Estamos a pocos días de finalizar el año, este que será recordado como híbrido, porque el mundo ha aprendido a migrar entre lo virtual y lo presidencial. Este año se habrán cumplido dos en los que hemos tenido que aprender a vivir con el SARS-CoV-2, y la mala noticia es que pareciera que nos acompañará en 2022. Aunque debe reconocerse que ahora hay más conocimiento del virus, y sus consecuencias para la economía se han paliado con el transcurso del tiempo. No obstante, y pese al fuerte despliegue de las campañas de vacunación, aún hay un gran número de habitantes en el mundo en el que el virus se puede alojar y mutar. Aunado a ello, las campañas han sido desiguales mostrando una fuerte desproporción en las economías emergentes; es así que el virus se mantendrá como un riesgo vigente de cara a la recuperación y el crecimiento inercial esperado para 2022.
Una de las medidas para mitigar el contagio del virus a nivel global fueron los cierres a las economías, y como consecuencia hemos presenciado disrupciones en las cadenas de suministro y cuellos de botella importantes. Sumado a ello, los costos de logística han venido a complicar el panorama, ante un mundo que se mantiene fuertemente contactado a través del comercio internacional. Los precios de los contenedores aumentaron más de diez veces su costo. A la postre la trayectoria de la inflación a nivel mundial se ha acelerado, y hemos alcanzado niveles no observados en Estados Unidos, Europa y México en más de 20 años. Los choques de la oferta pronto se sumaron a choques en la demanda, no solo por la reapertura de las economías, sino que también vino aparejado por la puesta en marcha de estímulos fiscales y monetarios sin precedentes en el mundo desarrollado. En Estados Unidos la agresividad de la política fiscal incluyó la entrega de cheques directos a la población (helicopter money). Además los estímulos continuarán en el siguiente año por la aprobación del plan de infraestructura de Biden por el orden de 1.2 billones de dólares que no hará más que generar más inflación. Posiblemente una inflación que no cede es el principal riesgo de cara a 2022.
Una inflación más persistente tenderá a decantar la balanza de los bancos centrales a retirar estímulos monetarios más pronto que tarde. La semana pasada, en la reunión de política monetaria de la Reserva Federal, los miembros del FOMC apuntaban a subir las tasas en tres ocasiones durante el siguiente año.
En este año conocimos el poder de las redes sociales ante los movimientos que se originaron en Reddit, y la consecuente exuberancia de los mercados, donde las ventas en corto estaban reducidas a unos pocos inversionistas. También se hicieron visibles los problemas de endeudamiento con el default de Evergrande y resurgieron los temores de un colapso en el sistema financiero global.
De manera local, presenciamos las elecciones más grandes en la historia donde quedó claro que los mercados privilegian los contrapesos de los poderes, aunque el partido en el poder sigue manteniendo la mayoría simple, y la aprobación del Ejecutivo es la más elevada en los últimos sexenios. Se reiteró por tercer año consecutivo la férrea disciplina fiscal que ha regido a la presente administración, aunque sigue existiendo una polarización entre empresarios y gobierno, sectores productivos y regiones económicas. El componente ausente sigue siendo la inversión privada, lo que ha deteriorado los fundamentales de la economía mexicana.
Se relevó por segunda ocasión al secretario de Hacienda y estamos en camino de la conformación de una nueva Junta de Gobierno en Banco de México. En la política monetaria comenzó un ciclo restrictivo por parte de Banxico, que aumentó la tasa de referencia en 150 puntos base con miras a seguir reduciendo las condiciones monetarias en 2022, pero se mantendrá la incertidumbre sobre la recalibración de la política monetaria como un riesgo adicional.
Los riesgos de cara al 2022 no son pocos ni despreciables, habremos de analizarlos. Les deseo muy felices fiestas y un año lleno de prosperidad.