Repensar

Vacunas caras

Una razón por la que se vuelven muy costosas las medicinas y, particularmente las vacunas, es porque el sector farmacéutico está altamente regulado por los gobiernos.

Como cualquier otro producto, las vacunas se rigen por la ley de la oferta y la demanda: si son escasas y solicitadas no podrán ser baratas. Pero en este caso hay otros factores que inciden en su encarecimiento.

Por principio, en la industria farmacéutica la investigación y el desarrollo son muy prolongados. Tienen que pasar muchos años de prueba y error antes de llegar a un fármaco que sea eficaz y seguro. Son apuestas de mucho dinero que tienen alta probabilidad de fallar. Por eso las compañías se apoyan en los centros de investigación universitarios y requieren compensar esas inversiones con productos de alta venta (como Bayer con la aspirina).

La patente, es decir, la exclusividad para producir un medicamento, es temporal. Una vez que se vence, otras firmas lo pueden fabricar y vender a un menor precio. Por ello, las farmacéuticas le tienen que sacar el mayor provecho posible mientras lo detentan. Y por eso están obligadas a lanzar periódicamente al mercado nuevos productos exitosos.

El precio al consumidor debe cubrir mucho más que el costo de las materias primas, de la fabricación y la distribución. La ampolleta de la mayoría de las vacunas sólo contiene 0.3 mililitros de la fórmula.

Ejemplo muy claro de lo anterior fue la forma en que se desarrolló la vacuna contra el covid-19 de Pfizer. Desde los noventa la bioquímica húngara Katalin Karikó y el inmunólogo estadounidense Drew Weissman estaban trabajando en la Universidad de Pennsylvania en una nueva plataforma para hacer vacunas, útil para combatir diferentes tipos de infección.

A diferencia de las vacunas tradicionales, que introducen al cuerpo virus inactivos o debilitados, para estimular la formación de una respuesta inmune y proporcionarle así una ventaja si llega a estar expuesto a ese patógeno, Karikó y Weissman partieron de la biología molecular y descubrieron la forma de desarrollar vacunas rápidamente sin necesidad de tardados cultivos.

Desde 2005 publicaron sus hallazgos y Katalin se incorporó a la empresa BioNTech para desarrollar vacunas para diferentes infecciones. Como Pfizer ya trabajaba con esa compañía, se pudieron entregar vacunas meses después de que apareció el covid-19 y por ello, justamente, Karikó y Weissman recibieron el Premio Nobel en medicina de este año.

Con otra metodología, AstraZeneca desarrolló su vacuna contra el covid-19, asociada con la Universidad de Oxford.

Complicada regulación

Otra razón por la que se vuelven muy costosas las medicinas y, particularmente las vacunas, es porque el sector farmacéutico está altamente regulado por los gobiernos.

Antes de autorizarse la venta de cualquier fármaco, se exigen pruebas clínicas exhaustivas. Ya autorizado, se hacen inspecciones frecuentes para asegurar la calidad de la producción y el manejo adecuado de los inventarios (por ejemplo, la refrigeración de las vacunas).

En muchos países se busca moderar el precio de los medicamentos estableciendo precios oficiales o máximos. El inconveniente es que, si son muy estrechos, se desincentiva la producción y se da lugar a un mercado negro.

Especialmente en el caso de las vacunas, los gobiernos también intervienen como grandes compradores. Obtienen menores precios, que los laboratorios compensan con los que le asignan a la venta al público. Así, los Centros de Control de Enfermedades (CDC) compran la vacuna de covid-19 de Pfizer (Comirnaty) en 85 dólares la dosis, mientras que en las farmacias se vende a 120.

Durante la pandemia, los CDC lograron comprar esa misma vacuna a 20 dólares la dosis porque el gobierno eximió a los fabricantes de responsabilidad civil (se desconocía si habrían efectos secundarios) e hizo obligatoria su aplicación a todos los empleados públicos, inflando artificialmente la demanda. Ahora que la aplicación es voluntaria y sólo 20% de los estadounidenses adultos se está vacunando, el precio se cuadruplicó.

Como los canales minoristas están dominados por grandes cadenas de farmacias (en la Unión Americana, CVS y Walgreens), no existe suficiente competencia para que el consumidor pueda beneficiarse de descuentos.

Además del volumen de compra, también es importante la fuerza de los órganos reguladores. Ello explica que los gobiernos de la Unión Europea consigan mejores precios que los gobiernos del Reino Unido y de Estados Unidos.

Por último, los gobiernos influyen en los precios promoviendo las vacunas (la inmunización contra la influenza, ya normalizada, sólo cuesta 20 dólares en las farmacias) y haciendo obligatorio incluir todas las vacunas recomendadas en la cobertura de los planes de seguro médico privado.

COLUMNAS ANTERIORES

Sin ganas
¿Por qué perdieron los demócratas?

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.