Repensar

Bloomberg al rescate

Además de fondear a candidatos individuales, Bloomberg financiará una plataforma tecnológica para ganar el voto presidencial en los estados clave, escribe Alejandro Gil Recasens.

En mayo Michael Bloomberg se retiró de la carrera por la nominación presidencial del partido Demócrata. El sexto hombre más rico en Estados Unidos amasó su fortuna prestando servicios de datos al sector financiero, guiándose siempre por la evidencia estadística. Leyó las encuestas, hizo sus cuentas y concluyó que su probabilidad de salir adelante en una competencia tan polarizada, en la que los radicales superan a los moderados, eran muy baja.

En otras circunstancias hubiera sido el candidato ideal. Durante sus doce años como alcalde de Nueva York (2001-2013), nunca cobró su sueldo, ni uso la casa o los vehículos oficiales. Eliminó el déficit fiscal de la urbe, dirigió la reconstrucción de la zona donde estuvieron las Torres Gemelas, se afanó por mejorar los servicios educativos y de salud; eliminó estructuras burocráticas; redujo la criminalidad y la tasa de encarcelamiento.

No todo le salió bien. Los conservadores se molestaron con sus posiciones liberales en lo social. Los organizadores del movimiento Occupy Wall Street lo acusaron de represor. Los liberales le criticaron mucho la prohibición de fumar dentro de los edificios y de vender refrescos en vasos de más de 473 mililitros (para combatir la obesidad). Lo más polémico fue su política de permitir a la policía parar a la gente en la calle, interrogarla y revisar sus bolsas, sin necesidad de cumplir con la condición de que hubiera una sospecha razonable de que esa persona ha cometido, está cometiendo o va a cometer un crimen. Las organizaciones de derechos humanos lo acusaron de discriminación racial, lo llevaron a tribunales y lo obligaron a echarse para atrás.

Es también el segundo filántropo más generoso del país (después de Jeff Bezos, de Amazon). Como muchos otros billonarios ha respaldado obras caritativas y la difusión de las artes; como es costumbre creó un fondo de becas para estudiantes de su alma mater (la Universidad Johns Hopkins). Lo que lo distingue es que por décadas le ha inyectado mucho dinero a causas en las que parece creer firmemente y que, con el tiempo, se volvieron políticamente muy importantes.

Ambiente y armas

Con más de 127 años de fundado y con 3.5 millones de miembros, Sierra Club es el más influyente grupo conservacionista de la Unión Americana. Bloomberg lo ha revitalizado, modernizando sus anuncios en medios masivos y financiando documentales muy exitosos, como el multipremiado "Años de vivir peligrosamente". Lo incorporó a una gigantesca campaña que en nueve años ha logrado el cierre de una tercera parte de las plantas generadoras de electricidad que funcionan con carbón.

Lo notable es que no lo ha hecho exigiendo regulaciones o haciendo denuncias ante la Agencia de Protección Ambiental (EPA); tampoco cabildeando en el Capitolio o litigando en las cortes. Sus operadores se fueron ciudad por ciudad a organizar comités cívicos y a solicitar audiencias en los cabildos. Armados con estudios detallados de cada caso, convencieron a los concejeros de que era necesario evitar las emisiones que dañan la salud pública y que tienen elevados costos fiscales a largo plazo. En contra tuvieron la fuerza de los sindicatos y la necedad del presidente Trump; a favor, la participación ciudadana y el creciente costo de satisfacer las normas federales que enfrentan las compañías eléctricas, comparado con el decreciente del gas natural y de la energía solar y eólica.

A través de su iniciativa America's pledge ha ayudado a ciudades, empresas y universidades a alcanzar las metas comprometidas en el Acuerdo de París sobre cambio climático. También se ha preocupado por difundir estándares contables que permiten a las compañías transparentar su huella ambiental. Por todo ello, fue nombrado enviado especial del Secretario General de la ONU para la acción climática.

El otro tema en que se ha involucrado es el control de las armas de fuego. Todos saben que retar a la Asociación Nacional del Rifle (NRA) es un suicidio político. Él no tuvo reparo en hacerlo desde hace veinte años, cuando ni los Clinton ni Obama se atrevían a fijar una posición firme en ese tema. Es por eso que los activistas lo consideran auténtico y lo respetan.

El magnate ha anunciado que aportará 500 millones de dólares a las campañas demócratas del año próximo. Además de fondear a candidatos individuales, financiará una plataforma tecnológica para ganar el voto presidencial en los estados clave.

COLUMNAS ANTERIORES

Cuotas carreteras
Terribles carreteras

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.