Las Encuestas

Suspirantes presidenciales

Con el banderazo de salida que dio el presidente López Obrador la semana pasada, la contienda presidencial 2024 ya inició.

En pocos días pasamos del ‘aspiracionismo’ al ‘suspiracionismo’: de discutir a la clase media y sus aspiraciones, a comentar sobre la clase política y los aspirantes (o suspirantes) a la silla presidencial. Con el banderazo de salida que dio el presidente López Obrador la semana pasada, la contienda presidencial 2024 ya inició, no formalmente pero sí de facto. A ese respecto, pongo a su consideración algunas reflexiones.

1. Tiempos. Algunos se han preguntado: ¿pero cuál es la prisa? Hay quienes lo interpretan como una intención de distraer de los grandes problemas que enfrenta el país. Sin embargo, no es nuevo que las candidaturas presidenciales comiencen a destacar luego de las elecciones intermedias previas a su elección. Vicente Fox y Enrique Peña Nieto se fueron posicionando y creciendo en las encuestas desde tres años antes, y Calderón por lo menos dos años antes. AMLO ya tenía el empuje de dos campañas presidenciales previas, aunque las encuestas documentaron un estirón en su popularidad al menos dos años antes de 2018. Según estos antecedentes, el timing no debería sorprendernos.

2. Métodos. Aún no hay nada definido, pero parece que el candidato o candidata de Morena a la presidencia podría designarse por el método de encuesta, uno de los usos y costumbres de ese partido político. Esa práctica tiene varios problemas que ya he señalado en este espacio, pero, bien que mal, ha logrado algunos objetivos: designar candidaturas, casi siempre compatibles con la preferencia de los líderes, en muchos casos ganadoras, en pocos casos con rupturas, que resultan de un proceso rápido, de bajo costo y bajo pleno control del liderazgo. Entre los aspectos negativos se han destacado la falta de transparencia, la exclusión de nombres, las condiciones de inequidad en la competencia, el privilegiar el reconocimiento de nombre sobre la labor partidaria o el programa o propuesta, además de que la encuesta no contribuye a fortalecer un sentido de identidad y pertenencia política entre la militancia o la población en su conjunto, como lo haría un proceso de elección.

3. Listados. Uno de los problemas de las encuestas de Morena para seleccionar candidatos ha sido la pregunta de a quién incluir y a quién excluir. El Presidente nombró a seis personajes como posibles abanderados, pero en los días posteriores se fueron alzando manos y entreabriendo las puertas a otras opciones. Claudia Sheinbaum, quien recibió clamores de “presidenta, presidenta” en un evento del 1 de julio, afirmó esta semana que “cualquiera tiene derecho a participar”. Pero por lo que hemos visto en las encuestas anteriores de Morena, ése no ha sido el caso. El listado de la encuesta es un proceso de inclusión y exclusión.

4. Resistencia. No me refiero a la oposición, sino al aguante de las y los suspirantes. Aunque parezca que está a la vuelta de la esquina, el 2024 aún está distante y cualquier cosa puede suceder. Con una metáfora de la Fórmula 1, Sheinbaum arranca en la pole position, mientras que Ebrard parece estar en los pits luego del colapso en la Línea 12 del Metro. Pero ninguno de ellos, los actuales punteros, pasaba por su mejor momento durante el inesperado banderazo de salida y la pregunta es si otros competidores podrán eventualmente dar el campanazo. El asunto no es rebasar en la primera curva, sino ir adelante en la recta final. La resistencia de cada presidenciable estará a prueba y lo que vayan diciendo las encuestas será muy importante en sus aspiraciones y posibilidades. Pero...

5. Desbarajuste. Las encuestas van a ser eso, un desbarajuste, por lo menos durante un tiempo mientras queda claro a quién incluir y a quién no, a cuántos y por cuánto tiempo. Las encuestas públicas seguramente van a diferir en nombres, en números y en porcentajes. ¿Debemos limitarnos a las seis “corcholatas” que mencionó el Presidente o ampliar la gama? ¿Debemos reportar el resultado de apoyo entre población general o entre simpatizantes morenistas? ¿Contra quién de la oposición debemos carear a los suspirantes morenistas en los trial heats? Sí, habrá desbarajuste, pero lo cierto es que habrá encuestas. La mayoría del electorado quizá no lo sepa o no le recuerde, pero en 1987 se nombraron a seis distinguidos priistas para la candidatura presidencial de 1988, y hubo deliberación, pasarelas y toda una parafernalia en torno a la sucesión presidencial. Lo que escaseaba en ese entonces eran las encuestas públicas. La ciudadanía no tenía elementos para saber quién de los seis, todos hombres, tenía más apoyo popular. Hoy, a pesar de los posibles desbarajustes, los más probable es que fluyan las encuestas.

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