Las Encuestas

Encuestas, ¿culpables?

A reserva de hacer una evaluación integral con datos finales, vamos viendo si realmente estuvieron tan mal las encuestas como se piensa y qué otros problemas enfrentamos.

Desde el martes se escucha la acusación ya típica de algunas jornadas electorales: las encuestas se equivocaron. Pero el veredicto de culpables se ha emitido sin evidencia ni un juicio justo. Tomar a las encuestas por chivos expiatorios se está volviendo un mal hábito. A reserva de hacer una evaluación integral con datos finales, vamos viendo si realmente estuvieron tan mal como se piensa y qué otros problemas enfrentamos.

1. Evaluar el desempeño de las encuestas es una buena práctica. La profesión encuestadora hizo un informe muy útil sobre 2016 (An Evaluation of the 2016 Election Polls in the US, descargable en el sitio aapor.org), y ya están poniendo manos a la obra con 2020.

2. En el informe se reconoce la subestimación del voto Trump en 2016. Este año también se subestimó al republicano, pero, ¿qué tanto? Considerando los promedios de encuestas del portal RealClearPolitics en 12 estados battleground, la subestimación del voto Trump promedia solamente 3.2 puntos, con desviaciones notables en Ohio y Iowa, de más de 5 puntos. La estimación del voto Biden fue impecable, con apenas 1.3 puntos de error promedio. A nivel nacional, el error para Biden es incluso menor, 0.7, pero el de Trump sube a 3.8 puntos.

3. En 2020 hubo por lo menos tres aspectos para complicarle la vida a las encuestas: 1) la pandemia, 2) el voto temprano y 3) la alta participación. A pesar de ello, las encuestas fueron bastante certeras. El error promedio en el voto nacional es de 2.3 puntos en promedio (en 2016 fue 2.2), mientras que en los 12 estados battleground es de 2.2 puntos. Hay espacio para mejora, pero no estuvo nada mal.

4. Junto con los errores de hechura hay que señalar los de lectura. Las encuestas en estados competidos señalaban un resultado incierto que se podía ir a cualquier lado. Los pronosticadores se los asignaron a Clinton en 2016 y sus modelos se cayeron con la remontada de Trump. En 2020 los pronosticadores asignaron a Biden estados inciertos, pero sus pronósticos podrían ser correctos en esta ocasión. Lo que ha faltado es paciencia para esperar los resultados finales.

5. Las elecciones son inciertas y las encuestas están sujetas a error; nos ayudan a reducir la incertidumbre, pero no la eliminan. Es entendible que las elecciones generen ansiedades, y también que algunos vean a las encuestas como tranquilizantes. Pero aquí hay otro síntoma de nuestros tiempos: se consumen encuestas en sobredosis y luego se les echa la culpa.

6. Aunque vayan de la mano, no hay que confundir las encuestas con los pronósticos. Nate Silver no hace encuestas; consume y utiliza encuestas como materia prima para sus modelos de pronóstico. Decir que Biden tiene 90 y Trump 10 por ciento de probabilidades de triunfo es mucho más abultado que una encuesta en la que aparecen con 51 y 49 por ciento de las preferencias. Lo primero es un pronóstico y lo segundo una encuesta; son compatibles, pero hay que diferenciarlos.

7. Los pronósticos son una herramienta útil para unos y confusa para otros. Si el primer paso en familiarizarnos con ellos es no confundirlos con las encuestas, el segundo es más difícil: aprender a ver el mundo en términos probabilísticos. A diferencia de las encuestas, los pronósticos no han tenido una labor educativa ante el público. Tarea pendiente.

8. Se puede y se debe mejorar la exactitud de las encuestas, ya que éstas son un importante instrumento de la vida democrática y es fundamental que gocen de credibilidad. Ponerlas en tela de juicio es saludable, pero emitir un veredicto sin evidencia ni juicio, no ayuda.

9. Los profesionales de las encuestas en cualquier latitud deben saber que los ataques a las encuestas en Estados Unidos incluyen a toda la profesión. Bienvenida la crítica, pero también la defensa. Me pregunto cuántos encuestadores en México alzarán la voz en pro de su gremio.

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