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La palabra "innovación" se refiere a un cambio que introduce novedades, el cual puede consistir de la aparición de nuevos productos, la mejora de los productos ya existentes o las mejoras en los procesos para la elaboración de los productos. Para el economista Joseph Schumpeter, las innovaciones y los innovadores son los motores del crecimiento económico, aunque por el camino destruyan empresas y marcas que parecían indestructibles.
Dado lo anterior, todas las naciones deberían preocuparse por generar las condiciones para que las empresas y los individuos puedan innovar, ya que ésta le permitirá al país que la impulse ser más productivo, enriquecerse, y conquistar más mercados internacionales, tal como lo hacen Alemania, Corea del Sur y Japón, con maquinaria y productos intensivos en capital y altamente innovadores.
Con esto en mente, vale la pena mencionar que el pasado mes de junio se dieron a conocer los resultados del Índice Global de Innovación 2017, y en él podemos ver que ningún país latinoamericano destaca en este rubro, el cual encabeza Suiza, y que evalúa a 130 países. Cabe
señalar que este índice mide 81 indicadores tales como capital humano, investigación, infraestructura, creación de conocimiento y creatividad, entre otros.
Después de Suiza, en el ranking mundial de innovación 2017, se encuentran Suecia, Países Bajos, Estados Unidos, Reino Unido y Dinamarca. De América Latina los de mejor desempeño fueron: Chile
(posición 46), Costa Rica (53) y México (58, siendo que en 2016 estaba en el lugar 61).
El informe señala que en general, "en los últimos años, las clasificaciones del Índice Mundial de Innovación en la región no han mejorado significativamente con respecto a otras regiones, y actualmente en ningún país de América Latina y el Caribe los resultados en innovación superan su grado de desarrollo".
Cabe señalar que Brasil, que fuera el país líder de la región en términos de innovación, ha bajado desde el 2011 del puesto 47 al 69 del ranking. Entre las razones que señala el estudio para el derrumbe de Brasil están: políticas poco eficaces de fomento a la innovación, trabas al desarrollo empresarial y poca integración a mercados internacionales.
Así pues, nos encontramos nuevamente con un estudio comparativo internacional que pone a México en una muy mala posición, y lo que es más preocupante es que sea en un tema de fundamental importancia para el desarrollo económico y la competitividad nacional.
Cabe señalar que los resultados de este estudio cuadran con las conclusiones generadas tras una reunión realizada el 27 de junio de este año en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), a la cual se dieron cita más de 200 científicos de todo el país, en la que los investigadores debatieron la situación actual de la ciencia y la tecnología en el país.
Estos científicos coinciden en que el desarrollo científico y tecnológico en México enfrenta varios retos que van desde la inversión, la infraestructura, la vinculación de la academia con la industria, la
divulgación, la cantidad de recursos humanos altamente capacitados, el sistema de evaluación de los investigadores, los esquemas de jubilación y hasta los tiempos y escenarios políticos tanto nacionales como internacionales.
Todos estos factores influyen para que se acelere o frene el avance en la investigación, el desarrollo y la innovación, y con ello que el país suba o no a la economía y sociedad del conocimiento.
Pero los científicos y organismos internacionales no son los únicos que piensan negativamente sobre este tema en México. De acuerdo con Eduardo Durón Araujo, director de la empresa de consultoría Big, especializada en innovación y marketing, sólo 5 por ciento de las empresas en México ha desarrollado algún tipo de innovación en su vida, ya sea mejorar un producto o crear uno nuevo.
Aunado a lo anterior, y de acuerdo al mismo consultor, en México muy pocas empresas han alcanzado una innovación disruptiva, es decir, crear algo nuevo. La mayoría de las empresas lo que logran es simplemente mejorar sus productos, aunque a veces sin mucho éxito. Y es que la mayoría de los empresarios desconoce que innovar no solo es tener buenas ideas, sino que implica todo un proceso.
Esto va desde idear el concepto, analizarlo mediante un grupo de expertos con estudios y encuestas de campo, crear prototipos y probar si la gente realmente va a desear ese producto o servicio.
Es importante señalar que de acuerdo a Durón, para innovar no se requiere grandes presupuestos, ni ser una gran empresa, sino tener actitud para hacerlo. Y un dato alarmante es que en 15 años, en
México apenas se han registrado 300 mil patentes, mientras que en otras naciones como Corea del Sur, en el mismo periodo, se tienen casi tres millones.
Así pues, innovar no significa crear productos sofisticados y complejos, sino entender al mercado para ver que necesita. Dado todo este diagnóstico, ¿Que debemos hacer entonces para impulsar la innovación empresarial en México? Pues de entrada que el gobierno federal no le vuelva a recortar su presupuesto al Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), tal como lo hizo en este 2017, en el que
paradójicamente muchos países celebran el "Año de la Innovación".
Para la enorme mayoría de mexicanos pasó desapercibido, pero el gobierno federal y la Cámara de Diputados, en una evidente señal de desdén respecto al tema, le recortaron al Conacyt su presupuesto en 23%. Enrique Graue Wiechers, rector de la UNAM, ha criticado esto y señalado que el conocimiento científico es estratégico para el desarrollo del país y para alcanzar su independencia económica y política.
Para las autoridades federales debe quedar claro que el presupuesto para ciencia, tecnología e innovación debe tener una estrategia clara y definida de incremento, que permita planteamientos de investigación, avance tecnológico e innovación a mediano y largo plazos.
Pero en México, donde se privilegian gastos superfluos, vamos mal ya que el Gasto en Investigación y Desarrollo Económico (GIDE) pasó de menos de 80 mil millones de pesos en 2012 a alrededor de 100 mil millones de pesos en 2017, cifra que implica un estancamiento en términos reales el periodo.
Es importante escuchar lo que dice en Rector de la UNAM cuando advierte que si continúan las disminuciones presupuestales en ciencia básica, aplicada, de investigación, en ciencias sociales o en las artes, México estará condenado a una dependencia de aquellos países que sí invierten en la generación de conocimientos y aplican los mismos para solucionar los problemas que las sociedades enfrentan.
Así pues, en palabras del rector, que quede claro que si los presupuestos destinados a ciencia, tecnología e innovación no sólo no aumentan, sino que decrecen, nuestro país no podrá sentar las bases para que las condiciones humanas mejoren y nuestra capacidad de competir e innovar crezca con la potencialidad que el país merece y puede lograr.
Es importante recordar que la meta del sexenio era llevar el gasto en ciencia y tecnología para que fuera equivalente al 1.0% del PIB; sin embargo, hasta el año 2016 apenas se ha alcanzado el 0.54%, por lo que este objetivo aún se ve lejano de alcanzar, y más aún después del recorte al Conacyt del 23% de su presupuesto.
En este diagnóstico, otro aspecto que se ha criticado porque limita el desarrollo de ciencia e innovación, es que el presupuesto público que se ejerce en estos rubros está centralizado principalmente en manos del Conacyt y la UNAM.
El Conacyt cuenta con diversos programas y fondos como el Programa de Estímulos a la Innovación (PEI), Fondo de Innovación Tecnológica (FIT) y recientemente el Estímulo Fiscal a la Investigación y Desarrollo de Tecnología (EFIDT), entre otros; sin embargo, este presupuesto casi no llega a las entidades federativas diferentes a la Ciudad de México, por lo que es fundamental que esto cambie a la brevedad para que se desarrollen la potencialidades regionales en México.
A manera de conclusión podemos señalar que sin el apoyo económico adecuado y permanente a lo largo del tiempo, no habrá la posibilidad de que el sector de ciencia, tecnología e innovación se convierta en palanca real de avance y contribuya sustantivamente al crecimiento económico y social del país.
Por su parte, dado que sin recursos económicos no se puede hacer ciencia, tecnología o innovación; es fundamental que se considere que una manera de atraer más presupuesto a este sector es "conquistar" la industria, tal y como lo han hecho otros países que han crecido a ritmos acelerados en los últimos años.
Hay que ver que en Europa, el 55% de dicha inversión es privada, es decir, las empresas son las que realizan más de la mitad de la investigación y el desarrollo tecnológico; y en el caso de Alemania, la inversión privada alcanza 70% del total. Es por ello que se debe cambiar la forma de pensar de los empresarios y académicos en México, para que trabajen más proyectos en conjunto.
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