La inclusión financiera en un país permite el acceso y uso de servicios financieros formales bajo una regulación apropiada. Busca que la población adquiera aptitudes, habilidades y conocimientos para el manejo y planeación de sus finanzas y, con ello, pueda tomar mejores decisiones en el manejo de sus recursos.
De manera global, la inclusión financiera abona al crecimiento económico; a formalizar y estabilizar la economía, y a reducir la pobreza y la desigualdad. Dada su importancia, la OCDE diseñó un índice, en una escala de 0 a 100 puntos, para medir la alfabetización financiera de los países; considerando para ello los subíndices de conocimientos, comportamientos y actitudes financieras.
Para obtener datos relacionados con estos conceptos de medición, en México, la CNBV y el INEGI realizan periódicamente la Encuesta Nacional de Inclusión Financiera (ENIF) para generar información e indicadores oficiales a nivel nacional que permitan a las autoridades financieras hacer diagnósticos, políticas públicas y fijar metas en materia de inclusión y educación financiera.
La ENIF 2024 se acaba de publicar y de sus conclusiones podemos referir que seguimos en deuda con la alfabetización financiera en México. Sin embargo, hubo avances. En comparación con la encuesta del 2021, hubo un incremento muy significativo en la creación y mantenimiento de cuentas bancarias y digitales: 8 de cada 10 adultos cuentan con al menos un producto financiero formal y las cuentas digitales pasaron de 2.7% a 10.3% en 2024.
Haciendo un zoom a estas cifras, encontramos que la mayoría de las cuentas se abrieron para recibir becas, pensiones o ayudas gubernamentales. Esto es, en nuestro país, el acceso a cuentas bancarias —como premisa de una alfabetización financiera— se debe en gran parte a los apoyos de los programas para el bienestar. Por mencionar algunos ejemplos, el porcentaje de personas con una cuenta para recibir apoyos pasó del 6.5% al 11.6%; el 80% de los adultos mayores tiene una cuenta de Bienestar; y 4 de cada 10 personas con discapacidad cuentan con una cuenta similar. En pocas palabras, los programas sociales han abierto la puerta del banco a quienes históricamente habían quedado fuera.
El aumento en la apertura de cuentas también ha impulsado el ahorro formal. Según la ENIF 2024, el porcentaje de mexicanos que ahorran a través de instituciones formales subió del 49.1% en 2021 al 63% en 2024. Este cambio se debe, en gran medida, a que muchas personas han comenzado a guardar parte de las transferencias que reciben por apoyos sociales.
Abrir una cuenta es solo el primer paso. La ENIF 2024 indica que la alfabetización financiera en México está a alrededor de los 58 puntos de 100, manteniendo niveles similares desde 2018. Muchos usuarios aún desconocen cómo elegir una cuenta adecuada, calcular el costo real de un crédito o aprovechar el interés compuesto. Para que la inclusión financiera se traduzca en un bienestar real, es necesario que la población aprenda a usar sus productos financieros de forma óptima.
El gobierno reconoce este desafío y ha anunciado la próxima formulación de una Política Nacional de Inclusión Financiera. Esta política debe enfocarse tanto en aumentar el acceso como en mejorar el uso de los servicios financieros.
Si bien el avance en la inclusión financiera deriva de políticas públicas, debemos apuntalar el avance para que los nuevos usuarios sepan aprovechar sus cuentas bancarias para ahorrar, invertir y mejorar su calidad de vida. Para ello, es fundamental que bancos, gobierno e instituciones educativas colaboren en elevar la educación financiera de la población, haciendo que la inclusión se traduzca en bienestar tangible para todas y todos. Que nuestro punto de encuentro sea capacitar y acompañar a los nuevos usuarios del sistema financiero, de modo que una cuenta bancaria no se quede en plástico y trámites, sino que se traduzca en ahorro, inversión productiva y prosperidad.