Repensar

Pelosi superstar

La señora Pelosi tiene experiencia probada, es hábil para organizar y financiar campañas, sumar votos y lograr la aprobación de leyes y estatutos, pero su designación como 'speaker' no parece tan segura.

Hace dos meses los demócratas consiguieron la mayoría en la Cámara de Representantes. Esta semana entrará en funciones la nueva Legislatura y empezará a vislumbrarse si ese cambio tiene el efecto que se espera: que el Congreso se contraponga a muchas de las decisiones de Donald Trump.

En el sistema estadounidense, el Legislativo tiene un estricto control del Presupuesto y puede fácilmente bloquear la asignación de lo ya aprobado. Además, el partido que tiene mayoría asume la presidencia de todas las comisiones legislativas y estas tienen el poder de solicitar información al Ejecutivo, hacer comparecer a sus funcionarios, citar a audiencias y crear comisiones de investigación. Finalmente, dada la debilidad estructural de los partidos políticos, sus comités ejecutivos se limitan a realizar labores administrativas. Los verdaderos dueños de esas organizaciones son los líderes parlamentarios. Son ellos los que más influyen a la hora de seleccionar candidatos y de fijar las directrices políticas. Su poder va más allá de las escalinatas del Capitolio.

La Cámara es presidida por el speaker (vocero), que en teoría podría ser cualquier diputado, pero que siempre pertenece al partido mayoritario. Es el principal interlocutor con el Senado y con la Casa Blanca. Abajo de él está el líder de la mayoría, que es el que escoge las iniciativas de ley que se presentarán, y el whip (látigo), que asegura la asistencia a las sesiones y que se vote disciplinadamente.

Tradicionalmente esas posiciones las ocupan legisladores con muchos años de experiencia. Dado que casi todos los que se presentan a la reelección la ganan, la circulación de la élite congresional es muy lenta. Los liderazgos se llegan a extender por lustros.

OTRA VEZ ELLA

De acuerdo con esa costumbre, lo más probable es que el nuevo cuadro dirigente de los demócratas en el ala sur del Capitolio sea el mismo de la Legislatura que terminó y que no ha cambiado en una década: Nancy Pelosi, de 78 años (que ya fue vocera entre 2007 y 2011, y era la líder de la minoría hasta la semana pasada), Steny Hoyer, de 79, y James Clyburn, de 78.

La señora Pelosi tiene experiencia probada: sin modestia, se llama a sí misma "master legislator". Ciertamente lo es. Hábil para organizar y financiar campañas, muchos le deben el puesto. Todos le reconocen su capacidad para sumar votos y lograr la aprobación de leyes y estatutos, ya sea convenciendo o torciendo brazos. En 2010 hizo más de lo segundo para sacar adelante la ley de salud (Obamacare). Su rudeza, acompañada a veces de un lenguaje soez y de chistes vulgares sobre sus adversarios, contrasta con la elegancia de su atuendo. La prensa del corazón contrasta sus trajes de cinco mil dólares con los vestidos de la primera dama.

Aunque no han surgido contrincantes, su designación no es tan segura. Requiere la aquiescencia de 218 de sus 235 colegas, y hay cuando menos treinta que se rebelan a su continuidad. Incluso 16 firmaron un manifiesto titulado "Never Nancy". Como siempre, una red de aliados cabildea a su favor y ella ha hablado con cada uno de sus detractores. Como siempre, parece haber logrado un acuerdo: la apoyarán a condición de que se ponga un tope de cuatro periodos legislativos al tiempo que el mando puede permanecer. En consecuencia, ella (que ya lleva dos) se retiraría en 2022, a los 82 años.

Los que se resisten a que siga son, por un lado, muchos de los que se sentarán por primera vez en las curules. Piensan que hay que dar oportunidad a una nueva generación con ideas frescas; que el Congreso debe enfrentar directamente a Trump, bloquear sus iniciativas y llevarlo a juicio político. Ven necesario abanderar causas radicales, como la extensión del servicio médico (medicare) a toda la población. Ella ha tratado de persuadirlos de que, por el momento, el impeachment sería un esfuerzo fútil; que lo más probable es que fortalecería al presidente. Les pide esperar a ver los resultados de la investigación del fiscal especial Robert Mueller.

Por otra parte, están los moderados, que creen que el partido debe moverse al centro y que sienten que su estilo genera rechazo en un electorado que quiere ver menos disputas y más acuerdos bipartidistas. No la va a tener fácil.

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