Repensar

Trump again

Aunque faltan 17 meses para que se lleve a cabo la elección presidencial en Estados Unidos, es claro que el polémico mandatario lleva ventaja.

Ayer en estas páginas, Enrique Quintana se preguntaba sobre la factibilidad y las consecuencias de una reelección de Trump. En las elecciones intermedias su partido perdió el control de la Cámara baja pero mantuvo el del Senado y lo normal es que a los presidentes les vaya mal en esos comicios. Aparentemente las encuestas no lo favorecen, si bien algo parecido sucedía hace cuatro años. Uno de cada cuatro encuestados afirma que jamás votaría por él. Lo mismo que se decía de Barack Obama en 2011 y se quedó en la Casa Blanca un segundo periodo. El electorado está tan polarizado que es muy difícil calcular el peso de los independientes.

En los casi 17 meses que faltan para que se abran las urnas pueden pasar muchas cosas y sería aventurado pronosticar los resultados. No obstante, es claro que inicia con ventajas.

La primera, la tradición de concederle al Ejecutivo una segunda oportunidad y la conveniencia que da no tener que pagar por tiempos y espacios para aparecer en los medios y fijar agendas. Trump declaró su intención de ser candidato en 2020 el día que tomó posesión. Eso lo inhibe de pagar el costo de las reuniones políticas con fondos públicos; le permite en cambio organizarlas sin tener que buscar pretextos en las políticas públicas e ir a mítines en los que el ingreso está controlado y sólo hay simpatizantes. Por eso en los reportes televisivos sólo vemos aplausos y ovaciones. En contraste, sus rivales apenas empiezan a dar a conocer su personalidad y sus propuestas; estarán oficialmente en campaña hasta dentro de un año.

La economía atraviesa por un buen momento. La reducción de impuestos, que el Banco de la Reserva Federal haya revertido la política de mantener altas las tasas crediticias y el anuncio del plan de infraestructura han contribuido a elevar la inversión. Este año y el próximo se calcula un crecimiento del tres por ciento. La tasa de desempleo es la más baja desde los sesenta. Aunque los salarios y el poder adquisitivo no se han incrementado sensiblemente, la inflación y el precio de la gasolina son bajos.

Desde luego que de aquí a las elecciones todo puede variar. La debilidad de las economías asiáticas y europeas, las guerras comerciales que ha iniciado o algún conflicto internacional, pueden llevar a Estados Unidos a una recesión más pronto de lo que se cree. La advertencia de James Carville a Bill Clinton ("It's the economy, stupid") siempre es atendible.

Sin contrincantes

En 2016 Trump barrió con el establishment republicano. Algunos ni siquiera se lanzaron (Sarah Palin, Nikki Haley). Los demás acabaron apoyándolo. Lo mismo los veteranos (Rand Paul, Mike Huckabee, John Kasich, Rick Santorum, Chris Christie) que las jóvenes promesas (Ted Cruz, Marco Rubio) o los surgidos de la sociedad (Ben Carson, Carly Fiorina). Sólo el abanderado de las familias patricias (Jef Bush) le negó su respaldo.

En cosa de meses se apoderó del partido y a su presidente (Reince Priebus) se lo llevó seis meses de empleado a la Casa Blanca. Los republicanos en el Capitolio le han aprobado en bloque prácticamente todo. Esto porque su permanencia en el puesto depende de que ganen en las primarias, en las que participan mayormente los que congenian con Donald Trump.

El presidente cuenta con seguidores fieles. La mayoría de los que sufragaron por él en 2016 manifiestan que lo volverán a hacer. Ciertamente cumplió con sus expectativas al ser un gobernante diferente y cumplidor con lo que les ofreció.

Esa es una base formidable que ningún republicano podrá superar. De hecho la mayoría de los prospectos se han desalentado y prefieren subirse a su carreta ahora y buscar la nominación en 2024.

Con un control del partido que no tuvieron sus antecesores, la campaña cuyo lema es "Keep America great", absorbió silenciosamente al comité nacional, lo que le sumará recursos, le evitará fricciones y la hará moverse con agilidad. Dos operadores que vienen trabajando con el candidato desde la otra vez, Chris Carr y Brad Parscale ya tienen armada la estructura en los estados clave y actualizan los bancos de datos con poderosas armas digitales. La recaudación de contribuciones también avanza a buen paso.

Su activo más valioso es, sin embargo, la calamidad que es hoy el Partido Demócrata.

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