El éxito a menudo se considera la estrella indiscutible. Los líderes persiguen metas ambiciosas, esforzándose por superar expectativas y, en el proceso, enfrentan una presión inmensa y el estrés resultante. El riesgo es que dejen de analizar los errores cometidos en el camino; en este contexto, el coaching ejecutivo es valioso para identificar y aprender de los eventos menos afortunados.
Un claro ejemplo de este enfoque son los “Fail Fest”, “Failure Festival” o “Folk Up Nights”, que transforman esta narrativa al proporcionar espacios donde los emprendedores comparten sus fallas de manera abierta y aprenden colectivamente de ellos.
La cultura tradicional glorifica el éxito y, por ende, estigmatiza el fracaso, pues se ven como signos de debilidad o incompetencia, lo que lleva a los líderes a adoptar decisiones más conservadoras, restringiendo la innovación y la creatividad.
Recuerdo una anécdota de Lee Iacocca en su libro autobiográfico, donde relata cómo un ejecutivo de Chrysler cometió un error que costó a la compañía varios millones de dólares. Cuando otros sugirieron despedir al responsable, Iacocca se negó, argumentando que ya habían invertido dinero en su formación mediante ese costoso error. En lugar de despedirlo, decidió capitalizar el aprendizaje obtenido. ¿En cuántas empresas actuales consideras que esto suceda?
Además, los errores pueden transformarse en éxitos. Un excelente ejemplo es el caso de 3M, que en la década de 1970 intentaba desarrollar un adhesivo súper fuerte. Sin embargo, el pegamento funcionaba apenas y fue catalogado como un fracaso, pero encontraron una aplicación práctica y así nació el famoso Post-it, que se adhiere temporalmente al papel sin dañarlo.
No se trata de glorificar los errores, sino de aceptarlos y evitar que se repitan. Con frecuencia, las organizaciones operan en entornos donde constantemente surgen las mismas fallas y todos voltean hacia otro lado o simplemente comienzan a echarse la culpa, desmoralizando al equipo.
Es básico que el líder fomente la seguridad psicológica, creando un ambiente donde los empleados se sientan cómodos compartiendo sus errores sin miedo a represalias. Además, debe ofrecer retroalimentación y análisis sobre lo sucedido, buscando siempre aprender.
Este cambio de mentalidad resulta esencial, y aquí es donde el coaching ejecutivo desempeña un rol fundamental. Un coach ayuda a líderes y equipos a identificar y analizar sus errores, además de impulsar una cultura de aprendizaje continuo dentro de las compañías.
La mejor cita para ilustrar este cambio de paradigma es la atribuida a Thomas Edison cuando le cuestionaron sobre el proceso de “fracasos” para inventar la bombilla eléctrica, a lo cual respondió: “No fracasé, solo descubrí 10,000 maneras que no funcionaban.”
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