Repensar

Aislados o enredados

El nuevo presidente entiende que, como siempre, los estadounidenses no quieren ver a su país enredado en conflictos y prefieren vivir desvinculados, comenta Alejandro Gil Recasens.

En su mensaje de despedida, el presidente Donald Trump reivindicó, como uno de sus logros, no haber inmiscuido a su país en una guerra. Ésa es, sin duda, una de las razones por las que millones votaron por él en noviembre.

En Estados Unidos ha habido siempre una tendencia a retraerse del mundo. Los fundadores de la nación incluyeron en la Declaración de Independencia principios (libertad individual, igualdad de derechos, supremacía de la ley, regla de mayoría, gobierno limitado) que consideraban muy superiores a los que regían en los países europeos.

Los despreciaban por ser autocráticos, corruptos y militaristas. No querían parecerse a ellos y no deseaban tener nada que ver con ellos. Aceptaban el intercambio comercial mientras fuera pacífico y recíproco, en la línea del mercantilismo en boga, pero rechazaban las alianzas políticas "enredadas". En su discurso de despedida, George Washington les advirtió que, para preservar la independencia, había que reducir al mínimo las conexiones políticas con el exterior.

Esa ideología prevaleció durante todo el siglo XIX y por eso la expansión hacia el oeste fue tan debatida. Cada nueva ola (la compra de Lousiana y de Alaska, la guerra contra los británicos, la anexión de gran parte del territorio de México y la casi extinción de las tribus nativas) suscitaba desafíos legales y diferencias sobre su utilidad o legitimidad.

Vivir separados del otro continente fue posible porque tenían grandes riquezas naturales, que le daban autosuficiencia. Desarrollaron un mercado interno que muy pronto se convirtió en el mayor del mundo.

Por eso, la población se opuso a la participación en la Primera Guerra Mundial. Al terminar ésta, el presidente Woodrow Wilson, cuestionado por las miles de bajas americanas, menosprecio el objetivo de mantener el equilibrio entre poderes. Propuso, en cambio, crear un nuevo orden internacional, fundado en la seguridad colectiva, para permitir una paz duradera.

El plan de 14 puntos partía del respeto a la soberanía e integridad territorial de las naciones, la negociación de las reclamaciones coloniales, la solución pacífica y arbitrada de las controversias, el desarme generalizado y el fin de la diplomacia secreta. Los europeos aceptaron la iniciativa y, mediante el Tratado de Versalles, crearon la Liga de las Naciones. Sin embargo, la opinión pública americana no se convenció; el Senado estadounidense no lo aprobó y Estados Unidos no se adhirió.

De no ser por el ataque a Pearl Harbor, tampoco hubieran aceptado entrar a la Segunda Guerra Mundial, aun si Gran Bretaña desapareciera.

PARÉNTESIS

Las cosas cambiaron con el surgimiento de la Unión Soviética, la satelización de Europa del Este y su afán de exportar la revolución. Durante toda la Guerra Fría los estadounidenses toleraron intervenciones preventivas en Asia (Corea, Vietnam), África, Medio Oriente y América Latina. Después de la desintegración de la URSS ya dudaron mucho de apoyar las Revoluciones de Colores y la Primavera Árabe. Los atentados terroristas de 2001 los conmocionaron, pero pronto rechazaron sostener contiendas inacabables en Afganistán e Irak.

En ese marco se puede entender la propuesta de política exterior de Joe Biden. Habla de "poner a Estados Unidos en la cabecera de la mesa" para enfrentar los retos globales (cambio climático, proliferación de armas nucleares, guerra en el ciberespacio, terrorismo transnacional, migraciones masivas, impacto disruptivo de las nuevas tecnologías). Dice que restablecerán y ampliarán las alianzas; que conducirán una gran transformación del orden mundial.

Sin embargo, al pasar a las propuestas concretas, lo que se traza es una participación limitada en la arena internacional. Por ejemplo, no hay la intención, como en otras épocas, de expandir la democracia en otras regiones, sino únicamente de resistir los esfuerzos de los regímenes populistas para crear división y manipular elecciones. Es decir, defender la democracia existente: reforzar los sistemas electorales, promover los derechos humanos, combatir la corrupción.

Manifiesta el propósito de mantenerse como primera potencia militar, pero urge a disminuir su despliegue en el extranjero. Advierte que usará la fuerza para defender sus intereses vitales, pero sólo cuando sea absolutamente necesario, haya objetivos claros y alcanzables y se obtenga el consenso.

Para enfrentar las prácticas abusivas de sus competidores económicos ya no amenaza con tarifas y sanciones, sino que prioriza los acuerdos multilaterales.

El nuevo presidente entiende que, como siempre, los estadounidenses no quieren ver a su país enredado en conflictos y prefieren vivir desvinculados.

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