De acuerdo con la última lectura de inflación en México, los precios a los consumidores durante el mes de noviembre mostraron un alza de 1.14 por ciento mensual. Se trata del mayor incremento mensual de la inflación desde enero de 2017, cuando los precios de las gasolinas se elevaron hasta 20 por ciento ante la liberalización del mercado como parte de la reforma energética. La inflación a tasa anual alcanzó su nivel más alto desde enero de 2001, al colocarse en 7.37 por ciento, que además se compara de manera negativa contra el registro previo, donde la inflación se ubicó en 6.24 por ciento. Se han ligado varios meses en los que la inflación supera las ya agresivas estimaciones por parte de los analistas, en donde mes a mes la trayectoria de alza en los precios se ha confirmado en una aceleración cada vez más veloz. Ahora el estimado para el cierre del año supera el 7.5 por ciento y pone en duda la trayectoria de parábola estimada para el siguiente año, donde las estimaciones proyectan un cierre de año cercano al 4 por ciento. Estos datos, y más aún la trayectoria que ha dibujado la inflación, confirman que será necesaria una postura monetaria cada vez más restrictiva por parte del Banco de México para evitar que la inflación se desvíe de la trayectoria prevista por el Banco, y a la postre impedir la formación de precios de segundo orden.
Es una realidad que la inflación en un inicio estuvo impactada por los choques de oferta que no han sido menores y se han prolongado más de lo estimado. También es cierto que más recientemente, la inflación ha sido afectada por el crecimiento de la demanda agregada. Y por último, la inflación tan elevada de Estados Unidos acaba contagiando los precios a los consumidores en México, derivado de la integración de ambas economías. Por este motivo, Banco de México comenzó a actuar implementando una política monetaria menos acomodaticia desde el pasado mes de junio. Sin embargo, es importante destacar que las decisiones de aumentar la tasa objetivo no han sido unánimes, y se han implementado con el menor margen posible.
El próximo 16 de diciembre se llevará a cabo la última reunión de política monetaria por parte de Banco de México. Con un preludio importante porque los mercados han venido anticipando que la Reserva Federal aumentará el programa de retiro de estímulos. Declaraciones de Jerome Powell, presidente del Fed y de diversos miembros del Comité de Mercado Abierto han telegrafiado a los mercados la necesidad de recalibrar la política monetaria. Se espera que en la reunión del 15 de diciembre aumente el tapering por el orden de 15 mil millones de dólares adicionales para desdibujar el programa de estímulos monetarios antes de lo previsto. Asimismo los mercados han venido anticipando el incremento en las tasas de fondos federales tan pronto como en el 2022, y se esperan al menos dos alzas en ese año.
Esta será la última Junta de Gobierno presidida por Alejandro Díaz de León. Claramente seguiremos presenciando una división entre los miembros, donde Gerardo Esquivel nuevamente se decantará a favor de no incrementar la tasa objetivo. Pero la gran interrogante es: ¿qué hará el resto de los miembros? La inflación se ha acelerado más que estimados, y constantemente se han revisado las proyecciones de Banxico sobre la convergencia de la inflación hacia su objetivo. Ello se sumará a una menor holgura de las condiciones monetarias en Estados Unidos, ante a una inflación que tampoco cede en dicho país. Es claro que la postura del Banco de México se inclinará a un incremento adicional en la tasa objetivo. Pero ante las condiciones actuales, y el entorno previsible de cara al 2022, lo necesario sería un incremento de 50 puntos base.
Tradicionalmente Banco de México ha sido prudente en los incrementos a la tasa objetivo. No obstante, en esta ocasión y ante la nueva conformación de la Junta de Gobierno en el siguiente año, las probabilidades de ver un incremento en la magnitud de 50 básicos no son despreciables considerando que las condiciones se han complicado en el margen.