Repensar

Algoritmos malvados

Los actores están molestos porque no reciben suficiente remuneración cada vez que su participación es reproducida en ‘streaming’ o cuando se replica o modifica digitalmente su imagen.

El cambio tecnológico presenta desafíos inesperados para los empresarios, para los trabajadores y para los consumidores. Los costos y beneficios van variando y se reparten inequitativamente entre ellos. Por eso nunca deja de ser disruptivo.

En la industria del entretenimiento, por ejemplo, el disco de acetato llevó a un cambio en las costumbres. Los jóvenes dejaron de ir a los salones de baile y a las ferias; empezaron a oír música sin compañía. Muchos músicos se quedaron sin chamba.

Al mismo tiempo se abrieron miles de empleos en fábricas de tornamesas y tiendas de discos. La música en vivo no desapareció, pero se volvió más exclusiva y mejor pagada. Los cantantes ampliaron inmensamente su público. Surgieron grupos juveniles exitosísimos. Los melómanos tuvieron oportunidad de apreciar estilos de otros países y de formar colecciones de su música preferida.

El casete sustituyó al disco y permitió llevar la música en la bolsa. Fatalmente, las grandes disqueras y sus artistas exclusivos se eclipsaron al aparecer el teléfono inteligente y sus aplicaciones infinitas.

Con cada innovación hubo perdedores y ganadores. Hoy tenemos mejores opciones en calidad y precio para escuchar nuestras piezas favoritas. La industria siguió evolucionando y hoy es gigantesca y diversificada, con públicos de miles de millones.

Lo mismo sucedió con el cine y la televisión. Las salas de 2 mil asientos, las películas de más de tres horas de duración y el star-system son cosa del pasado. La televisión la vemos ahora en pantallotas y en pantallitas.

Hollywood, we have a problem

Los grandes conglomerados de medios enfrentan esas transformaciones modificando su composición accionaria. Warner Bros. se fusionó con Discovery; Amazon compró MGM y Comcast adquirió Sky; Los Simpson ya no son de Fox sino de Disney. Afectados por la pandemia y la inflación, algunos no sobrevivirán.

El streaming nos dio la posibilidad de descargar en cualquier momento una inmensa variedad de contenidos, de ya no tener que esperar a la hora de las noticias, del juego o de la telenovela. Sin embargo, no ha encontrado un modelo de negocio rentable. Netflix y Disney subieron sus precios porque la gente se pasa las contraseñas. Ahora ensayan una opción más barata que incluye publicidad.

Los grandes estudios invirtieron millones de dólares en nuevos contenidos y no logran crecer. Las televisoras batallan para conseguir anunciantes. Ambas reducen su ritmo de producción y recortan personal.

Por eso se fueron a huelga en mayo los 11 mil guionistas de la WGA (Writers Guild of America). Están muy asustados porque la inteligencia artificial los está volviendo obsoletos y abarata su trabajo. Mediante algoritmos es posible generar libretos más o menos pasables en muy poco tiempo.

A ellos se han unido la semana pasada los 160 mil miembros de la SAG-AFTRA (Screen Actors Guild-American Federation of Television and Radio Artists). Los actores están muy molestos porque no reciben suficiente remuneración cada vez que su participación es reproducida en el streaming o cuando se replica o modifica digitalmente su imagen y voz en avatares o videojuegos.

Ambos sindicatos reclaman incrementos en su pago básico y en sus planes de salud y pensiones. Fran Drescher, la protagonista de La niñera y presidente de la SAG-AFTRA, llamó codiciosas a las empresas productoras, que alegan pérdidas, pero mantienen las excesivas compensaciones de sus ejecutivos.

En su fiero y vehemente discurso denunció que los estudios alargaron las negociaciones para dar tiempo a que se estrenaran las películas taquilleras de la temporada de verano: Barbie, de Warner; Oppenheimer, de Universal, y Misión imposible: sentencia mortal, parte 1, de Paramount.

Lo que más les preocupa, en realidad, es constatar que la tecnología los desplaza. Los extras en los rodajes están siendo escaneados en un solo día de trabajo y luego se usa su clon no sólo para una producción, sino indefinidamente, sin su consentimiento o retribución adicional.

El concepto de derechos de propiedad se nubla cuando cualquiera puede ingresar una imagen en una aplicación de retratos (como Snapchat o DrawAnyone) y las imágenes resultantes se convierten en dominio público.

Mientras dure la huelga, las televisoras tendrán que repetir material viejo y los estudios reprogramarán o cancelarán definitivamente sus grabaciones. En la huelga anterior (2007-8), que duró 100 días, surgieron los reality-show, en los que se prescindió de los actores y de los guionistas. Personas comunes interactúan sin un script.

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