Las Encuestas

El sol azteca

El perredismo como identidad política quedó casi borrado del mapa en 2018, por lo que los pocos nichos que el partido mantiene van a ser cruciales para su posible supervivencia.

Hace unos días el PRD cumplió treinta años de edad. Lo que debió ser un gran motivo de celebración para los perredistas, quizás parezca más el ocaso del sol azteca, ya que el partido está muy lejos de lo que auguraba aquel exitoso eslogan que usaron en las elecciones de 1997: "Ya es tiempo de que salga el sol".

En ese 1997, cuando el presidente del PRD era Andrés Manuel López Obrador, el partido obtuvo casi el 26 por ciento de los votos a nivel nacional, 10 puntos porcentuales más de lo que había captado en las elecciones de 1994. El año pasado, López Obrador obtuvo la mayoría de votos para presidente y su partido, Morena, logró la proporción más alta de votación en las contiendas legislativas. Ese logro electoral fue sin el PRD, pero en buena medida, hay que decirlo, con la ayuda por lo menos indirecta de los perredistas.

Y digo 'indirecta' porque las decisiones de la dirigencia del PRD parecen haber fortalecido sin querer la candidatura y el movimiento del hoy presidente de la República. Desde antes de las campañas, el divorcio entre la dirigencia perredista y López Obrador pudo haber causado deserciones de partidarios del PRD a Morena.

Ya en el proceso electoral, la alianza del PRD con el PAN quizás motivó más deserciones del sol azteca hacia el nuevo partido lopezobradorista, pero, más importante aún, dejó al PRD en un porcentaje de votación que representa la mitad de lo que pudo haber tenido sin su alianza con el blanquiazul. En 2018, el PRD obtuvo alrededor del 5 por ciento de los votos, mientras que las encuestas a finales de 2017, antes de consolidarse la alianza del Frente, mostraban un apoyo de por lo menos 10 por ciento a ese partido con un candidato presidencial propio.

Especulando un poco, si el PRD hubiera competido solo, sin alianza, probablemente su apoyo electoral hubiera sido mayor, lo cual pudo significar menos votos para Morena y una mayor incertidumbre respecto a la mayoría legislativa. Pero como dicen, el hubiera no existe. Morena logró la mayoría y el PRD quedó al borde del ocaso, por no decir de la extinción.

La ciencia política ilustra muy bien que la suerte electoral de los partidos no es aleatoria, sino que refleja sus decisiones, sus estrategias, sus acciones, sus mensajes y la conexión que todo eso logra o no tener con los votantes –o con ciertos subgrupos de votantes en algunas regiones, segmentos sociodemográficos y con ciertos tipos de valores. El PRD parece haber perdido la brújula de hacia dónde, con quién y cómo dirigirse. Las consecuencias han sido devastadoras para el hoy partido treintañero.

Las encuestas postelectorales del Proyecto Comparativo de Elecciones Nacionales (CNEP), realizadas en México en las últimas tres elecciones presidenciales, muestran una debacle en el porcentaje de mexicanos que se identifican con el partido del sol azteca: En 2006, inmediatamente después de la elección presidencial, la encuesta registró 19 por ciento de mexicanos que se identificaban como perredistas. A pocos días de las elecciones de 2012, el perredismo representaba el 14 por ciento del electorado (una baja de cinco puntos respecto a la elección anterior pero aún sólido). Según la encuesta realizada los días posteriores a la elección de 2018, los perredistas representaban el 1.4 ciento del electorado.

El perredismo como identidad política quedó casi borrado del mapa en 2018, por lo que los pocos nichos que el partido mantiene en ciertos lugares del país van a ser cruciales para su posible supervivencia. En esa encomienda, la supervivencia, el partido parece ir solo, sin ninguna alianza.

Habrá que ver qué pasos da el liderazgo perredista, si enarbolan o no las banderas de un electorado de izquierda progresista de clase media que les fue muy favorable en su momento. Habrá que ver si se diferencian del fenómeno Morena que ocupa ahora el ala izquierda del espectro político nacional o si son absorbidos del todo. Habrá que ver si ese viejo eslogan, "Ya es tiempo de que salga el sol", vuelve a tener brillo, o si hay que reinterpretar la noción de que "salga el sol", pero esta vez de la arena política. Habrá que ver.

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