La población latina en Estados Unidos ha crecido significativamente en la última década, tanto por la continua migración, como por la mayor fertilidad. Es la primera minoría racial, superior a los afroamericanos, los asiáticos y los pueblos originarios.
Son casi 63 millones (19.1 por ciento de la población), cuando apenas en 1980 eran 14.8 millones (7 por ciento de la población). De ellos, se identifican como mexicanos 37.2 millones. En la última década ha crecido extraordinariamente la inmigración de Venezuela (169 por ciento), República Dominicana, Guatemala y Honduras.
Tienden a concentrarse en enclaves nacionales, dentro de las grandes ciudades. Los mexicanos son mayoritarios en Chicago, Los Ángeles, Riverside, Phoenix, Houston, Dallas, San Antonio, Kansas y Minneapolis; los cubanos en Miami, los puertorriqueños en Orlando, los salvadoreños en Washington, DC. Las grandes urbes del este (Nueva York, Filadelfia, Boston) son diversas.
Su edad media es diez años menor que la población general. Por eso, aumenta su participación en el mercado laboral. En 1990 había 11 millones de trabajadores latinos; hoy son más de 30.
Cada año un millón de jóvenes de este grupo llegan a la edad de votar. Son 50 por ciento de los nuevos votantes. En 2024 los latinos representan 15 por ciento del padrón electoral (36.2 millones). Sin embargo, son de los segmentos con menor identificación política (62 por ciento no se reconoce como simpatizante de ningún partido) y con menor tasa de participación política. No se espera que acuda a las urnas ni la mitad.
Se les van
Tradicionalmente los latinos han tendido a favorecer al Partido Demócrata. Esa tendencia se consolidó en los sesenta, cuando las leyes de derechos civiles, promulgadas para sofocar las protestas de los negros, los favorecieron también a ellos. Poco a poco se fue acabando la discriminación laboral y consiguieron educación bilingüe y mejor acceso a la salud y a la vivienda.
Por otro lado, los políticos demócratas apoyaron las reivindicaciones de los trabajadores del campo y las de los que laboraban a destajo en empacadoras de carne.
Los programas contra la pobreza los beneficiaron particularmente. Miles de familias inmigrantes han completado durante años el ingreso familiar con los cupones de comida (food stamps). Es sabido que se ha abusado mucho de ese programa. Ronald Reagan llamó welfare queens (algo así como ‘reinas del Estado benefactor’) a mujeres que recibían esa prestación sin necesitarla. Los legisladores demócratas se han opuesto a establecer controles que eviten el fraude.
Durante mucho tiempo, los demócratas pensaron que los latinos, por ser morenos, seguirían el patrón de los afroamericanos y simpatizarían en automático con ellos. Incluso usaban los mismos spots que se dirigían a los negros, nada más que con actores que hablaban español. A lo más, cuando su voto era importante, los candidatos aparecían comiendo burritos y se dirigían a ellos como ‘amigos’.
No más. Los latinos están desertando del Partido Demócrata. No les cumplieron las promesas o no les prometen lo que ellos necesitan.
Encima, los quieren incorporar a las políticas de identidad, que ellos ven como divisivas e infructuosas. Se les hace un insulto que los llamen latinx o que los hagan sentirse víctimas. No quieren derechos especiales, sino los mismos que los demás. No se sienten atraídos por legisladores latinos radicales, como Alexandria Ocasio-Cortez.
No entienden por qué los demócratas no se dan cuenta de que muchas políticas para combatir el cambio climático, populares entre las clases acomodadas, a ellos los perjudican. Nuevas regulaciones ambientales, políticamente correctas, implican pérdida de empleos. Irónicamente, muchos de los que aplauden esas reformas, ni siquiera acostumbran votar.
Cometieron además el error de seguir ofreciendo la regularización de los indocumentados, cuando el influjo de inmigrantes se hizo masivo y perjudicó especialmente a las comunidades por las que cruzan o en las que, dada la ventaja del idioma, se asientan. Son los latinos los que sufren debido a la competencia por los empleos y al abatimiento de los salarios. Están también entre los más afectados por la inflación y por el aumento de la delincuencia, que se achacan a las decisiones de Biden.
Kamala Harris está tratando de distanciarse de las políticas ambientales y migratorias de la actual administración y no se dirige a los latinos en términos de identidad. Ya comprendió que lo que les preocupa son los trabajos, los salarios y los precios. Para ganar tiene que recabar sufragios de los mexicanos de Arizona y Nevada y de los puertorriqueños y dominicanos de Pensilvania. Corre contra el tiempo.