En los pasados comicios el partido político que más perdió fue el PRI ya que no ganó ninguna de las 15 gubernaturas que estuvieron en juego y las curules que tiene ahora en la Cámara de Diputados se lograron en buena medida por su alianza con el PAN y el PRD, es decir el tricolor por sí solo resultó un fracaso electoral.
Ahora, cuando está la discusión de la reforma eléctrica del presidente López Obrador, el PRI asume una postura dubitativa. Mientras decide si apoya a no, pierde simpatías, las pocas que le quedan, entre los electores, al tiempo de provocar la desconfianza de la militancia del Revolucionario Institucional hacia su líder nacional, Alejandro Moreno Cárdenas.
Ha sido un yerro mayúsculo del PRI posponer su decisión en aras de consultar a la sociedad en torno a la aprobación de la citada reforma, ya que de inmediato logró el rechazo generalizado de la ciudadanía, particularmente la que votó por ese partido en las elecciones del 6 de junio.
La estrategia política y de comunicación que llevan a cabo Alito y Rubén Moreira para postergar la decisión que asumirán en torno a la reforma es un yerro de dimensiones mayúsculas que a la postre, cuando hagan el anuncio final y si éste representa apoyar AMLO es sus deseos estatizadores de la CFE para regresarla a lo que era hace 40 años, pues el destino de los tricolores estará marcado, primero rumbo a las 6 elecciones para gobernador que habrá el próximo año, Aguascalientes, Durango, Hidalgo, Oaxaca, Quintana Roo y Tamaulipas; y en 2023 vendrá la joya de la corona que será el Estado de México, entidad que junto con Coahuila serán los últimos bastiones del PRI y que los perderán si es que persisten en su intención de apoyar a AMLO.
Actualmente el PRI solo gobierna en seis entidades y dentro de dos años se quedará con las manos vacías.
De ese tamaño será la debacle del otrora poderoso partido que gobernó el país por cerca de ocho décadas.
Las sobras del PRI para la elección presidencial de 2024 no representarán ningún beneficio electoral para los partidos considerados grandes con el PAN, en una eventual coalición.
Acción Nacional, PRD y MC ya pintaron su raya con el Revolucionario Institucional, si es que éste va a apoyar la reforma eléctrica.
Desde luego al interior del PRI, en particular entre diputados y senadores, crece el rechazo contra la también llamada contrarreforma que representa una grave amenaza para la economía de los consumidores y del país, el medioambiente, la salud, los servicios públicos, la competitividad, la confianza de inversionistas, la certidumbre jurídica y las relaciones comerciales en particular con nuestros vecinos del norte, agrupados en el TMEC.
La senadora priista Claudia Ruiz Massieu ha declarado que cada vez hay un mayor número de sus correligionarios que rechazan la contrarreforma, incluso los senadores de ese partido y algunos de Morena se han pronunciado en ese mismo sentido
Entre corrillos legislativos se comenta que el expediente que se ha conformado por las observaciones de la Auditoría Superior de la Federación, durante la gestión de Alejandro Moreno como gobernador de Campeche, está en el escritorio del principal huésped de Palacio Nacional y su curso dependerá del comportamiento del campechano para convencer a sus pares, en torno a la reforma eléctrica.
El presidente echará toda la carne al asador para alcanzar la aprobación de la reforma que él considera la más importante de su sexenio, mientras que para sus detractores resultará la peor de todas, con graves consecuencias en todos los sentidos para los mexicanos.
Todos los legisladores del PRI están en la mira de las instituciones represoras que tiene el gobierno; léase, la FGR, el SAT, Inteligencia Financiera y el Cisen, y si no es por una razón será por otra, pero el chiste es que de este grupo parlamentario saldrán los votos que se necesitan para alcanzar la anhelada aprobación.