Repensar

Urgen médicos

Habiendo tantos aspirantes a una carrera ciertamente difícil, sorprende que, entre las naciones desarrolladas, la Unión Americana es de las que tienen menos médicos por habitantes, dice Alejandro Gil Recasens.

Desde el inicio de la televisión hasta nuestros días, los americanos han visto más de 100 series sobre médicos y hospitales. Programas como “Dr. Kildare”, “Ben Casey”, “Mash”, “ER”, “House, MD” o “Grey’s Anatomy” han estado durante años hasta arriba en los ratings y han inspirado a miles de jóvenes a estudiar disciplinas médicas.

Para seguir esa vocación deben obtener buenas calificaciones en su bachillerato en ciencias, preferentemente en biología (dos o tres años de premed) y aprobar un riguroso examen de habilidades y conocimientos.

Luego tienen dos opciones. Hay 34 escuelas en las que pueden obtener el título de doctor of osteopathic (DO) y 152 escuelas en que pueden graduarse como medical doctor (MD). En ambos casos, hacen un internado rotatorio el tercer y cuarto años y luego, tienen que cumplir una residencia de al menos un año y aprobar el examen para obtener su licencia para ejercer (en el estado en que quieran trabajar).

Los osteópatas (25% de los estudiantes y 11% de los practicantes) se concentran en el estudio de huesos, músculos y nervios y hacen énfasis en la medicina preventiva: factores ambientales y estilos de vida. Mayormente se orientan hacia medicina familiar, ginecoobstetricia, pediatría, cirugía general, medicina de urgencia y psiquiatría.

Los que optan por ser MD buscan dedicarse a la investigación o a especialidades más complejas, que pueden durar tres (medicina interna), cinco (cirugía general) o siete años (neurocirugía). Las especialidades las cursan como residentes en alguno de los mil 100 hospitales-escuela que hay allá.

Habiendo tantos aspirantes a una carrera ciertamente difícil, sorprende que, entre las naciones desarrolladas, la Unión Americana es de las que tienen menos médicos por habitantes. Faltan miles y cada vez necesitarán más porque crece y envejece la población. El problema se agravó con la pandemia de Covid. Muchos galenos murieron heroicamente; otros se deterioraron por la sobrecarga de trabajo y ahora trabajan menos horas; no pocos adelantaron su retiro. Hay también escasez de enfermeras y asistentes.

BARRERAS ABSURDAS

Sintiendo que había mucha competencia, en los 80 las asociaciones médicas presionaron a las universidades para que no admitieran tantos educandos. Durante casi un cuarto de siglo la matrícula estuvo congelada. Fue hasta 2005 que empezó a expandirse. Aunque ha aumentado 35% desde entonces, en agosto pasado entraron a primer año (en grupos muy grandes) apenas 23 mil jóvenes. Miles más han tenido que conformarse con los programas que ofrecen las 49 escuelas de medicina que hay en el Caribe.

El siguiente problema es el alto costo de las colegiaturas. Una carrera de cuatro años puede implicar un desembolso de hasta 400 mil dólares, si se incluyen gastos de alojamiento y alimentación. La mayoría de los egresados inicia su vida profesional con deudas. Afortunadamente, hay algunas iniciativas positivas: en 2018 la Universidad de Nueva York decidió dar beca completa a todos sus alumnos de primer ingreso.

El mayor impedimento es, sin embargo, el limitado número de oportunidades para entrenamiento clínico. Las residencias médicas crecen muy lentamente porque faltan preceptores y para abrir nuevos proyectos de investigación se requiere un número alto de pacientes con la misma enfermedad.

Además, de los 35 mil que iniciaron su especialidad en agosto, la quinta parte son extranjeros. Dadas las restricciones migratorias prevalecientes, muy pocos podrán obtener la ciudadanía o la residencia. A peor, la mayoría de los estados no reconoce las residencias realizadas en otro país, obligando a repetirlas.

Aunque los hospitales se esfuerzan por obtener fondos para sostener las residencias y los estados y las aseguradoras contribuyen, la principal fuente de financiamiento es el Medicare. Desde 1965 el seguro médico federal para personas de 65 años o más reembolsa a los hospitales ese gasto, de acuerdo con una fórmula que considera el número de pacientes atendidos. Eso privilegia a los hospitales grandes y urbanos y perjudica a los que se enfocan a otros grupos demográficos.

En 1997 el Congreso puso un tope al número de residentes que Medicare puede financiar cada año. Ese límite se mantuvo hasta 2010 y luego se ha ido incrementando muy lentamente. En el presupuesto de 2020 se autorizaron 1,800 millones de dólares para aumentar 200 plazas cada año, durante los siguientes cinco. No es suficiente. De alguna manera tendrán que formar a más de 120 mil facultativos adicionales en los próximos 10 años.

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