Directora de Análisis y Estrategia en Intercam Casa de Bolsa

Las señales de la Corte a la economía

La postura de la Corte en este tema se ha considerado como un precedente negativo, porque pareciera que, hacia adelante, no hay certeza en la ejecución del poder que le fue encomendado. Esto ha debilitado, aún más, el Estado de derecho.

En las decisiones en materia económica intervienen una serie de factores y señales. A la hora de invertir, una de esas cuestiones imprescindibles a considerar es el riesgo. En los últimos días mucho se ha hablado, discutido y opinado sobre la respuesta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación que aprobó llevar a cabo una consulta popular, para calificar la gestión de los expresidentes, amén de la propuesta del Ejecutivo que fue turnada por el Senado. Es importante mencionar que el objeto a calificar por parte de la Corte era evaluar la constitucionalidad sobre la materia de la pregunta, situación que no fue contestada. En cambio, la pregunta fue modificada, y ahora resulta ser más vaga e imprecisa. La percepción en la prensa nacional e internacional que provocó la Corte al respecto –que es lo relevante a la hora de tomar una decisión– es que el juez máximo en México no actuó con imparcialidad. Hay que recordar que su deber ser es hacer guardar la Constitución. La respuesta de la Corte, más que de fondo, presenta un conflicto en la forma, y podría tener un efecto colateral importante para el desarrollo y la economía del país, porque se supone que no procedió como juez supremo e imparcial.

El papel de la Corte es hacer valer la Constitución, ello a pesar de que las decisiones que tome sean sumamente impopulares. Una de las funciones de la Suprema Corte de Justicia de la Nación es fungir como árbitro imparcial entre el gobierno y los particulares, es mediar los conflictos, y es también salvaguardar el equilibrio de poderes. Es parte de un mecanismo de pesos y contrapesos; y que para todo particular (personas y empresas) es indispensable su buen funcionamiento. La Corte es la máxima expresión del Poder Judicial. La postura de la Corte en este tema se ha considerado como un precedente negativo, porque pareciera que, hacia adelante, no hay certeza en la ejecución del poder que le fue encomendado. Esto tiene repercusiones considerables en todos los ámbitos, y en la economía no es menor. Ha debilitado, aún más, el Estado de derecho. Elemento clave para aspirar a crecer, ya que la variable de la certeza jurídica debería de intervenir lo menos posible en las decisiones económicas. El cambio de reglas contraviene en las decisiones de inversión.

Hemos dicho en este espacio que lo que México necesita es detonar un nuevo ciclo virtuoso de inversión, ya que en los últimos cuatro años se han observado contracciones en la inversión privada. La inversión fija bruta se sitúa en niveles de 1995. Algo abrumador. Una parte que explica la falta de inversión, es la serie de acontecimientos locales y extranjeros que han minado el panorama sobre la perspectiva económica del país. Pero para que veamos un despliegue de recursos considerable que modifique el rumbo de la actividad económica se necesita, entre otras cosas, un fortalecimiento en el Estado de derecho.

México ya no ofrece condiciones atractivas para fomentar la inversión nacional y la extranjera, por lo que se le exigirá un premio por ejecutarlas, y ello implica menos crecimiento, y menos empleo, con todo y el recién firmado T-MEC. Hay menor confort para hacer inversiones en aras de la posible concentración del poder. Todo esto se podría acentuar el siguiente año dependiendo del resultado de las elecciones.

A pesar del anuncio realizado el pasado 5 de octubre, entre el gobierno y la iniciativa privada sobre el plan de infraestructura, que resultó ser sumamente modesto, ya que no representa más del 1.3 por ciento del PIB, hay que señalar que una "golondrina no hace verano", y que, derivado del proceder de la Corte, hay más dudas que certezas.

Estamos en la peor recesión en la historia de México desde 1932, y el gobierno ha dejado claro su posición de mayor austeridad y control fiscal. Por ello, es imperioso motivar la inversión privada tanto nacional como extranjera, y este tipo de situaciones no hace más que ahuyentarla. Pareciera que nos estamos quedando sin líderes capaces de propiciar el crecimiento del país y el bienestar de su población. Es claro que México está cambiando, pero no en la dirección correcta.

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