Repensar

Salario mínimo

La Oficina de Presupuesto del Congreso sigue advirtiendo su efecto en el empleo (sobre todo el juvenil), los precios y el déficit fiscal, dice Alejandro Gil Recasens.

El salario mínimo en Estados Unidos ha tenido una historia accidentada. Con la Revolución Industrial se incorporaron al mercado laboral mujeres y niños. Se les asignó una remuneración inferior a la de los varones, porque se consideraba que eran menos productivos y complementaban el ingreso del jefe de familia.

A principios del siglo 20, durante la llamada “era progresista”, una coalición de activistas religiosos (inspirados por las encíclicas sociales de los papas), reformadores del gobierno, feministas y sindicalistas emprendió huelgas y boicots hasta que logró pasar legislación para mejorar las condiciones laborales.

Henry Ford afirmaba: “Nuestros empleados deben ganar lo suficiente para ser nuestros clientes”.

A partir de 1912 se fue estableciendo el salario mínimo en varios estados y en 1933 a nivel federal, diferenciado por región y por industria. La Suprema Corte determinó que era inconstitucional y cinco años después se aprobó, únicamente para las empresas involucradas en el comercio interestatal. En los sesenta se extendió a otros sectores.

El monto fijado nunca ha sido suficiente para sostener a una familia y no se actualiza oportunamente cuando sube el costo de la vida. Desde 2009 es de 7.25 dólares por hora.

Hay cuatro casos especiales: $4.25 para los trabajadores nuevos menores de 20 años en sus primeros 90 días en la empresa; $2.13 para empleados que reciben propinas (si con éstas no alcanzan los $7.25, se les debe completar); personas con capacidad física o mental disminuida, sujetas a arreglos específicos con el patrón. Todos los que trabajan en empresas que mantengan contratos con el gobierno federal deben ganar al menos 15 dólares por hora.

A la fecha, únicamente beneficia a uno por ciento de la fuerza laboral. Es importante en ciertos sectores (agricultura, silvicultura, pesca, hospedaje, restaurantes, cuidado de niños y ancianos, limpieza y mantenimiento de edificios, parques de diversiones) y en las regiones más pobres del sur profundo. Más de la mitad de los que lo reciben tiene menos de 25 años y trabaja a tiempo parcial.

El Partido Demócrata demanda desde hace una década elevar el salario mínimo federal. En la campaña presidencial de 2016 Bernie Sanders propuso que fuera de 15 dólares por hora. Eso complicó las cosas, porque entre los republicanos muchos aceptaban un aumento, pero progresivo y no tan alto de inicio.

Los estados, los condados y las ciudades pueden tener sus propios salarios mínimos. Aplica el más alto. Cinco estados no lo tienen y sólo en dos (Georgia, Wyoming) es menor al federal. En las elecciones de hace un mes, Nevada y Nebraska tuvieron referéndums para incrementar su importe.

En la última década las grandes ciudades han fijado su salario mínimo en 15 dólares por hora ($2,311.24 mensual) y lo han indexado a la inflación. Pero con muchas excepciones: sólo en empresas que no hagan comercio interestatal, con más de 10 trabajadores y con utilidades de más de medio millón de dólares al año; no incluye a trabajadores sindicalizados ni empleos de temporada o ventas casa por casa. De hecho, sólo aplica a los empleados de hoteles y restaurantes.

Como consecuencia de la pandemia de Covid, hay escasez de mano de obra en el sector servicios. Después de años de cabildear para que no subiera el salario mínimo, hoy muchos bancos y compañías de comercio al menudeo (Amazon, Walmart, Target) están pagando 15 dólares la hora.

CONTROVERSIA

En los noventa, el consenso era que el salario mínimo provocaba inflación y pérdida de empleos y que para ayudar a los trabajadores de bajos ingresos lo mejor era conceder créditos fiscales y subsidios focalizados. Ahora es diferente. El Banco Mundial, el FMI, la OECD y la OIT recomiendan elevarlo. Hong Kong lo instituyó en 2011 y Alemania en 2015. El Reino Unido lo incrementó significativamente en 2016.

La Oficina de Presupuesto del Congreso sigue advirtiendo su efecto en el empleo (sobre todo el juvenil), los precios y el déficit fiscal.

La principal objeción es que sea general. No puede ser igual en Silicon Valley (donde casi todos perciben mucho más) y en Mississippi, donde la mitad de los trabajadores apenas gana eso. No afecta a una cafetería que compite con otras cercanas y que, como ellas, repercutirá el aumento en sus precios. Sí perjudica en la manufactura, que compite con corporaciones extranjeras que tienen bajísimos costos laborales.

Con bajo crecimiento, alta inflación y bloqueo legislativo, no hay perspectivas de que suba pronto.

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