma la forma en que los demás interactúan contigo. Las personas tienden a sobrevalorar tus ideas y a renunciar a las suyas, ofreciendo respuestas menos sinceras por temor a contradecirte. Este fenómeno, conocido como la “trampa del poder”, provoca consecuencias que impactan tanto al directivo como a su equipo.
El poder distorsiona la autopercepción del líder. Si los subordinados validan continuamente tus posturas sin aportar críticas constructivas, existe la posibilidad de sobreestimarte. La retroalimentación se vuelve menos honesta, limitando la toma de decisiones informadas y balanceadas. Esto puede desconectarte de la realidad del equipo, mermando la capacidad de innovar y resolver problemas.
Otra consecuencia es que las personas infravaloran sus propias contribuciones. Esto no sólo le pega a la moral, sino que también reduce la creatividad colectiva. Las organizaciones prosperan cuando sus miembros son libres para expresarse sin temor a represalias. Si el equipo siente que debe decir “lo que usted diga, jefe”, las decisiones se vuelven unilaterales y, a largo plazo, esto incide sobre la dinámica interna e impide a la organización adaptarse a nuevos retos.
Es fundamental buscar contrarrestar la adulación que surge con el poder. Una estrategia efectiva es rodearse de personas con visiones divergentes y que estén dispuestas a cuestionar tus resoluciones. Un asesor o colega que no tema señalar fallas o riesgos puede ser un contrapeso valioso. Este tipo de retroalimentación genera un entorno donde las decisiones son más equilibradas y se nutren de perspectivas diversas.
Además, es recomendable que el directivo, ocasionalmente, se retire de ciertas discusiones para permitir que el grupo de trabajo interactúe sin la presión de su presencia. Esto libera el flujo de ideas y promueve una cultura de confianza y autonomía. La verdadera fortaleza reside en construir un equipo que funcione eficazmente incluso en su ausencia.
El no gestionar el poder con cuidado, conduce a decisiones deficiente y a un ambiente de complacencia dentro del equipo. Para evitar caer en estas trampas, se deben fomentar las ideas diversas y alentar la retroalimentación sincera. Sólo así se garantiza que las resoluciones sean tomadas con un análisis objetivo y equilibrado, fortaleciendo tanto al líder como a toda la organización.
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