El acelere y la precipitación que trae Claudia Sheinbaum por no verse rebasada por sus adversarios en sus aspiraciones presidenciales, no solo provoca yerros graves, sino que está descuidando su misión primigenia, esa que le otorgaron la mayoría de los capitalinos en las urnas, el gobernar en la CDMX.
Esa negligencia en la tarea de gobernar ya le costó perder nueve alcaldías en los comicios del pasado 6 de junio y si no es por los tribunales electorales, hubieran sido once.
El caso es que la jefa de Gobierno ha sido omisa en la atención de diversos rubros que van desde la crisis económica por la que transita la capital del país, debido a la pandemia y las malas decisiones que tomó en imponer el confinamiento a destiempo, entre otras pifias, hasta el disparo de los índices delincuenciales, producto del narcotráfico, la extorsión, el cobro por derecho de piso, asesinatos, robos y feminicidios; ya que una cosa son las denuncias y las cifras maquilladas y otra la lacerante realidad a la que se enfrentan los habitantes de la capital del país, en cuanto a la inseguridad pública.
La escases de agua, polución, mantenimiento de la infraestructura urbana, crisis sanitaria y por supuesto del Metro, son algunos problemas que están latentes y que solo es cuestión de tiempo para que vuelva a ocurrir otra tragedia.
El desprendimiento de algunos pedazos de concreto del segundo piso del tramo de Periférico sur, es solo una pequeña muestra de la desatención que existe en las autoridades del gobierno de oficinas centrales de la capital, en torno al mantenimiento mayor que requiere, por ejemplo, ese segundo piso que, por cierto, fue construido en total opacidad, cuando AMLO era jefe de Gobierno de la CDMX y Claudia Sheinbaum, responsable la obra.
Solo el tiempo va dejando al descubierto la irresponsabilidad y negligencia de los funcionarios que en su momento han sido responsables de disímbolas tareas, tal como ocurrió con la tragedia del 3 mayo en la Línea Doce del Metro.
La placeada que se está dando Claudia en medios internacionales, como por ejemplo, el suplemento semanal del diario español El País, denominado como neoliberal y conservador por el propio presidente de México, pinta en cuerpo entero a una candidata desesperada y con la brújula perdida en torno a mantenerse en el ánimo de su jefe para seguir siendo considerada como su favorita para sucederlo.
Si a Andrés Manuel López Obrador no le gusta la ostentación, el derroche y el lujo por parte de sus colaboradores, qué necesidad de salir en la portada de la citada revista al fiel estilo de aquellos políticos del PRI y sus consortes que hacían pública sus riquezas mal habidas en las revistas de alta sociedad.
A Santiago Nieto le costó su chamba la celebración de una fastuosa boda y ahora Claudia Sheinbaum sale en portada de una revista nice.
Mientras que AMLO se desgañita porque el servidor público deba vivir en la honrosa medianía, tal como lo postulaba Benito Juárez, Claudia toma en sentido contrario la instrucción presidencial.
Lo relevante de todo esto es que aquellos servidores públicos que se distraen de sus principales ocupaciones en autopromoverse para posicionarse en una carrera presidencial, pues deberían renunciar a su cargo y entonces, con sus propios recursos económicos, emprender esa tarea y no a costa del escaso presupuesto que tiene la capital y sobre todo en aquellas alcaldías que ahora son gobernadas por la oposición.
¿Será Claudia la misma con puesto o sin puesto, con acceso a los recursos públicos o al carecer de ellos, en la concreción de su sueño guajiro?
La beligerancia e irascibilidad que caracterizan a la señora Sheinbaum y que descarga contra sus adversarios políticos, principalmente contra diputadas locales y alcaldesas, debería tornarlas en habilidades políticas para tender puentes con la oposición y llevar a feliz puerto las responsabilidades de todas en bien de los habitantes de la metrópoli.
La vanidad y el rencor son autodestructivos.