Cada vez con mayor frecuencia escuchamos que la era de la globalización ha quedado atrás y que el mundo se fragmentará irremediablemente por regiones. A más de dos años que comenzó la pandemia, las disrupciones en las cadenas productivas siguen cobrando una factura muy elevada, no solamente en términos de inflación, sino de crecimiento. Para muestra está el sector automotriz en México, que no ha logrado recuperarse ante la falta de semiconductores a nivel global, y en el que cada trimestre se retrasan las expectativas sobre la regularización de chips. El Coivd-19 puso en evidencia la necesidad de equilibrar la globalización con una regionalización que permita mitigar riesgos como los que ocurrieron con la pandemia. Las fallas se hicieron visibles por los enormes costos que han asumido las empresas en términos de producción y falta de suministro derivado de las disrupciones en las cadenas productivas y los importantes incrementos en los costos de logística. En el contexto actual, y ante la búsqueda de las empresas de acercar su producción a sus mercados principales, se ha puesto de manifiesto la posición estratégica de México, por lo que las circunstancias actuales deberían ser aprovechadas.
La vecindad con Estados Unidos, que es el principal mercado a nivel global y la firma de acuerdos comerciales como el T-MEC son un privilegio. Los incrementos en los costos de logística entre Estados Unidos y China dejaron entrever las bondades que ofrece México en términos de posición geográfica. Los costos de los envíos de mercancías de China a Estados Unidos se han incrementado sustancialmente, al tiempo que los tiempos se han extendido al doble. La proximidad geográfica entre México y Estados Unidos pudiera reducir significativamente los costos y los tiempos de los fletes, haciendo más eficiente la logística en las cadenas de valor. Adicionalmente, las tensiones comerciales entre China y Estados Unidos son un factor adicional a considerar. La guerra iniciada en la administración de Trump ha dañado las expectativas de inversión en las cadenas productivas, y las crecientes preocupaciones sobre la propiedad intelectual. Se estima que la guerra comercial ha costado más de 500 mil millones de dólares anuales en impuestos. Los costos laborales en México ofrecen una ventaja competitiva, comparados con el gigante asiático, donde en los últimos años han aumentado de manera considerable. Las exportaciones en el mediano y largo plazos pudieran tener un crecimiento explosivo con incrementos adicionales de doble dígito en el comercio regional.
De acuerdo con el Banco Interamericano de Desarrollo, se estima una ganancia potencial derivada del nearshoring para América Latina y el Caribe de hasta 78 mil millones de dólares, principalmente por nuevas exportaciones de bienes y servicios. Destacando oportunidades claras en el sector automotriz. En el caso particular de México, podría beneficiarse por más de 35 mil millones de dólares, lo que representaría alrededor de 3.5 por ciento del PIB. De acuerdo con un reporte de la ONU, México se mantuvo en el décimo lugar entre las naciones que más inversión extranjera directa captaron.
Los corporativos comienzan a buscar una manera de regionalizar su producción. Derivado del entorno actual, las empresas están replanteando no solo la necesidad, sino la urgencia de tener centros de producción más cercanos. México reúne las características para ser el mejor candidato y atraer inversiones productivas con vistas al mercado americano.
Sin embargo, la falta de infraestructura se mantiene como una asignatura pendiente. Adicionalmente, no existe certeza de contar con un suministro eléctrico y confiable en el mediano plazo, al tiempo que se mantiene un elevado grado de incertidumbre, que se suma a un clima adverso de negocios, factor que ha limitado las inversiones. Dada la reciente controversia en materia energética es toral que el gobierno atienda estos reclamos con miras a capitalizar la posición estratégica de México y las virtudes que ofrece como país para atraer nuevas inversiones regionales.