Algunos analistas especulan que el presidente Donald Trump amarró la candidatura republicana para el 2020, y quizá la permanencia en la Casa Blanca, al no haberse probado su supuesta colusión con el gobierno ruso en la contienda presidencial de 2016. Indudablemente él lo ha sabido aprovechar, al presentarlo como un triunfo de la verdad y poner en entredicho a sus acusadores. Pero si bien la noticia le quitó puntos malos, no le añadió los buenos que necesita para alcanzar aquellas metas.
En todo caso, sus problemas no se han acabado. Existe la posibilidad de que se compliquen los procesos judiciales que se le han iniciado o que las diversas investigaciones promovidas por los demócratas en el Congreso den lugar a nuevas imputaciones.
Le podrían hacer gran daño la averiguación sobre infracciones a la ley electoral que promueve el fiscal federal del distrito sur de Nueva York. Concretamente sobre el uso irregular de los fondos de campaña para cubrir gastos personales o para silenciar a mujeres con las que tuvo amoríos.
Sin embargo, lo que realmente podría frustrar sus aspiraciones de reelegirse y ponerlo tras las rejas es algo más sencillo: que demuestren que cometió evasión de impuestos. Por ese crimen está hoy en la cárcel Michael Cohen, su abogado personal y operador financiero.
El Departamento de Impuestos del Estado de Nueva York tiene en curso varias pesquisas que seguramente lo obligarán a abrir su expediente fiscal de los últimos años, algo que los demócratas no consiguieron en la campaña presidencial. Si ha hecho lo imposible por ocultarlo es porque sus conciudadanos se van a indignar cuando vean lo poquito que ha aportado en relación con el monto de su patrimonio e ingresos. Máxime que Cohen confesó que, para presumir, el magnate inflaba el valor de sus activos.
Cumplidos
¿Por qué puede ser tan molesto para los votantes que se le confirmara un delito fiscal?
Porque en Estados Unidos el 88 por ciento de los causantes consideran inaceptable no pagar sus gravámenes o engañar para abonar menos de lo debido. La tasa de cumplimiento voluntario (VCR) es allá del 84 por ciento, por lo que la tasa promedio de auditorías (AAR) es de tan solo 0.6 por ciento de los contribuyentes. Son mejores datos que los europeos (Alemania tiene una VCR del 68 por ciento), especialmente de los países mediterráneos, en los que muchos no se sienten compelidos a liquidar correctamente sus contribuciones.
En Italia, cerca de mil personas fueron consignadas el año pasado al descubrirse un esquema de simulación. El ex primer ministro Silvio Berlusconi fue condenado por fraude fiscal en 2013. En su defensa alegó: "cuando hay altos impuestos, la evasión es un derecho divino".
En Grecia mentir al fisco es un deporte nacional: la mitad de los hogares no paga nada. Luego de la recesión y tremenda crisis de 2008 el gobierno estableció un impuesto 'de lujo' a las albercas particulares. Únicamente 324 residentes de Atenas y sus suburbios reconocieron tener una y apoquinaron lo correspondiente. Gracias a la fotografía espacial se descubrió la cifra real: 16 mil 974.
Surgió entonces una industria de camuflaje de estanques, que iba desde techados de lona hasta tapas de césped flotantes.
Como Berlusconi, en el viejo continente algunos tramposos se justifican con las altas tasas impositivas o la dificultad para formalizar los negocios.
En cambio, para los estadounidenses, cumplir escrupulosa y puntualmente con el deber tributario es una virtud cívica que se inculca desde la infancia. Esa norma social se refuerza cuando ven que sus vecinos también desembolsan lo justo y el gobierno es más transparente y menos corrupto que en otros lados. Faltan cuatro semanas para que se termine el plazo para cubrir lo correspondiente a 2018 y millones ya lo hicieron.
Aunque la confianza en el gobierno en general ha venido decayendo, entre los organismos de mayor credibilidad sigue estando el Servicio de Recaudación (ISR). Es eficiente y cuando alguien se salta las trancas lo persigue implacablemente. Tampoco es infalible, como lo indica el caso de los Papeles de Panamá.
Donald Trump no ha tenido reparo en alardear de lo listo que es para brincarse sus obligaciones ciudadanas. A la gente no le parece un chiste. Como al famoso mafioso Al Capone, que acabó en Alcatraz no por homicida y extorsionador sino porque lo cacharon con recibos y facturas falsas, esa actitud le puede salir demasiado cara.