Repensar

Biden bis

Mal que bien, Biden condujo al país durante la pandemia de covid y el desorden económico que provocó.

Cuando Joe Biden se postuló por primera vez para senador (en 1972) tenía 29 años, mientras que su oponente, Cale Boggs, ya pasaba de los 63 y era un personaje prestigiado y con gran experiencia política. Para evitar que se fijaran en su novatez, Biden argumentó en su campaña: reconozco que Boggs acumula muchos logros importantes, pero no debe ser reelegido porque ya no goza de todas sus facultades mentales y no entiende la realidad actual.

Es lo mismo que muchos en su partido le dicen hoy al presidente: lograste más de lo que se esperaba en estos años, pero ya no tienes la energía para una campaña de 18 meses o la aptitud física y mental para aguantar otro periodo. Además, a diferencia de Boggs, Biden no ha logrado mejorar su popularidad. La mitad de sus correligionarios no lo quiere de abanderado.

El problema es que los demócratas están divididos y Biden es el prospecto que asegura que no se polarice más. Es también el único que parece ser competitivo frente a un Trump recargado.

Ha colocado a gente suya en el liderazgo del partido y maniobró para cambiar el calendario de las primarias y fijar la sede de la convención. La primera primaria no será en Iowa, sino en Carolina del Sur, donde tiene asegurado el triunfo. La convención será en Chicago para consolidar su alianza con los sindicatos.

Como la vez anterior, tendrá el apoyo un tanto obligado de Obama y el respaldo sólo aparente de los Clinton. Hasta ahora no parece que vaya a enfrentar a un oponente de peligro para obtener la nominación.

Mal que bien, Biden condujo al país durante la pandemia de covid y el desorden económico que provocó. Se le reconoce por haber formulado, y sacado en el Capitolio, una ambiciosa política industrial, para intentar mantener el liderazgo tecnológico frente a China. Se valora también el inicio del mayor esfuerzo en la historia para frenar el calentamiento global.

Sin embargo, amplios sectores creen que exageró con su programa de estímulo, que incrementó el déficit y la inflación, que provocó problemas en el mercado laboral. Otros cuestionan la precipitada salida de Afganistán y su tibieza inicial frente a Putin, cuando se pudo evitar su aventura ucraniana.

Con voz cansada Biden afirma que la “batalla por el alma de América” que prometió en 2020 está inconclusa y amenazada por el resurgimiento del trumpismo. Llama a “acabar el trabajo” y se dice apto y dispuesto.

En realidad, tiene muy poco margen de error. Necesita sumar el voto de los trabajadores, que se han ido con los republicanos. Sus lentes oscuros de aviador no bastan para atraer los jóvenes.

Dudas

Aunque no lo ha anunciado oficialmente, Biden ya aceptó que Kamala Harris sea otra vez su compañera de fórmula. En el video en que anunció que va por la reelección, la imagen de ella aparece repetidamente.

Es una decisión controvertida porque ella tiene niveles de popularidad más bajos que los suyos. De hecho, algunos dicen que Joe está haciendo el sacrificio de ir a la reelección porque, si ella fuera la candidata, no le ganaría ni a Trump ni a DeSantis.

Kamala peleó la candidatura presidencial en 2020 y atacó fuertemente a Biden. Abandonó tempranamente las primarias porque no consiguió centrar su campaña en algún tema atractivo.

Biden la seleccionó para acompañarlo porque calculó que le incrementaría el voto negro y el femenino. Al final, su contribución electoral no fue significativa.

Como vicepresidenta ha sido más bien decepcionante. Ni siquiera ha atinado a conformar un equipo sólido. Sus colaboradores renuncian criticando su incapacidad para enfocarse en objetivos concretos y su carácter irascible.

Habiendo sido procuradora en California se esperaba que se involucrara seriamente en una necesarísima reforma penal y policial. Biden le encargó el tema de la migración indocumentada y ella se limitó a visitar Centroamérica y a sacarse fotos en la frontera. Aunque ha viajado por todo el mundo, no ha proyectado ninguna iniciativa original o exitosa.

En lo que claramente ha destacado es en desempatar las votaciones en el Senado. Puede alegar que, gracias a ella, han pasado los programas del presidente.

Algo diferente tendrá que hacer en la campaña para convencer a los electores de que ella tiene la capacidad para relevar a Biden, en caso de que renunciara, quedara incapacitado o feneciera.

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