Punto de encuentro

El poder transformador de la fe frente a la violencia

En un país en el que 77% de la población es católica, la religión trasciende su carácter espiritual y se erige como un factor de enorme influencia sociocultural e incluso política.

En el marco de las semanas Santa y de Pascua, es pertinente reflexionar sobre el rol preponderante que sigue teniendo la religión en nuestro país.

Si bien México es un Estado laico, la influencia del catolicismo va más allá de los templos y permea la vida cotidiana de millones de familias mexicanas.

En muchos hogares, la religión católica es la brújula moral que guía la educación y la axiología familiar. Sus preceptos moldean las conductas y tradiciones que se heredan por generaciones y tiene un alcance que rebasa al ámbito privado. En un país en el que 77 por ciento de la población es católica (INEGI 2020), la religión trasciende su carácter espiritual y se erige como un factor de enorme influencia sociocultural e incluso política.

La responsabilidad social que tiene la Iglesia en nuestro país no se reduce a predicar ni a evangelizar, se traduce también en una labor activa de hacer trabajos comunitarios. A su vez, los líderes espirituales tienen una responsabilidad muy fuerte en sus comunidades; cumplen con la labor de concientizar. Su misión principal es transmitir los valores religiosos, como lo son la solidaridad, el amor al prójimo, el respeto y la paz.

Precisamente a ese llamado respondieron los obispos de la Diócesis Chilpancingo-Chilapa, en donde sostuvieron diálogos con personas pertenecientes al crimen organizado en un esfuerzo de pacificar a la región. Aun cuando esos diálogos no generaron la respuesta que buscaban, es indispensable reconocer los esfuerzos que se llevaron a cabo, principalmente para replicar ese trabajo en las comunidades que más lo necesitan.

La autoridad moral de los líderes religiosos abre la posibilidad de una de las labores más loables: reconstruir el tejido social a partir del amor a México y de la fe. Y justamente en eso consiste el Compromiso por la Paz convocado por la Conferencia del Episcopado Mexicano, que constituye una agenda de compromisos que firmaron las candidatas a la presidencia en días pasados. Lo anterior, evidencia el impacto social y la importancia que conlleva la Iglesia católica en México.

Ahora bien, dicha relevancia trae implícito un enérgico llamado a los miembros del clero, sobre todo en comunidades rurales. Las realidades tan desiguales que se viven en las personas en situación de pobreza, con brutal carencia de servicios o comunicación, debe traer aparejado una protección especial por parte de aquellos que representan una autoridad moral en su comunidad, para que actúen como faro ético que guíe a las comunidades por el camino de la legalidad, la justicia y la defensa de los derechos humanos fundamentales.

Ellos son quienes deben oponerse a ambientes de violencia que perpetúan una violación sistemática de derechos humanos sobre todo de las infancias, las adolescencias y las mujeres, tales como matrimonios forzados e ilegales, incluso de menores de edad; o complicidades indebidas con los cárteles del crimen organizado que buscan apropiarse de nuevos elementos entre sus filas.

Estamos ante un fenómeno que exige que todos los ciudadanos, especialmente aquellos que cuentan con poder, respondan a este llamado de acción para pacificar México. Así, debemos hablar de la empatía y de la responsabilidad social que tienen los líderes religiosos y no enfocarnos únicamente en los actos de caridad. La religión nunca debe de ser una herramienta para perpetuar desigualdades y mucho menos en un país plagado de injusticias.

Cuestionar el rol que tienen las distintas autoridades y líderes espirituales en materia de seguridad y de consolidación del Estado de derecho se vuelve indispensable en este periodo electoral. Todas las personas que contamos con espacios de poder y de decisión, contamos también con la responsabilidad social de actuar para pacificar a México; ahí está nuestro punto de encuentro, trabajemos juntos por un país en paz, justicia e igualdad.

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